Sapolsky, R. (2017/19). Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos. Madrid: Capitán Swing.
El objetivo de esta obra es claro: ofrecer al lector lo que hoy, ya en el siglo XXI, conocemos sobre los mecanismos que nos explican el porqué de nuestros comportamientos, tanto de los mejores (prosociales: cooperar, ayudar a alguien que lo necesita…) como de los peores (antisociales: agresividad, venganza…). Para ello es preciso huir tanto de los fundamentalistas moleculares (los que creen que las ciencias sociales están llamadas a desaparecer) como de los que entienden que se puede explicar científicamente la conducta humana sin contar con las ciencias biológicas. El reto: pensar de forma interdisciplinaria si queremos ir deshaciendo mitos (el mito de la testosterona: sólo verla relacionada con el comportamiento agresivo-; de la oxitocina –sólo como hormona del amor-: de hecho, nos hace mejores con los nuestros, pero peores con los demás, exagera, pues, la dicotomía nosotros/ellos; innato –sin ningún significado científico…).
Mucho más concretamente, se hace prescriptiva la declaración de la falsedad de una dicotomía,mantenida hasta nuestros días: cognición frente a emoción (relación lóbulo frontal y sistema límbico: cognición y emoción interactúan neurobiológicamente). Esto explica en gran medida por qué en nuestras decisiones somos menos racionales y autónomos de lo que nos solemos imaginar. Es más, en casi todos los casos, si no en todos, la dependencia del contexto es extraordinaria para comprender la bidireccionalidad existente entre cognición y emoción y su influencia y determinación, conjunta, en los distintos tipos de comportamientos. Es constatable hoy en día tanto el poder que tiene el aprendizaje para dar forma a la biología, gracias a la neuroplasticidad (sinaptogénesis, neurogénesis, plasticidad axonal – retrazamientos de la circuitería neuronal-, surgimiento y repliegue de espinas dendríticas…), como de la incidencia de ésta –la biología- (genes –los genes son regulados por todas las encarnaciones del ambiente-, proteínas, hormonas, neurotransmisores…) en todas nuestras conductas. Se produce un condicionamiento circular, facilitador o inhibidor de los cambios. De ahí que no sea muy adecuado preguntar por lo que hace un determinado gen, sino qué cabe esperar de él en función de un contexto determinado. Así pues, cultura y biología coevolucionan: diferentes tipos de cerebro producen distintas culturas y distintas culturas producen diferentes cerebros (culturas colectivistas frente a individualistas; culturas estratificadas frente a igualitarias…). Aquí entran también en juego, como cabía imaginar, los mecanismos epigenéticos (la epigenética puede lograr que los efectos del ambiente duren toda la vida o incluso sean multigeneracionales). Teniendo todo esto en cuenta, como bien señala el autor, dentro de la propia biología se debiera hablar más que de causas de propensiones y dependencias de contexto, es decir, de círculos, bucles, espirales y cintas de Moebius, como trata de poner de manifiesto a lo largo de su obra.
Las más de 950 páginas del libro, bien escrito (y en el que se muestra un buen sentido del humor) y muy bien documentado -científicamente hablando-, nos ofrecen un magnífico panorama de los conocimientos más pertinentes y actuales para comprender, con cierto rigor, cuáles son las variables subyacentes de nuestras conductas (por ejemplo, las morales y las inmorales), haciendo referencia igualmente a buena parte de los mitos (ideas erróneas) que han estado vigentes hasta muy recientemente y que han sido mantenidos y defendidos tanto por expertos como por legos en la materia. Como es fácil imaginar se necesita tiempo y buena disposición para asimilar todo lo que se nos presenta en este volumen, dada la multitud de fuentes utilizadas, provenientes de los más diversos campos académicos: genética, endocrinología, biología, neurociencia, psicología, sociología y antropología, entre otros.
Creo que la atención prestada y el esfuerzo requerido para la plena comprensión de lo traído a colación por este especialista en antropología biológica y en neuroendocrinología se alzarán con la merecida recompensa, cognitiva y emocional, de nuestro cerebro. Las posibles neuroimágenes de nuestra corteza prefrontal dorsolateral –más racional- y ventromedial –más emocional- muy probablemente así lo atestiguarían. Anímate, pues, a hacer la prueba, si no te supone una carga cognitiva excesiva. Muestra tenacidad intelectual.