Homo Deus. Breve historia del mañana

Harari, Y. N. (2015). Barcelona: Debate.

Portada del libro Homo Deus

Portada del libro Homo Deus

Este profesor de historia de la universidad hebrea de Jerusalén nos ofrece, en este muy bien documentado trabajo, un lúcido panorama del pasado, el presente y el posible futuro de la humanidad. Comienza poniendo de manifiesto cómo la especie humana ha sido capaz últimamente de controlar, en relativa buena medida, las hambrunas, las pestes y las guerras, sin necesidad de dioses o santos que nos salven de ellas. Es más, los datos nos muestran que al inicio de la segunda década de este siglo XXI la muerte por hambrunas y desnutrición rondaba el millón de personas, mientras que la obesidad triplicaba esta cifra.

Los seres humanos, frutos científicamente explicables de la evolución, se vieron en la necesidad de crear dioses a lo largo de su corta historia evolutiva (dentro de la larga historia del universo), que hoy ya resultan innecesarios, dado que es el propio ser humano (según la nueva religión revolucionaria: el humanismo) el que, por su poder de creación y destrucción, puede asumir casi todas las funciones “divinas” (crear sentido para un mundo sin sentido): de ahí el cambio  del Homo sapiens actual a Homo Deus futuro, lograble mediante la ingeniería biológica, la ingeniería cíborg o la ingeniería de seres no orgánicos (inteligencia artificial).

Si el Homo sapiens ha sido ya capaz de hacer frente al hambre, a la peste y a la guerra, a lo largo de su recorrido histórico,  ¿cuáles pueden ser los grandes retos del siglo XXI para ya casi el Homo Deus? Entre otros: la lucha contra las enfermedades y la propia muerte (la inmortalidad), la consecución de la felicidad (mediante la manipulación bioquímica, entre otros medios) o la adquisición de poderes divinos de desarrollo o devastación (hablamos de los superhumanos, que aventajarían en sus facultades tanto a los clásicos sapiens como a los propios antiguos dioses).

Es  probable que asuste en principio que, adentrados en la presente centuria –en plena era del antropoceno-, algunos humanos aspiren a la inmortalidad, a la dicha y a la divinidad, pero ¿es mejor frenar en seco para no querer saber qué implicaciones, positivas y negativas, pueden tener estas aspiraciones, sabiendo las posibilidades casi ilimitadas de la ciencia?  El autor constata que la gente suele, en general, temer a lo desconocido, pero como historiador no puede por menos de afirmar que la “única y mayor constante de la historia es que todo cambia”.  Además, en el caso de los humanos, asume que los cambios no se han producido tanto por una alma eterna (de la que no hay pruebas científicas) ni de algún tipo único de conciencia (que sea radicalmente distinto al de otros animales), sino de su capacidad de cooperación flexible con un gran número de congéneres (redes intersubjetivas de sentido), lo que a su vez socava la creencia de la sacralidad de nuestra especie.

Esta obra, que es un claro ejemplo de las ventajas que supone la integración de las aportaciones de las en otro tiempo llamadas ciencias duras y blandas, nos posibilita adentrarnos, muy  bien equipados, en los grandes retos con lo que sin duda nos hemos de enfrentar en este siglo XXI: ¿Los humanos darán el gran salto, gracias a los continuos avances de las ciencias,  para convertirse en superhumanos? ¿Podremos entonces decir con razón que se ha llegado al Homo Deus? ¿Cuáles serían las ventajas e inconvenientes que se nos presentarían en este nuevo escenario? ¿Estaremos preparados para hacer frente a esta nueva realidad, ya iniciada, en la que algoritmos no conscientes, pero muy inteligentes, tengan un conocimiento mejor y más exhaustivo de nosotros mismos que el derivado de la aplicación de nuestras inteligencias y conciencias actuales?

Este libro supone, sin duda, una gran ayuda para analizar y avaluar con éxito ese  mundo futuro que nos espera y que se vislumbra bastante diferente al que ahora nos sirve de contexto. La ignorancia o los temores, sobre todo cuando éstos son infundados, no debieran ser buenos consejeros. Los conocimientos, derivados de las distintas ciencias, por el contrario, nos harán a buen seguro estar mejor preparados para ese incierto pero apasionante (al menos desde un punto intelectual) futuro, sabiendo en todo caso que no les corresponde a los humanos, y ni siquiera a los superhumanos o al Homo Deus, gozar de las características que hemos atribuido a los dioses creados por nosotros: la omnisciencia, la omnipotencia o la bondad infinita.

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