Lo que sí funciona

Lomborg, B. (2023). Lo que sí funciona. Las 12 soluciones más eficientes para erradicar la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Barcelona: Deusto.

Portada del libro

Si hablamos de la necesidad de colaboración a escala mundial, en pocas ocasiones nos vamos a encontrar con obras como la presente. El punto de partida: no se puede prestar la debida atención a todos nuestros problemas. Luego, se hace imprescindible la necesidad de su jerarquización -de forma transparente y racional-, en función de la viabilidad de su solución, teniendo siempre en cuenta su eficiencia -relación entre las entradas (gastos/inversión) y salidas (resultados). ¿Para qué? Para mejorar, dentro de lo humanamente posible, nuestras vidas y, más en general, nuestro mundo actual y el del futuro.

A primera vista, da la impresión de que merece la pena su lectura. Veamos, previamente, los argumentos esgrimidos y las pruebas empíricas que los avalan, antes de tomar cualquier decisión.

Un buen punto de partida es llevar a cabo primero lo que sí funciona (análisis coste/beneficio): políticas eficientesdoce grandes soluciones– en la mejora de la vida de las personas, sobre todo de aquellas que viven en la mitad más pobre del mundo (países de rentas bajas o medias/bajas: desde el año 2.000 hasta el 2.018 se redujo la mortalidad infantil entre 10 y 19 millones). Gastando relativamente poco se puede conseguir mucho.

Este enfoque va más allá de los piadosos deseos y de las recomendaciones bienintencionadas para centrarse en lo que son necesidades esenciales de nuestro mundo -jerarquizadas- y en las soluciones viables de las mismas -que los costes no sean a todas luces desorbitados-. Se puede hacer más de lo que uno se imagina al respecto.

Vamos entonces con las 12 mejores políticas para el mundo (invertir 41.000 millones de dólares -costes económicos y sociales-, supone un beneficio de 2,1 billón -cada dólar genera un rendimiento de 52 dólares-). Además, hay que señalar que nos lo podemos permitir.

Si empezamos con la tuberculosis (el asesino silencioso de los pobres del mundo: en 2022 se llevó por delante más vidas que cualquier otra enfermedad infecciosa), cabe indicar que con una inversión adicional anual de 6.200 millones de dólares podríamos salvar un millón de vidas cada año durante décadas. La dura realidad nos indica que siguen aún en nuestros días muriendo en torno a 1,4 millones, incluso sabiendo que por cada dólar invertido habría unos beneficios de 46 dólares.

Pasamos ahora a la educación. No es lo mismo invertir en escuelas que en aprendizaje: competencias básicas -en matemáticas, comprensión lectora…-. Aquí nos encontramos con que medidas bienintencionadaspolíticas ineficientes– cuestan mucho dinero a cambio de mínimos beneficios. La alternativa: más aprendizaje a menor coste, gracias a una enseñanza mejor estructurada, logrando así una ratio aproximada de coste/beneficio de 65 dólares.

Si nos centramos en la salud materna y neonatal, constatamos que 1 mujer muere por complicaciones en el embarazo o el parto cada 2 minutos y fallecen 9 recién nacidos. Estas tragedias son manifiestamente evitables: 3.700 millones de dólares anuales podrían salvar la vida de 161.000 madres y 1,2 millones de recién nacidos cada año. En modo alguno, es poca cosa, con además un coste no excesivamente alto (por cada dólar gastado se obtiene un beneficio social de 87 dólares), que es de lo que aquí se trata –eficiencia a la hora de detectar y tratar problemas básicos (herramientas de vidas salvadas) que están afectando a una buena parte de la humanidad-.

Lo dicho y mostrado para estos tres asuntos vale, con las matizaciones oportunas, para los nueve restantes: 1) más comida, más barata y de mejor calidad, gracias a la inversión en I+D (en 2022 el 9.3% de la humanidad sufría todavía malnutrición); 2) la malaria (beneficio de 48 dólares por cada 1 gastado, evitando unas 200.000 muertes anuales); 3) reducir la corrupción -en las contrataciones- mediante la oportuna digitalización -contratación electrónica-; 4) la lacra de la desnutrición infantil, que afecta a una cuarta parte de los niños del planeta; 5) enfermedades crónicas -cardiovasculares, cáncer…- (tabaco, alcohol y sal); 6) vacunación infantil: sus extraordinarios beneficios (aumentar el gasto posibilita salvar en torno a medio millón de vidas al año); 7) más comercio, es decir, libre comercio, siendo conscientes también de su lado oscuro; 8) migración cualificada para reducir la desigualdad global; y 9) seguridad de la propiedad de la tierra que mejoraría el futuro de África (para la mayoría de las personas pobres del mundo, el derecho a la propiedad es un lujo excepcional).

El hilo conductor de esta obra: la mitad más pobre del mundo puede cambiar sustancialmente su situación existencial para mejor, mediante compromisos acciones eficientes que no supongan costes inasumibles para la otra mitad de la humanidad. En modo alguno se trata de hacer una llamada a más recomendaciones bienintencionadas -hay ya demasiadas incluso por organismos internacionales bien conocidos: es el caso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sin ir más lejos (según el autor)-, sino de pasar a la accióneficiente– con argumentos bien asentados, científicamente hablando, como ocurre en el libro.

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