Brandt, A. y Eagleman, D. (2017/2022). La especie desbocada. Cómo la creatividad humana remodela el mundo. Barcelona: Anagrama.
Podemos partir de una primera disonancia cognitiva: ¿qué cabe esperar de la estrecha colaboración académica de un compositor y un neurocientífico? ¿No parece que se sale del camino típico de una buena producción divulgativa científica? He ahí la verdadera cuestión, que justamente nos abre las puertas a la esencia del propio libro: desvelar el software creativo de nuestro cerebro. Podremos ver su razón de ser, cómo funciona y hacia dónde vislumbramos que nos puede llevar. Lector/a estamos ni más ni menos que en el inicio de un apasionante viaje hacia la comprensión de algunos de los principales mecanismos de la creatividad. Seamos cognitivamente flexibles: comprenderemos más y mejor. La innovación nunca se detiene.
Comencemos, pues, con el análisis de la búsqueda del equilibrio entre el aprovechamiento de lo que sabemos (así podremos predecir sin equivocarnos continuamente) y la exploración de lo desconocido, dado que la sorpresa –novedad- suele gratificarnos. Aquí residiría, en este equilibrio inestable y siempre cambiante, la creatividad, que se asienta en la arquitectura neuronal improvisadora. En este sentido, es un mandato biológico de los humanos. La innovación, que no sale de la nada –cuenta con su propia genealogía- es imprescindible. Necesitamos el pasado para crear el futuro. La creatividad necesita la memoria para poder doblar, romper y mezclar, que son los mecanismos cerebrales subyacentes al pensamiento innovador.
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