La especie desbocada

Brandt, A. y Eagleman, D. (2017/2022). La especie desbocada. Cómo la creatividad humana remodela el mundo. Barcelona: Anagrama.

Portada del libro "La especie desbocada"

Podemos partir de una primera disonancia cognitiva: ¿qué cabe esperar de la estrecha colaboración académica de un compositor y un neurocientífico? ¿No parece que se sale del camino típico de una buena producción divulgativa científica? He ahí la verdadera cuestión, que justamente nos abre las puertas a la esencia del propio libro: desvelar el software creativo de nuestro cerebro. Podremos ver su razón de ser, cómo funciona y hacia dónde vislumbramos que nos puede llevar. Lector/a estamos ni más ni menos que en el inicio de un apasionante viaje hacia la comprensión de algunos de los principales mecanismos de la creatividad. Seamos cognitivamente flexibles: comprenderemos más y mejor.  La innovación nunca se detiene.

Comencemos, pues, con el análisis de la búsqueda del equilibrio entre el aprovechamiento de lo que sabemos (así podremos predecir sin equivocarnos continuamente) y la exploración de lo desconocido, dado que la sorpresa –novedad- suele gratificarnos. Aquí residiría, en este equilibrio inestable y siempre cambiante, la creatividad, que se asienta en la arquitectura neuronal improvisadora. En este sentido, es un mandato biológico de los humanos. La innovación, que no sale de la nada –cuenta con su propia genealogía- es imprescindible. Necesitamos el pasado para crear el futuro. La creatividad necesita la memoria para poder doblar, romper y mezclar, que son los mecanismos cerebrales subyacentes al pensamiento innovador.

Detengámonos en cada uno de esos procesos cerebrales. 1) Doblar, que implica transformar un prototipo existente, puede centrarse en ocasiones en el tamaño y en otras en la forma, en tanto ejemplos ilustrativos. Se manifiesta en la robótica blanda, en la ingeniería inversa o en las fachadas que se retuercen. Siempre hay casi infinitas maneras de conseguir algo. Llevamos, por tanto, incorporado el cambio en nuestro ADN. 2) Romper –separar para reconstruir-, como se ilustra en los casos de la telefonía móvil actual, el pixelado,  la arquitectura dinámica o en la aplicación de los novedosos métodos de Sanger (doble Premio Nobel de Química) con la insulina, las proteínas o la secuenciación de genes. También al omitir unas piezas y mantener otras –MP3, CoBot…- se produce la innovación. 3) Mezclar –combinar, fusionar lo familiar-, como ocurre con la ingeniería genética, el hormigón que se autorrepara (la mezcla de microorganismos y material de construcción), el bronce, las lenguas, los traductores o las mezclas conceptuales (polinización cruzada del saber).

Para que realmente se produzca y sea fructífera la creatividad a estos tres elementos se ha de añadir el del eco social. La creatividad cerebral viene necesariamente condicionada por el contexto social. Es un experimento. No vale con simplemente ir pegando las piezas. De hecho los gigantes del pasado han de constituirse en los trampolines del presente, a fin de generar y multiplicar las opciones. El cerebro dobla, rompe y mezcla su acervo de experiencias, imaginando alternativas. La innovación exige unos cuantos callejones sin salida, que con frecuencia son costosos. En el comportamiento automatizado el error es un fracaso, en el creativo una necesidad. Es necesario explorar a distinta distancia –más lejos y más cerca- desde el lugar en que en cada época uno se encuentra. El pensamiento flexible posibilita justamente hallar el equilibrio entre familiaridad y novedad –carrera de relevos de la creatividad humana-. Si los cambios en el cerebro –rediseño de los circuitos- está en sintonía con los cambios sociales, la innovación, la creatividad saldrá reforzada: nos hallamos ante los círculos creativos que se sitúan en la frontera de lo posible –entre el éxito y el fracaso o tentativas-. El contexto general es el de la cultura de cambio, gracias a la cual sería posible evitar el despilfarro del capital creativo debemos invertir en imaginación-.

Puesto que la creatividad es algo sumamente valioso para los humanos, es lógico que nos asalte esta duda: ¿sería posible cultivarla? Si leemos el libro, comprobaremos que sí. Entonces, no conviene quedarse al margen, por la cuenta que nos tiene. Además, tendremos el placer de haber disfrutado leyéndolo y de contribuir personalmente a dar más vida a la revolución creativa.

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