Piénsalo otra vez

Grant, A. (2021/22). Piénsalo otra vez. El poder de saber lo que no sabes. Barcelona: Deusto.

Portada del libro "Piénsalo otra vez"

El punto de partida de esta obra psicológica es que la pereza cognitiva (mantener las ideologías calcificadas -los fósiles mentales, el ser ciegos a la propia ceguera o ser ignorantes de nuestra propia ignorancia, el ascenso a la cumbre del monte Estúpido) puede conducirnos a la falacia de la primera intuición o al mantenimiento de hábitos perniciosos.

Ante esta situación se hace imprescindible percatarse de que el mundo –nuestra realidad social y material- está en permanente cambio y de que si queremos adaptarnos a esos cambios con éxito debemos reconsiderar (flexibilidad mental) nuestros comportamientos, nuestra forma de pensar. Además, tenemos que ser conscientes igualmente de que si esto es saludable para nosotros –la reconsideración– también lo será para los demás.

Ahora bien, ¿cómo va a ser posible desarrollar ese proceso de reconsideración –capacidad de repensar con su correspondiente actitud de una confianza humilde-, capaz de conducirnos a las comunidades de aprendices vitalicios, es decir, a  una cultura del aprendizaje –en la escuela y en el trabajo- que parte del principio de que la búsqueda del conocimiento nunca puede darse por concluida –seguridad psicológica-? Éste va a ser justamente el objetivo del libro.

El hilo conductor es el de los modelos de pensar. Es aconsejable el abandono de ciertos modos de pensar (modo predicador, político o fiscal: con propensión a dejarse guiar por sesgos como el de la confirmación, el de la deseabilidad, el binario -frente a las múltiples caras de un prisma-, entre otros) para dar paso a la manera de pensar científica (muy alejada del yo no tengo sesgos y muy cercana a tener activa la mente abierta). Si la información es poder (y lo es), ser conscientes de lo que no sabemos es la sabiduría de la buena ciencia, la que está fundamentada en el ciclo de la reconsideración -frente al de la autosuficiencia (alimentado por estereotipos y prejuicios)-.

El modelo científico parte del hecho de que la condición humana está necesariamente ligada a las equivocaciones – imprescindibles, debido a la propia falibilidad-. El primer paso para el proceso de reconsideración es su reconocimiento. El segundo es saber que gracias a estas equivocaciones podemos seguir aprendiendo: el placer de equivocarse –yerro, luego aprendo-. El tercer paso implica separar tanto los valores (identidades) de las creencias (opiniones) como los conflictos funcionales –centrados en las ideas: discusión constructiva- de los relacionales -personales, emocionales-. Hemos de tener en cuenta que, en general, la ausencia de conflictos no es armonía, es apatía.

Si queremos seguir avanzandoaprendiendo– nos tenemos que adentrar en la ciencia del pacto. Un buen debate no es una guerra ni una balanza (espirales de ataque y defensa). Es más bien un baile –bailar al mismo ritmo, no dar pisotones (buscar los puntos en común)-. Ello requiere intentar eludir los prejuicios, desmontando los estereotipos que conducen a la polarización grupal, gracias a la puesta en funcionamiento del efecto  perspectiva, del pensamiento contrafáctico o del desaprendizaje.

Una herramienta concreta para obtener el paso de ciclo de autosuficiencia al de la reconsideración es la de la entrevista motivacional: plantear preguntas –resistirse al reflejo de corrección, carisma inverso-, una escucha reflexiva, un reforzamiento del deseo de cambio y un resumen del contenido para ayudar a cumplir los objetivos.

Dentro del específico mundo de la educación a lo largo de la vida, tal vez haya llegado la hora de reescribir los libros de texto con el fin de posibilitar a los estudiantes el sano y científico cuestionamiento de lo recibido en cada momento –contingencia social e histórica-: convertir el ciclo de reconsideración en  parte central de lo que enseñamos y de cómo lo enseñamos (fomentando la humildad intelectual, estimulando dudas académicas y cultivando la curiosidad por el saber). En definitiva, convirtiendo la clase en un auténtico laboratorio viviente, posibilitando que la reconsideración acabe convirtiéndose en una valiosa costumbre, en una competencia muy útil,  dejando a un lado el efecto pasmado, escasamente científico, pues supone aprender del profesor más que con el profesor –se necesita más tiempo para la confusión-.

Pensarlo otra vez es uno de los mejores indicios de que estamos preparados para afrontar sana una vida más gratificante e inteligentemente el futuro.

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