La automatización de la desigualdad

Eubanks, V. (2019/2021). La automatización de la desigualdad. Herramientas de tecnología avanzada para supervisar y castigar a los pobres. Madrid: Capitán Swing.

Portada del libro

No es la primera vez que analizamos las desigualdades –tanto internacionales como intranacionales-, asunto actual y relevante donde los haya, pero ahora desvelando la incidencia concreta de las tecnologías avanzadas en ellas, de la mano de esta profesora e investigadora que ha dedicado una buena parte de su vida académica a esta materia, sobre todo y ante todo en el contexto estadounidense (Indiana, Los Ángeles, condado de Allegheny).

Desde los amaneceres de la era digitalnuevo régimen de los datos digitales: escrutinio digital- la toma de decisiones ha sufrido trascendentales cambios, muy concretamente la toma automatizada de decisiones: los humanos hemos cedido nuestro poder a máquinas sofisticadas. Somos dianas de los algoritmos, pero con un acceso sumamente limitado a sus modos de proceder, pues funcionan con  un código invisible e inescrutable para la mayoría de la gente.

En general, se nos trata de forma colectiva, como grupos –privilegiados y vulnerables-, lo que en muchas ocasiones supone que un bucle de injusticia se retroalimente asentado en la estrecha relación entre pobreza y una potente tecnología. Se consolida de este modo la aporofobia (odio, miedo, aversión o rechazo a la gente pobre, indigente, desfavorecida) y el alejamiento en la erradicación de la pobreza. La infraestructura digital utilizada –minería de datos, análisis predictivos, sistemas automatizados de elegibilidad…- llega a afectar incluso a principios básicos de la democracia, tal cual se pone de manifiesto en los análisis de la historia de los asilos tradicionales y más concretamente de los digitales, que utilizan bases de datos, algoritmos y modelos de riesgo (recopilación de datos muy intrusiva y sesgada) para el control y la supervisión de las distintas prestaciones sociales.

El asilo digital disuade de facto  (carrera de obstáculos) a las personas pobres –mediante la utilización de las herramientas de tecnología avanzada- de acceder a los recursos públicos, a la asistencia social. La automatización de los servicios, pública, privada o mezcla de ambas, no suele tener en cuenta los inmensos costes personales derivados de su implantación (la espiral descendente hacia el sinhogarismo crónico o la proliferación de olas de gentrificación, por ejemplo). La propositiva confusión entre soluciones técnicas y políticas acaba desembocando en una distopía (clasificación y  criminalización de las personas sin techo, triaje digital…), controlada por las nuevas herramientas digitales –ingeniería de sistemas-.

 A priori, la utilización de las herramientas digitales –algoritmos de predicción, por ejemplo- va precedida de un buen fin: la ayuda a la clase más desfavorecida, la prevención del abandono y del maltrato infantil, ser más eficientes en las gestiones administrativas de la elegibilidad para las ayudas económicas y sociales, entre otros. El problema es que la riqueza en datos automatizados no implica de inmediato beneficios para la ciudadanía necesitada de asistencia social. Al menos para bastantes de ellos, todo lo contrario: más sufrimientos y sinsabores, más inhumanidad.

De ahí la necesidad del desmantelamiento de los asilos digitales, del fomento de los movimientos inclusivos (narración de vivencias, comisiones de la verdad, movilizaciones… para la consecución de los derechos fundamentales: empleo, vivienda, educación, sanidad…).

Por lo dicho hasta ahora y por el propio título, cabe inferir con alta probabilidad de acierto que la pretensión de esta obra es reflejar documentadamente el lado oscuro de la tecnología más actual y avanzada –tecnologías disruptivas-. El objetivo está sobradamente cumplido. Merece la pena pensar detenidamente sobre todo ello, pues son muchas las personas a las que les está ocasionando serios problemas vitales.

Para captar los aspectos más positivos ya contamos con bastantes recensiones, gracias a las cuales el juicio definitivo sobre las ventajas e inconvenientes de las nuevas tecnologías quedará relativamente equilibrado y ajustado a la realidad. En todo caso, sin esta perspectiva crítica y bien fundada nuestra visión quedará manifiestamente sesgada, con todos los problemas que ello implica. Bienvenida, pues, esta importante aportación. Hemos de ser conscientes de que la automatización de la desigualdad es nociva para todos.

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