Kaku, M. (2021/22). La ecuación de Dios. La búsqueda de una teoría del todo. Barcelona: Debate.
Pocas dudas hay –los hechos así lo reflejan- de que nos encontramos ante uno de los divulgadores científicos más conocido del mundo. Además, el asunto tratado se ha apoderado de la imaginación de los mejores científicos de nuestros días, a escala internacional. Por si esto no fuera suficiente para motivarnos a la lectura de esta obra, se pretende dar cuenta de hasta qué punto seremos capaces de lograr lo que ni siquiera el propio Einstein pudo conseguir: ver hecho realidad el gran sueño de la humanidad, que se inicia con Newton: la teoría del todo –la ecuación de Dios-. Si bien el autor –catedrático de física teórica-, señala el camino que juzga hoy más prometedor –la teoría de cuerdas-, reconoce con la humildad característica del buen científico que se encuentra sumida en apasionadas controversias –la teoría más polémica de la física-.
Comencemos sin más dilación con el reconocimiento de los marcos conceptuales –mejor que paradigmas-, proporcionados por las personas verdaderamente grandes en la ciencia –siempre desde una perspectiva internacional-, pues sin sus logros teóricos –leyes del movimiento, electricidad, magnetismo, relatividad, teoría cuántica…-, hoy no podríamos disfrutar de las nuevas tecnologías –revolución tecnológica– de las que nos sentimos, por un lado, tan necesitados y, por otro, tan satisfechos y orgullosos: ordenadores y superordenadores, transistores, láseres, internet, teléfonos inteligentes… -todo lo cual implica una auténtica revolución social-. De hecho, la unificación de las leyes de la mecánica cuántica ayuda a revelar tanto los secretos del universo como el propio árbol de la vida: nuestros orígenes y evolución.
Fuerzas, gravedad, campos, ondas, partículas, cuantos, cuerdas, espacio/tiempo, energía, materia –antimateria-, simetría –belleza- y supersimetría –intercambio de fermiones y bosones-, ecuaciones, son palabras/conceptos desarrollados por Newton, Faraday, Maxwell, Planck, Schrödinger, Heisenberg, Dirac, Pauli, Feynman, Einstein, entre otros, sin los cuales no podemos comprender la ciencia actual ni los desarrollos tecnológicos de nuestra sociedad avanzada.
Si nos empeñamos en seguir siendo analfabetos científicos, hemos de estar dispuestos a padecer el consiguiente raquitismo mental, las visiones de túneles e incluso el empobrecimiento material, personal y social –la ciencia es inversión más que gasto-. Importante aviso para políticos de uno u otro signo ideológico. Recordemos el enorme coste económico y personal que hubo de pagar Edison, en su lucha con Tesla, por ignorar las ecuaciones de Maxwell.
Las potentes herramientas científicas igualmente han sido necesarias para el impactante avance de la ciencia: telescopios –espaciales y terrestres-, microscopios –ópticos y electrónicos-, gigantescos aceleradores de partículas… Sin ellas la ciencia, actual y futura, ni puede avanzar –nuevos marcos conceptuales, apoyos empíricos a las distintas hipótesis y teorías, navegación segura en la sobreabundancia de información- ni consolidarse en cuanto tal.
Estos avances espectaculares, sobre todo a lo largo del siglo XX y XXI, animaron a los científicos en su búsqueda de una teoría definitiva –del todo- que abarcase a las cuatro fuerzas (débil, fuerte, electromagnética y de la gravedad), pero por ahora nos hemos de conformar con una teoría del casi todo (tres fuerzas unidas –modelo estándar-, pero no la de la gravedad, pues necesitamos que materia y gravedad estén cuantizadas –gravitación cuántica-), siendo conscientes de que todavía nos queda un largo camino por recorrer en nuestro conocimiento riguroso del universo: agujeros negros, agujeros de gusano, materia y energía oscuras, qué tipo de fin del universo nos aguarda, entre otros muchos. El sentido común, en lo macro y en lo micro, ha de dejar paso a lo contraintuitivo (la nada es un hervidero de actividad cuántica), para centrarse casi en exclusividad en el mundo meso, en el que gracias a la evolución a lo largo de millones de años nos desenvolvemos bastante mejor. Además, en ciencia, las aparentes meteduras de pata –constante cosmológica, por ejemplo- pueden abrir campos de investigación completamente nuevos.
Si queremos ir vislumbrando el final de este apasionante viaje, ¿qué decir de una de las candidatas más controvertidas a ser la anhelada teoría de todo –la que pueda unificar la gravedad y la teoría cuántica-, como es la teoría de cuerdas? Que hemos de animarnos a la lectura de las últimas páginas del libro. Tras ello, descubriremos las promesas que suscita y los problemas con los que se encuentra. Los/las investigadores del futuro inmediato pueden estar seguros de que no les va a faltar trabajo, sabiendo que hemos de gozar y disfrutar ya desde estos momentos con lo que hasta ahora hemos logrado: una visión más realista –rigurosa- de nuestro universo y de nosotros mismos. La ciencia, por tanto, es maravillosa. Alfabeticémonos más con y en ella, pues.