Sigman, M. (2022). El poder de las palabras. Cómo cambiar tu cerebro (y tu vida) conversando. Barcelona: Debate.
Este autor, referente internacional de la neurociencia, quiere materializar un buen deseo para cada uno de sus lectores -personas-: que seamos capaces de encontrar mejores versiones de nosotros mismos. ¿Cómo? A través de las buenas conversaciones –hablar para aprender, no para convencer-. El aval: la buena ciencia (necesariamente imperfecta). ¿Quién no se apunta, entonces? No es de extrañar que esta obra vaya ya por su sexta reimpresión antes de acabar 2023. Empecemos, pues, sin demora.
No nos engañemos. Es difícil para cualquiera, dada la cualidad anfibia del tránsito entre realidad y ficción, separar lo falso de lo cierto -verdadero-, pero no es imposible. Luego, necesitamos herramientas de ayuda -¿algoritmos?, ¿conversaciones?…-.
Primera dolorosa constatación: las noticias falsas son más veloces, se extienden más y son más contagiosas (emoción: ¿cómo apelar a la razón en el mundo impulsivo de las emociones?) que las verdaderas. Al utilizar con mucha frecuencia el pensamiento automático (recordemos a Kahneman) es sumamente fácil caer en sesgos (disponibilidad -visión muy parcial-…). Uno de los antídotos: dejar espacio al pensamiento lógico para que pueda corregir las valoraciones y decisiones del automático.
¿Qué ocurre cuando las conversaciones están guiadas por el pensamiento lógico? Históricamente, en un primer paso, nos encontramos con la sabiduría de las multitudes. De forma más afinada, ya en un segundo momento histórico -nuestros días-, ponemos a prueba si los pequeños grupos -que conversan (laboratorio principal de ideas) con la intención de que el pensamiento lógico -mentalidad abierta- haga acto de presencia (promedio ponderado por confianza) son mejores que las multitudes. Se constata que en esos grupos reducidos se descubren más fácilmente los posibles errores, lo que a su vez propicia la toma de decisiones más acorde con el buen pensar -el científico-.
Así los grupos pequeños (posibilitan la revisión: sabiduría) son más sabios que las multitudes (favorecen el contagio: locura de masas), siendo los grises de alta confianza (Montaigne, como ejemplo histórico) los que más favorecen el consenso. En todo caso, se ha de partir de un presupuesto básico: estar dispuesto a cambiar de opinión si procediese, tras la pertinente conversación argumentada.
Cuando el centro de atención somos nosotros mismos –aprendizaje profundo frente a aprendizaje inerte: construir nuestro propio personaje-, ¿qué componentes han de ser tenidos en cuenta? Los siguientes: a) las palabras -el hilo conductor de las mismas en tanto sustrato que estabiliza los recuerdos-; b) la memoria -recuerdo, amnesia, ediciones, distorsiones (ilusiones), proceso creativo (selección), memoria genética, ficción y realidad (memorias anfibias), reverberación, la emoción- y c) la creatividad -dotar de significado, contar a otras personas, elaborar un relato-, entre otros.
Cada persona es, de esta forma, como el barco de Teseo: permanecemos cambiando, cambiamos permaneciendo, gracias, en este contexto, a las palabras -memorizadas y seleccionadas creativamente- y sobre todo a las conversaciones en pequeños grupos y con nosotros mismos -mejora de nuestra vida emocional (las categorías que elegimos para describir las emociones condicionan la experiencia consciente que tenemos de ellas)-. Hemos de aprender a ser compasivos con nosotros mismos.
Es importante, en consecuencia, caminar en la dirección de una experiencia emocional menos pixelada, más libre, más de cada cual. Nos podemos convertir, pues, en protagonistas, directores o guionistas de nuestra propia vida emocional. Las palabras usadas dan forma y color a nuestras vidas (el lenguaje goza de una fuerza extraordinaria para resignificar la experiencia emocional).
La buena conversación mejora la regulación de las emociones (distracción, inducción, resignificación y compasión). Sin conversación acaba uno en el desamparo, en la soledad (el polo opuesto: la compasión –mentalidad compasiva-), con todo lo que esto implica: problemas -enfermedades- graves de salud física, emocional y mental (depresión, ansiedad, demencia…). Nuestro sistema de regulación y control cognitivo y emocional puede quedar seriamente afectado.
Con esta obra, netamente divulgativa, escrita en lenguaje claro y ameno, se posibilita ciertamente avanzar en el logro del propósito inicial: encontrar versiones más equilibradas y creativas de nosotros mismos. Puesto que conservamos intacta, a lo largo de toda la vida, nuestra capacidad para aprender -siempre aprendiendo es el lema de ACIPE-, se nos da aquí una buena oportunidad para practicarla en nuestro propio beneficio. No la desaprovechemos. A buen seguro, saldremos ganando.