ACIPE, como miembro de COSCE (Confederación de Sociedades Científicas de España), suscribe plenamente el manuscrito sobre EL COMETIDO DE LA CIENCIA EN LA RESOLUCIÓN DE LA CRISIS GENERADA POR LA PANDEMIA DE CORONAVIRUS SARS-CoV-2
Por su parte, los responsables de ACIPE también desean hacer una llamada a la reflexión sobre los siguientes aspectos:
1) Hay estrategias mejores y peores para enfrentarse a este patógeno (SARS-CoV-2). Una prueba empírica clara es el desigual comportamiento vivido en las residencias de ancianos en España, con el consiguiente número dispar de personas contagiadas y de muertes. En algunos casos sin ningún muerto o persona infectada hasta ahora. Esto mismo vale, en buena medida y salvadas las considerables distancias, a escala de países, es decir, internacionalmente. Aprendamos, pues, esta lección vivida en nuestro propio país.
2) Es capital la estrecha colaboración entre ciencia y política. Los conocimientos científicos están llamados a erradicar, a medio y largo plazo, la aparición del virus y, a corto plazo, salvar vidas humanas y paliar considerablemente sus efectos más negativos. A su vez, la normativa legal sobre confinamiento y su escrupuloso cumplimiento ha de llevarse a cabo desde los ámbitos políticos. No es competencia específica de los científicos. Sin asilamiento y sin la pertinente higiene no hay manera de contener y debilitar la acción perniciosa (hasta la muerte) de este patógeno.
3) Es fundamental la información contrastada científicamente frente a la mala información, que por desgracia campa a sus anchas en un mundo muy digitalizado. Gracias a la primera, hoy podemos ya contar con vacunas y con antivirales que nos ha permitido ir ganando la batalla a los distintos virus que han ido apareciendo a lo largo de la historia humana. Sirva, a título de ejemplo ilustrativo, la viruela: se pasó de unos 15 millones de personas contagiadas en 1967 a ninguna en 2019. Los conocimientos científicos y su transformación tecnológica son a todas luces eficientes. Podemos inferir, sin temor a equivocarnos, que sucederá algo parecido con este y otros virus futuros.
4) Se avanzará mucho y mejor con más solidaridad en las diversas escalas (intra e internacionales). La experiencia de unos (compartida) ha de servir para los demás. Los virus no funcionan ateniéndose a las fronteras. Las pandemias ponen en peligro a la especie humana. Pierden, sin embargo, más fácilmente sus específicas batallas (replicarse sin límites y todo lo que eso conlleva para nuestros organismos) precisamente cuando hay confianza y cooperación universal. La buena ciencia es específicamente universal.
5) Las crisis, además, nos debieran de ofrecer contextos especiales para el aprendizaje personal, social y, por supuesto, científico. El aislamiento debiera posibilitarnos valorar más la compañía de los demás –somos fundamentalmente seres sociales- y darnos cuenta de que la segregación puede empobrecer incluso nuestra salud (no es, pues, la solución a la pandemia). Desde el punto de vista científico hemos de ser conscientes de que quien realmente puede acabar con los patógenos de los que por desgracia hoy nos toca hablar (escribir) es justamente el conocimiento compartido y solidario de la comunidad científica. Aquí y ahora no conocemos ninguna otra alternativa válida.
En estos críticos momentos nos toca a todos, en consecuencia, ser responsables (no ser vehículos -voluntarios o involuntarios- de transmisión del coronavirus a los demás, extremando las medidas de higiene y la distancia social) y colaborativos: ayudar a la ciencia (económica y socialmente) para que ella nos pueda ayudar a nosotros cuando más lo necesitemos, como ya lo ha hecho de forma muy eficiente con otros virus no menos virulentos que el actual. También hemos de colaborar con los responsables políticos que están luchando denodadamente por parar lo antes posible esta pandemia, incluso cuando no sean o fueren precisamente santos de nuestra devoción. Así les mostramos nuestra amplitud de miras y nuestra grandeza humana, cuando ciertamente más se necesitan. Pagaremos sin duda un alto precio (humano y económico), pero que no le quepa la menor duda a nadie de que venceremos (así ha sido ya a lo largo de la historia con los distintos virus), gracias a la ciencia (no en contra de ella), a las decisiones políticas acertadas (concordantes con los conocimientos científicos) y a nuestro adecuado comportamiento colaborativo y solidario, que implica en un primer momento (aunque pueda parecer extraño a primera vista) aislamiento social y la higiene concreta a estas alturas ya bien conocida.