Kahneman, Tversky y la amistad que nos enseñó cómo funciona la mente. Lewis, M. (2016). Barcelona: Debate
Portada del libro deshaciendo errores
El autor de esta obra, profesor universitario en la Universidad de Berkeley, destaca entre otras cosas por su capacidad extraordinaria para combinar adecuadamente información económica y periodismo narrativo. En nuestro caso concreto, habría que añadir un matiz de enorme importancia para los académicos y profesionales de la psicología educativa: el de poner de manifiesto la importancia de la psicología para las teorías económicas, tras haberse empapado de los trabajos realizados por Amos Tversky y Daniel Kahneman (psicólogos) y que le valieron, a este último, la concesión del Premio Nobel de Economía (sic) en 2002 (Tversky ya había fallecido 6 años antes).
Fueron precisamente sus aportaciones psicológicas, fruto de su estrecha colaboración, las que posibilitaron una nueva adjetivación para una disciplina –la economía- que no era su área de conocimiento: la economía conductual. El núcleo de sus trabajos –de sus múltiples experimentos- puso de manifiesto que el presupuesto esencial (el punto de partida, el paradigma predominante) de la mayoría de teorías económicas en aquellos días, vigentes hasta finales del siglo XX, que el homo economicus es ante todo un sujeto racional en sus decisiones, no se sostenía del todo, pues los humanos venimos equipados por la evolución con un cerebro propenso a dejarse guiar o influenciar por determinados sesgos (ilusiones cognitivas), al menos cuando sólo tenemos en cuenta el pensamiento rápido (Sistema 1: automático, inconsciente) y, en ocasiones, cuando aplicamos incluso el pensamiento lento (Sistema 2: lógico, calculador, consciente).
¿Cuáles son algunos (ejemplos ilustrativos) de esos sesgos o atajos heurísticos –se alejan de los principios básicos de la probabilidad y de la lógica: no siempre los seres humanos somos transitivos– que legos e incluso especialistas suelen cometer cuando se les enfrenta a situaciones experimentales en que tienen que tomar decisiones en contextos de incertidumbre? El de disponibilidad (tendencia a sobrevalorar las probabilidades reales en función de aspectos no del todo significativos: como los recuerdos más cercanos, su accesibilidad; sesgo de experiencia reciente; sesgo de impacto); el de representatividad (ciertos aspectos, típicos de los estereotipos, conducen a decisiones de asignación –a un grupo, a una profesión- que no se sustentan en conocimientos de probabilidad elemental; estereotipo de la aleatoriedad frente a la verdadera aleatoriedad); el de anclaje (sobreestimar el valor de una primera o adyacente información –el ancla-, pero que no es relevante para la elaboración de predicciones o juicios correctos); el de la aversión o rechazo al riesgo (ante la misma probabilidad de perder o ganar algo, nos solemos inclinar, en la mayoría de las ocasiones, por evitar las pérdidas); la creencia en la ley de los pequeños números (la tendencia a sacar conclusiones generales a partir de datos obtenidos con unos pocos sujetos o pruebas, al suponer que la ley que rige los grandes números garantiza lo que obtenemos con pequeños números).
A la luz de los múltiples experimentos que pusieron de manifiesto este tipo de sesgos, los autores creyeron que se podía llegar a la elaboración de teorías válidas (como la Prospect Theory) sobre el funcionamiento general de nuestras mentes, cuando éstas se ven obligadas a tener que tomar decisiones en situaciones de patente incertidumbre. El asumir que los humanos toman estas decisiones racionalmente, sobre un fundamento de la lógica y la probabilidad básicas, supone estar condenados a equivocarnos frecuentemente. Dado que son mecanismos mentales, éstos están presentes en cualquier tipo de decisión enmarcada dentro de la incertidumbre –lo que ocurre en la mayoría de las circunstancias de nuestras vidas-, no sólo en las delimitadas al ámbito de la economía, por lo que sus hallazgos son relevantes para multitud de campos: el psicológico, el de la medicina, el de la política, además por supuesto del de la economía, por sólo citar algunos de ellos. Ahora ya, con lo indicado, no nos debiera crear disonancia cognitiva alguna el que Kahneman recibiera un Premio Nobel.
Esta obra, además de su utilidad para todos aquellos que se quieran introducir con buen pie en los logros de estos dos investigadores, supone un valor añadido, pues nos desvela el cómo se comportan dos seres humanos –académicos- cuando llevan a cabo sus investigaciones: sus fobias y filias, sus creencias sobre el posible impacto de sus trabajos, sus ambiciones personales, sus personalidades, sus relaciones de amor y odio, sus encuentros y desencuentros, sus relaciones familiares, sus círculos académicos y hasta sus propios sesgos cognitivos, como ellos mismos se ven obligados a reconocer.