Jarret, Christian (2015). Barcelona: Biblioteca Buridán
Ya dentro del siglo XXI hay pocas dudas de que necesariamente la relación entre las neurociencias y la Psicología de la Educación tiene que ser muy estrecha. Si los psicólogos y psicólogas educativos, más específicamente escolares, han de centrarse en los procesos de enseñanza y aprendizaje, éstos no pueden tener otra base más sólida que el cerebro. Son bastante los investigadores que consideran que nuestro tiempo es el que está llamado a conseguir conocimientos espectaculares sobre el funcionamiento de este órgano capital. De ahí las enormes expectativas creadas y la disposición a incorporar de forma inmediata cualquier descubrimiento sobre las distintas funciones de las diversas áreas cerebrales a nuestras aulas, a fin de favorecer el aprendizaje (rendimiento) de nuestros alumnos. Ante este panorama no es de extrañar que tratemos de ir demasiado lejos en las posibles derivaciones escolares de los más recientes hallazgos en el estudio apasionante y multidisciplinar del cerebro. Por eso no está de más que un especialista en neurociencia cognitiva, como es el autor de esta obra, trate de poner de manifiesto, avalado por una buena fundamentación científica especializada, algunas de las visiones no correctas (elenco de los principales neuromitos) que lamentablemente están vigentes en nuestros días y que en algunas ocasiones pueden suponer incluso una “lucrativa estafa educativa”.
No es infrecuente oír en algunos medios de comunicación a profesionales de distintas disciplinas (incluida la Psicología) decir que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro o que los individuos con el hemisferio derecho dominante se muestran más creativos, o que el cerebro de las mujeres es más (o menos) equilibrado que el de los varones, o que todos necesitamos dormir 8 horas seguidas, o que el cerebro está muy bien diseñado, o que cuanto más grande sea nuestro cerebro mucho mejor, o que los escáneres cerebrales pueden leer la mente, o que (el no va más de la moda y de la actualidad) las neuronas espejo nos hacen humanos, con su respectivo corolario (las neuronas espejo rotas provocan autismo), o (también sumamente actual) que el entrenamiento cerebral hará a los sujetos más inteligentes, o que la representación del cuerpo del cerebro es precisa y estable y, para acabar esta muestra ilustrativa, algo muy querido sobre todo para algunos psiquiatras: la consideración de la enfermedad mental como un desequilibrio químico del cerebro.
Siendo todavía más específicos en la relación cerebro y educación, podemos señalar que son hoy por hoy neuromitos que la enseñanza ha de programarse en función del hemisferio cerebral predominante, o que escuchar un tipo concreto de música hará a los alumnos más inteligentes, o que cuantas más horas pasen los estudiantes en los centros de enseñanza más aprenderán.
A raíz de lo dicho, parece aconsejable que antes de tratar de implantar un determinado programa o un método de enseñanza, basados supuestamente en los hallazgos más recientes obtenidos gracias a las neurociencias, tratemos por todos los medios de comprobar si no estaremos en presencia de un nuevo neuromito. También es prescriptivo recordar, para ser rigurosos y equitativos, que lo que en nuestros días llamamos neuromitos (no hay suficiente fundamentación científica para afirmar lo que aseveramos), puedan dejar de serlo en un futuro, si los avances permanentes de la ciencia así lo atestiguan.