En un vuelo de estorninos

Parisi, G. (2021/23). En un vuelo de estorninos. Las maravillas de los sistemas complejos. Barcelona: Paidós.

Nada más comenzar ya sentimos un placer inmenso al leer esta breve obra –síntesis actualizada de otros trabajos previos- del Premio Nobel de Física de 2021 (“por el descubrimiento  de la interacción del desorden y las fluctuaciones en los sistemas físicos, desde escalas atómicas hasta planetarias”).

¿Por qué ese placer? Porque se nos va a hablar, con muy buen conocimiento de causa, de dos asuntos estrechamente relacionados  a cual más trascendente: la interacción en cualquier tipo de sistema –sus maravillas, gracias precisamente a la interacción- y más concretamente la que tiene lugar en los sistemas complejos: se incluyen aquí las principales realidades humanas -psicológicas, sociales y económicas (problemas desordenados)-.

Además, todo este trabajo científico es enmarcado en el contexto social –prestigio de la física teórica de las partículas elementales (cromodinámica cuántica, teoría de cuerdas…)- en el que le tocó desarrollar sus descubrimientos en los ámbitos de la teoría cuántica de campos y de la mecánica estadística (teoría de los vidrios de espín). De ahí su pasión por la interacción y los sistemas complejos.

Primera advertencia digna de toda consideración para cualquiera de nosotros: en ciencia nadie puede asegurarte el éxito (¿gravedad cuántica?). Hablamos de una humildad científica que nos delata al instante la talla de quien eso afirma: por mucho que intentemos predecir el futuro, éste nos deparará considerables sorpresas.

Asumiendo esto, cabe afirmar, hoy por hoy, que la narración de la buena ciencia dista mucho de lo que nos pueda asegurar cualquier otro relato. Así es la ciencia en estado puro: requiere buenas competencias en los diseños e interpretación de los datos, junto con las  adecuadas herramientas técnicas (abordar un problema sin la debida preparación es una invitación al desastre seguro).

Traigamos a colación el aparentemente insustancial vuelo de los estorninos. Relato no científico: me gusta, me desagrada, me parece hermoso, me asusta. Relato científico: valores precisos de las diferentes distancias –magnitud anisótropa que presenta valores distintos en diferentes direcciones espaciales-, algoritmos, herramientas de alta precisión, hipótesis, puesta a prueba de las mismas, entre otros muchos factores, si queremos comprender el comportamiento cuantitativo de la bandada. Así, las predicciones derivadas de este conocimiento científico tienen alta probabilidad de cumplirse. Desde cualquier relato no científico, las cosas –los cumplimientos de las predicciones- se complican y mucho. He ahí, pues, la gran diferencia –bastante más allá de las diferencias estadísticamente significativas, por cierto-.

No podía faltar, como es lógico, el análisis de las transiciones de fase (de primer orden y de segundo orden). Nos referimos a fenómenos colectivos que implican intercambiar información/verse sometidos a fuerzas, con una minimización de la energía. Se producen transiciones de una fase más ordenada a otra menos ordenada del sistema (renormalización: pasar de una escala a la siguiente).  Así llegamos hasta la teoría de los vidrios de espín que nos posibilita entender el mundo de los sistemas desordenados (los sistemas desordenados se hallan, simultáneamente, en un gran número de estados de equilibrio distintos).

Dado que el mundo real es claramente desordenado, no lo podremos explicar ni realizar predicciones bien fundadas, salvo que entendamos científicamente los mecanismos subyacentes a esta clase de sistemas (en algunas ocasiones, las intuiciones –matemáticas, físicas…-, son también útiles, como atestiguan los buenos científicos –en tanto pasos iniciales o intermedios-, pero únicamente si se utilizan como herramientas heurísticas; con otros usos pueden resultar sumamente peligrosas y aberrantes).

Ahora ya vamos intuyendo el porqué de la conveniencia de la lectura de esta obra manifiestamente divulgativa que estimulará a buen seguro el ansia de avanzar por la vía de la buena ciencia.  Tiene muy pocas páginas -149-, está muy bien escrita, en un lenguaje sencillo, que refleja muy bien cómo es, en general, el proceso investigador, señalando a su vez las enormes implicaciones de todo tipo para nuestras vidas, pues, querámoslo o  no, somos sistemas dentro de otros sistemas. Además, gracias al libro constatamos la importancia de que la ciencia se consolide como cultura –qué extraordinaria idea para ponerla en práctica en algunos países-. Si esto ocurriese, nosotros mejoraríamos y también el mundo en el que nos ha tocado vivir. Entiendo que merece la pena, por tanto, participar en este estimulante proyecto vital.

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