Menos es más

Hickel, J. (2021/23). Menos es más. Cómo el decrecimiento salvará el mundo. Madrid: Capitán Swing.

Portada del libro

He aquí una obra que refleja bien el tan necesario pensamiento de amplio espectro y que tan frecuentemente brilla por su ausencia en la actualidad. Lo que desde las visiones de túnel parece a todas luces imposible, desde este tipo de pensamiento es en buena medida posible.

 Sobre todo cuando se tiene en cuenta un objetivo claro: superar el desproporcionado crecentismo (crecimiento constante, sobrepasando los limites planetarios seguros, que crea enormes desigualdades: la brecha entre la renta per cápita real entre Norte y Sur Global  es cuatro veces mayor hoy que al final del periodo colonial –la trampa de la productividad-), dando paso a una sociedad más equitativa, con un mayor respeto por los ecosistemas y creadora de contextos que posibiliten que la gente sea relativamente feliz, gracias a una tierra recuperada, una cultura regeneradora y una mejor convivencia.

La emergencia actual lo demanda. Pero, ¿es esto científicamente viable? La argumentación, bien asentada del autor -antropólogo-, nos proporciona una respuesta positiva. Pues veamos entonces el cómo hacer realidad, al menos en parte, este saludable buen sueño.

Es necesario ser conscientes de nuestras creencias infundadas o mitos (no hay alternativas al crecimiento perpetuo –imperativo estructural del crecimiento– o al capitalismo (capitaloceno, Homo economicus: comportamientos productivistas, crecer o morir…), si queremos evitar el colapso, nuestra autodestrucción.

Así, se ha de señalar como primer paso de rebelión contra el falso destino (el destino no debiera ser equiparable el crecimiento del PIB, como indicador supremo del bienestar capitalista), el objetivo de un crecimiento parejo del bienestar de toda la ciudadanía. Para ello, hemos de reflexionar y actuar consecuentemente: ver la relación entre crecimiento del PIB y colapso ecológico y, a la par, el surgimiento de una economía poscrecentista asentada en el decrecimiento (relativo).

Con este fin, es necesario traer a colación conocimientos científicos -frente a las campañas de desinformación o fantasías ideológicas– que no son, lamentablemente, bien conocidos para un gran número de personas, a escala mundial (el consenso científico): el avanzado declive de múltiples sistemas interrelacionados esenciales para nosotros, como la disminución de insectos, aves y animales marinos, la mal denominada revolución verde -transformación del suelo para el monocultivo: agricultura industrial-, la acidificación de los océanos…

Hemos, además, de ser conscientes de que nuestros destinos están más estrechamente unidos de lo que hasta ahora hemos imaginado a todos y cada uno de estos sistemas. En medio de esta manifiesta emergencia ecológica (vamos superando poco a poco -unos países más que otros- la biocapacidad del planeta) hemos de estar pues muy atentos a los datos científicos por la cuenta que nos trae. No podemos permitirnos el lujo de comportarnos como si la ciencia no existiera. Nos hallaríamos entonces ante una profecía autocumplida: la de la improbabilidad de la propia supervivencia y, por extensión, la del planeta en el que ahora habitamos -extinción masiva de especies (pérdida de biodiversidad), colapso ecológico, catástrofe climática-. Crónica, en definitiva, de una muerte anunciada.

La responsabilidad no es en modo alguno igual para todas las naciones: unas pocas –Norte Global: países de ingreso alto, apropiación masiva del procomún (atmosférico…)- están manifiestamente en deuda con el resto –Sur Global-. Se hace necesario, por consiguiente, un descercamiento del procomún.

No podemos esperar hasta sufrir el colapso del crecimiento y sus desastrosas consecuencias para nosotros y para nuestro planeta. Hemos de comenzar ya a reducir -moderadamente- el crecimiento en función de unos límites planetarios que garanticen la futura supervivencia de nuestra especie y la del mundo que nos ha dado cobijo hasta ahora.

Como cabe correctamente inferir, el autor no pretende en modo alguno ofrecer una solución total y definitiva a los colapsos mundiales que se nos avecinan, cuanto llevar a cabo una crítica constructiva lado violento del crecimiento-, bastante bien asentada científicamente, de las propuestas de solución dominantes en nuestros días dentro del capitalismo, a la par que señalar posibles sendas viables de salida vías hacia un mundo poscapitalista-, asentadas en el decrecimiento: la reducción del uso de bienes y energía.

Ello requiere un cambio sustancial -nada fácil- de nuestra cosmovisión predominante: cambio de paradigma, cambio de marco conceptual, rediseñarnos a nosotros y al planeta (descolonizarnos, ser ecológicos), utilizar más el índice de progreso real, el índice de bienestar económico sostenible o el índice para una vida mejor frente al PIB. El hincapié se ha de hacer en el valor de uso en vez de en el valor de cambiotiranía del crecimiento-.

¿Lo lograremos? Primero asimilemos lo que se nos dice y, después, actuemos en consecuencia. La lectura a buen seguro no te va a dejar indiferente. Te será, a ti y a los demás, de suma utilidad. Ánimo, pues.

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