La luz revelada

Haroche, S. (2020/22).  La luz revelada. Del telescopio de Galileo a la extrañeza cuántica. Barcelona: Debate.

Portada del libro

El autor, Premio Nobel de Física (2012), se encarga desde un principio de dejarnos claro que en una época como la nuestra en la que sentimos una necesidad de la ciencia todos los campos del conocimiento– como nunca antes, es preciso dirigirse tanto al lector/a no científico, como a las personas que por sus investigaciones son ya especialistas, a fin de  que se adentren en una historia apasionante y llena de sorpresas –la historia de la luz, que contiene el germen de toda la historia de la física-, como la que se va a narrar a lo largo de más de cuatrocientas páginas.

Bienvenida será, pues, cualquier persona. Sólo se le va a requerir un par de condiciones: a) pasión por la buena ciencia –por la belleza de la labor científica– y, en consecuencia, con voluntad firme de luchar denodadamente contra el veneno de la posverdad y de los hechos alternativostribalismo anticientífico– y b) recordar oportunamente lo aprendido en la educación previa a la universitaria en materias como las matemáticas, la física, la química o la biología y alguna otra área –asignatura- cercana.

La brillantez del volumen radica en la unión equilibrada de la forma expositiva –elegante- y la profundidad –validez- de los marcos conceptuales –un espacio y un tiempo absolutos (clásicos) frente al continuo espacio-tiempo einsteiniano (actual) o la física clásica frente a la revolución cuántica, como un par de ejemplos bien ilustrativos-. Tanto la teoría de la relatividad como la física cuántica nacieron precisamente de los interrogantes sobre las propiedades paradójicas de la luz. Además, gracias a la luz hoy contamos con una medición sumamente precisa del tiempo, inimaginable en periodos no muy lejanos –relojes ópticos-.

En la búsqueda de la precisión, y dentro dela blue sky research –investigación básica-, cabe la posibilidad de que surja algo inesperado, que acabe siendo fundamental. Esto se aplica ciertamente en el caso de la historia de la ciencia de la luz –hoy plenamente cuantitativa-, gozne en torno al cual gira el desarrollo de todo el libro, pues el objetivo esencial es desentrañar justamente sus misterios (sus secretos)–dualismo onda/corpúsculo: dualidad cuántica-, para poder gozar así de sus relevantes implicaciones para nuestras vidas y para el conocimiento riguroso del universo –avances gigantescos, con cobros de impuestos por ellos-.

Estos grandes logros, desconocidos desgraciadamente por demasiadas personas, son el fruto de una serie de elementos que reciben la atención debida en este volumen: la curiosidad -afortunadamente sin límites: pasión por el saber-, la interdisciplinariedad –obligada en ciencia: búsqueda común de la verdad científica-, la cuantificación –pasión por la precisión-, la complementariedad –ciencia básica y tecnología, con su correspondiente bidireccionalidad-.

A ello se han de unir una serie de realidades conceptos y principios sutiles, cuya comprensión hemos tardado en asimilar: el vacío cuántico –nube hormigueante de partículas-, la información cuántica –uso de la extrañeza cuántica para calcular o comunicarse con mayor eficiencia y rapidez-, el entrelazamiento cuántico –con propiedades extrañas para una mente clásica-, el láser –tecnología nacida de la física cuántica-, los principios cuánticos –sin analogía en el mundo macroscópico- y la luz –fotones-, que vertebra –cohesiona- estas realidades, por sólo traer a colación algunas de ellas.

Además del aprendizaje de los contenidos –de suma trascendencia, como hemos visto hasta aquí: óptica, electricidad, magnetismo, relatividad, física cuántica, etcétera-, no es menos importante el aprendizaje del cómo se va poco a poco cimentando la buena ciencia. En este sentido puede servir de manual para saber cómo trabajan los científicos apasionados por el conocimiento de la verdad, que para los humanos siempre es relativa –algunos misterios se disipan, pero otros permanecerán a lo largo del tiempo-. Las luces, e igualmente las sombras de los científicos -que las hay a lo largo de la historia de la ciencia-, también son debidamente analizadas, con el fin de ofrecer una visión lo más completa posible del devenir de la propia ciencia.

Que nadie se lleve a engaño con esta obra: exige bastantes más conocimientos científicos de los que su autor inicialmente –de forma muy generosa- presupuso, pero ¿merece la pena entonces su lectura? Sin duda, siempre y cuando se tengan en cuenta los requisitos comentados al inicio. Con esta consideración en mente, cualquier persona puede dar comienzo ya a su lectura. El buen aprendizaje está asegurado. No perderá en absoluto el tiempo. Saldrá bien ilustrado e iluminado, gracias precisamente a lo asimilado sobre la luz –aquí bien desvelada-.

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