El futuro es ahora

Lanier, J. (2019). El futuro es ahora. Un viaje a través de la realidad virtual. Barcelona: Debate.

El autor de esta obra, científico, músico y escritor, es considerado por varias revistas (Time, Prospect…) como uno de los 100 mejores y más influyentes pensadores (intelectuales) internacionales de nuestros días. Algunas de sus publicaciones previas (Contra el rebaño digital, ¿Quién controla el futuro?… ) se constituyen en un claro augurio de éxito para la presente, centrada en un concepto que él precisamente contribuyó (a su manera: la expresión ya existía) a acuñar: la realidad virtual (tecnología creadora de realidad, identificable como simulación de la misma –entorno simulado-; simuladores de entrenamiento para cualquier cosa; maneras de probar propuestas de modificaciones en el mundo real antes de ejecutarlas realmente).

Esta realidad aparece vertebrada interdisciplinarmente, tanto en su desarrollo (matemáticos, ingenieros, informáticos…) como en sus aplicaciones (terapéuticas –médicas: simuladores quirúrgicos,  y psicológicas: en la Clínica de la Facultad de Psicología de la UCM la estamos utilizando-, educativas, profesionales (aeronáutica: simuladores de vuelos…). De ahí que desde la Psicología y la Educación no podamos permanecer ajenos a lo que nos ha deparado hasta ahora y, sobre todo, lo que cabe imaginar nos proporcionará en un inmediato futuro este conjunto de nuevas tecnologías de nuestro mundo digitalizado.

Tenemos ahora una buena oportunidad, mediante la lectura del libro, de acercarnos a examinar pormenorizadamente la reciente historia (segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI) de esta nueva realidad virtual (RV), capaz de expandir nuestra mente y nuestra experiencia vital,  como testimonia la propia vida de Lanier y de la que se da cumplida cuenta. Si algo queda claro, tras la lectura, es la complejidad de la propia realidad virtual (no puede conocerse por completo; la ciencia no puede prometernos el oro y el moro, eso sólo lo hacen los charlatanes). Por eso se nos ofrecen más de medio centenar de definiciones  (52, concretamente).  Selecciono una de ellas (la sexta), pues creo que es la que más se acerca al imaginario colectivo de los iniciados en la materia: un conjunto siempre creciente de artilugios que funcionan en conjunto y se acoplan con los órganos sensoriales y motores humanos. Gafas, guantes, suelos que se desplazan para que podamos sentir que recorremos grandes distancias en el mundo virtual, aunque físicamente permanezcamos en el mismo punto; la lista es interminable.

Ahora bien, no es en modo alguno la que pone de manifiesto sus grandes implicaciones existenciales: la RV nos acerca fidedignamente a nuestra experiencia subjetiva (muestra, en consecuencia lógica, que somos reales). Además, lo aconsejable es que la RV se pueda disfrutar como un placer de la vida, no como un sustituto de ésta. Por lo que atañe específicamente a la educación, la RV nos permite transformar nuestro entorno convirtiéndolo en un lugar donde sea más fácil aprender, en el que se despierte nuestra curiosidad y, gracias al cual, mejorar nuestra inteligencia.  Por supuesto, la definición aquí seleccionada se puede colocar, en cierto sentido, en las  antípodas de las más polémicas, como cuando se afirma que la RV es lo opuesto a la IA –inteligencia artificial-.

Pero en el libro no sólo se nos habla, con pleno y total conocimiento de causa de la ciencia de la RV(de la que todavía se sabe poquísimo) o de la realidad mixta (aumentada), sino de todo el contexto social, personal y cultural en el que se enmarca. La ironía y la crítica sagaz brillan por doquier. Sirva como ejemplo ilustrativo la visión del autor sobre la bien conocida ley de Moore: era y sigue siendo la teología (sic) en la que se fundamenta la idea que Silicon Valley (plagado de sectas) tiene del destino. Igualmente, es crítico con la propia RV del futuro: será capaz de ampliar lo mejor y lo peor de las personas (además de los ocasionales mareos en los simuladores; otros peligros, seguridad). El lema: tácticamente pesimistas, estratégicamente optimistas. Su temor con respecto a las ubicuas redes sociales –que saquen lo peor de cada cual- debiera ser considerado en nuestros días con cierto detenimiento, a la luz de los abundantes datos con los que contamos en esa dirección. Hay que luchar denodadamente para no dejarse seducir por las mitologías populares de cada época. La nuestra cuenta con unas cuantas, buena parte de ellas relacionadas y ubicadas dentro del universo digital.

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