¿Solución para la formación específica de los futuros psicólogos educativos?
Hoy más que nunca abundan las publicaciones sobre las ventajas y desventajas, tanto de la educación presencial como a distancia. Nuestra era digital está haciendo que haya no pocos autores que se sientan inclinados a proponer como modelo ideal de enseñanza y aprendizaje formal para el presente, y mucho más para el futuro, los denominados modelos híbridos, es decir, el blended learning (B-Learning) o con otras terminologías al uso: technology-mediated instruction, web-enhanced instruction, o mixed-mode instruction.
El aprendizaje semipresencial queda especificado por una combinación eficiente de diferentes modos de enseñanzas y distintas formas de aprendizajes. Emplea de manera equilibrada tanto recursos virtuales como físicos. El diseño curricular vertebra coherente y complementariamente unos y otros. El B-Learning implica llevar a cabo actividades presenciales y virtuales, tanto por parte de los profesores como de los alumnos. En síntesis, se trataría de seleccionar, conservando, las ventajas de los sistemas presenciales, a las que se unirían -en su justo medio- las también ventajas de la educación a distancia, todo ello enmarcado dentro de una sociedad digital. Desde un punto de vista estrictamente académico es difícil resistirse –pues sintetiza las ventajas de lo presencial y lo virtual, dejando de lado las desventajas de ambos sistemas considerados por separado- al atractivo de este tipo de enseñanza y aprendizaje. ¿Por qué, entonces, no utilizarlo en los másteres de Psicología de la Educación para formar adecuadamente a los licenciados o graduados en Psicología?
Entendemos, desde ACIPE, que tal vez este sea el reto más interesante que tenemos en estos momentos ante nosotros en España. Nos parece una salida airosa ante los problemas con los que frecuentemente se encuentran los compañeros que asumen la especificidad del psicólogo educativo –sus funciones son las evaluaciones, las orientaciones o asesoramientos y las intervenciones de tipo psicológico-, pero que no contarían con un número suficiente de alumnos en sus universidades como para atreverse a solicitar la verificación de un máster oficial en Psicología de la Educación, sólo para psicólogos. Casi todos los elementos esenciales para ese máster semipresencial los tenemos ya en estos momentos:
- La esencia del diseño curricular, quedó recogida en el acuerdo de 2010, firmado por representantes del profesorado, de los padres, de la Conferencia de Decanos, del COP y de los psicólogos educativos.
- Ese diseño ya se ha materializado en algún máster presencial de Psicología de la Educación, cual es el caso del de la UCM.
- En reuniones con los máximos representantes en educación de los distintos grupos parlamentarios, éstos se pronunciaron claramente a favor tanto del máster específico en Psicología de la Educación, como de la inserción de los psicólogos y psicólogas educativos en el sistema educativo español.
- ¿Qué es lo que nos quedaría por hacer?
- Dar el salto de lo totalmente presencial a lo semipresencial. Las experiencias con los campus virtuales de la mayoría, si no la totalidad, de las universidades españolas puede ser un buen punto de partida para esa transformación.
- Realizar los correspondientes acuerdos entre las universidades interesadas, a imitación de los ya existentes para otro tipo de másteres oficiales. En este caso concreto nos encontramos con la cooperación y experiencia, a lo largo de los últimos años, de tres grandes universidades españolas (la UNED, la UCM y la UAM) en su impartición del máster interuniversitario en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud.
Las ventajas de esta propuesta saltan a la vista. Señalemos aquí sólo unos ejemplos, referidos a aspectos diversos:
- Al estar dentro de la Psicología de la Educación, asumiríamos lo que a todas luces está llamado a ser el enfoque predominante de enseñanza y aprendizaje del siglo que iniciamos. Predicaríamos así, los psicólogos educativos, con el ejemplo.
- Unir lo analógico y lo digital posibilita una más eficiente adaptación a las peculiaridades de los agentes educativos, tanto de tipo vertical (profesores/alumnos), como horizontal (profesores, por un lado, y alumno, por el otro). Todos, querámoslo o no, tenemos que vivir dentro de estos dos mundos: el analógico y cada vez más el digital.
- Buena parte de posibles problemas de compatibilidad de horarios disminuirían. Igual ocurre con los desplazamientos a las aulas. Incluso se paliarían, al menos en parte, algunos problemas económicos.
- Es más fácil atender a la diversidad (de competencias, estilos de enseñanza y de aprendizaje), por lo que cabe imaginar que el rendimiento puede llegar a ser superior.
- ¿No tendría ninguna desventaja este tipo de másteres semipresenciales? Aquí también pondremos sólo unos ejemplos, que siendo así que se refieren aparentemente a asuntos tangenciales, sin embargo pueden condicionar considerablemente la esencia del propio máster:
- La burocratización excesiva en la que estamos en la actualidad sumidos (reuniones muy variadas, informes de diversos tipos, múltiples memorias, etc.) y que aumentaría en este caso al tratarse de una participación interuniversitaria.
- Los posibles problemas de coordinación (de gestión, de diseño curricular, de profesorado) entre las distintas universidades.
Hasta aquí, hemos supuesto que los másteres semipresenciales iban a ser también interuniversitarios, debido a la posible falta de alumnos en el caso de ciertas universidades. ¿Qué decir de los másteres semipresenciales sin este específico condicionante? Pues que son los que muy probablemente dominarán, con plena justificación académica, el futuro inmediato.