Applebaum, A. (2020/22 -5ª reimpresión-). El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo. Barcelona: Debate.
Aparentemente, estamos ante un asunto de capital importancia en nuestros días. Su autora, Premio Pulitzer, es bien conocida internacionalmente. Luego, no perdamos el tiempo y adentrémonos en la situación que, de forma brillante, se nos va a describir.
El tener o no en consideración su tesis –el peligro de las democracias debido al autoritarismo– sin duda incidirá en nuestro modo de vida futuro, lo que no es poco decir. Su planteamiento político -perspectiva- queda desde un comienzo claramente reflejado: un centro (derecha) proeuropeo, favorable al estado de derecho y al libre mercado (democracia representativa, tolerancia religiosa, libertad de prensa y de expresión…).
Es preciso traer a colación, desde un primer momento, la siguiente afirmación para considerarla muy detalladamente: dadas las condiciones adecuadas, cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia. ¿Cómo? Debido, entre otros factores, a unas élites autoritarias: personas con predisposición autoritaria, que están dispuestas a cambiar todo lo necesario con tal de conseguir y, después, ya no perder el poder logrado.
Pueden servir como ejemplos bien ilustrativos los estados unipartidistas antiliberales, que son los modelos que utilizan realmente hoy los autócratas del mundo. Hablamos simple y llanamente de las así llamadas dictaduras blandas, en las que campan a sus anchas el nepotismo, el clientelismo estatal, la corrupción, las lealtades al líder y al partido, el resentimiento, la sed de venganza, la elaboración frecuente de teorías conspiranoicas, las mentiras medianas (medias verdades), los prejuicios necesarios, los expertos en desinformación, es decir, personalizando: las personas sin escrúpulos.
Una de las fuentes de alimentación de este tipo de estados en los que pueden acabar las democracias, no debidamente cuidadas, es el sempiterno autoritarismo –dificultad para asimilar la complejidad y las voces discordantes: política airada– que engendra fácilmente la polarización (está extendiéndose rápidamente desde el mundo digital al real: hiperpartidismo, oleadas de ira). Si a ello se le añade la demagogia (aluviones de falsedades: incluso desde y con los propios algoritmos que fomentan falsas percepciones del mundo, radicalizando así las opiniones de los usuarios) en tanto medio por antonomasia de persuasión, ya tenemos el cóctel debidamente preparado para hacer saltar por los aires lo que tan trabajosamente se había previamente logrado -todas y cada una de las democracias-. En esta mezcla también tiene cabida la nostalgia restauradora –desesperación cultural– de un pasado idealizado que no se corresponde fielmente con la realidad pasada.
Estamos asistiendo a un cambio profundo que va del predominio de las ideologías -derechas e izquierdas clásicas- a las identidades: agrupamiento selectivo de asuntos (oposición a la inmigración, cosmovisión religiosa -apocalíptica-, desconfianza de las instituciones de carácter internacional…), envasado para un consumo fácil, que cobrará vida gracias a las correspondientes campañas virales muy bien organizadas -utilización impecable de las poderosas herramientas digitales: creación de relatos infundados, selección sesgada de determinadas noticias, creación de ira, miedo, irritación con ocasión y sin ella…-, siendo conscientes de que, en política, el ganador se lo lleva todo. Así se posibilita el poderoso funcionamiento digital de las cámaras de eco de carácter tendencioso y conspiranoico (memes).
Los datos analizados no dejan lugar a dudas: si alguien cree en estos momentos que una vez conseguida una democracia esta es imposible de revertir, no parece que goce de una visión mínimamente avalada por la realidad. De hecho, puede degenerar, con relativa facilidad, en tiranía. En cuanto a los ejemplos reales de esta transformación: son bastantes los que se nos ofrecen en esta obra. Tenemos, pues, donde elegir. En ellos hace acto de presencia subrepticiamente la equivalencia moral: creencia de que la democracia no es distinta de la autocracia (dictadura).
Toda obra humana, por definición estricta, no puede ser perfecta. Sería un patente oxímoron. Así pues, la democracia -incluida la de nuestra era digital- tampoco lo es. Ahora bien, hasta el presente, es el menos malo de los sistemas de gobierno. Luego, necesitamos cuidarlo. Los peligros que acechan son muchos y muy diversos. Hemos de estar, en consecuencia, ojo avizor.
Este es, en síntesis, el mensaje, bien expresado y argumentado, en este breve volumen -no llega a las 200 páginas-. Merece, pues, la pena asimilar los contenidos de esta obra, incluso por parte de aquellas personas que defienden una cosmovisión política distinta a la de la autora, que bien se encargó de poner de manifiesto desde un primer momento.