Klein, S. (2006/07/24). El tiempo. Los secretos de nuestro bien más escaso. Barcelona: Península.
Hablando del tiempo. Lo primero que nos encontramos es con una cierta disonancia temporal: aparece la obra original en 2006, se traduce en 2007 y se publica en 2024. ¿Merece la pena entonces su lectura tras tanto tiempo transcurrido? Veámoslo. Su autor, físico, biofísico, filósofo y afamado escritor -traducido a más de 20 idiomas-, aparece como una primera garantía de que nos acabaremos alegrando.
La cuestión esencial que se nos plantea: ¿merece la pena comprender las leyes del tiempo interno –dimensiones ocultas del tiempo– para así manejarlo mejor? En ello nos puede ir la calidad de nuestra salud física y mental. Se trata pues de analizar cómo se experimenta el tiempo para así aprender a manejarlo más cuidadosamente.
Al menos contamos con tres tipos de instrumentos para experimentar el tiempo: a) los relojes mecánicos –la invención del tiempo, la tiranía del reloj-; b) el biológico -de nuestro cuerpo: cronómetro natural, interno, que incorpora y coordina billones de relojes (uno por cada célula) y que está ubicado en el núcleo supraquiasmático; vivir contra el ritmo biológico –ritmo circadiano deficiente– puede ocasionar insomnio, bajo rendimiento y depresión- y c) el de la consciencia o conciencia (crea su propio tiempo: duración) -percepción o conocimiento- frente a lo inconsciente o subconsciente (cerebelo y ganglios basales: sentido del movimiento y sensación de tiempo estrechamente relacionados).
De la captación del antes y el después se encarga el área motora suplementaria. Para el paso a lo consciente necesitamos la memoria de trabajo -lóbulo frontal-. El movimiento y la memoria forman las escalas del tiempo interno. Nuestra sensación de tiempo requiere, por tanto, la interacción entre muchos circuitos del cerebro. La atención y la consciencia de que el tiempo es volátil nos permite modificar la sensación de tiempo. Asunto este de capital importancia para nuestras vidas, como es fácil imaginar, pues de esta forma sería posible crear un oasis en el tiempo.
En la física actual –mecánica cuántica– encontramos avances -teóricos- sobre el límite más allá del cual el tiempo pierde su validez (en la física): el tiempo de Planck (10-43 segundos, es decir, un 1 en la posición decimal número 43). Más allá de estos confines, solo existe desconocimiento científico en estos momentos. Lo que sí sabemos hoy, gracias a esta física es que el tiempo no es absoluto, es irremediablemente relativo, y que la ley de causa y efecto sigue vigente.
Los límites de la biología son de otro tipo -límite inferior: no podemos captar el momento teóricamente más corto de una milésima de segundo-. Además, los sentidos funcionan a velocidades diferentes, que sincroniza el cerebro. De ahí que el ahora, tal como lo percibimos (conscientemente), sea una ilusión, pues apenas podemos notar el presente mientras tiene lugar -nuestra consciencia va siempre mínimamente retrasada (la unidad de medida: segundos).
Un hecho hoy bien comprobado -mediante imágenes cerebrales y autoinformes – es que el cerebro -máquina del tiempo- no puede estar sin hacer nada (el presente parece en ese sentido ahogarse en la banalidad frente a lo que se pueden denominar momentos mágicos). Con esto en mente, si logramos dar más vida a nuestro tiempo, es muy probable que también le demos más tiempo a la vida –espiral virtuosa, en este caso (el presente se convierte en recuerdo y viceversa, siendo conscientes del poder del presente para transformar el pasado y de la incidencia de este en nuestro presente)-.
Los maestros de nuestros recuerdos somos, en consecuencia, nosotros mismos, condicionados en alguna medida por la información percibida y almacenada, por la edad (se requiere bastante esfuerzo para aprender lo que es el tiempo y lo que es la sabiduría), pues de ello depende el alargamiento o la contracción del tiempo, aunque el factor más importante es el de la relevancia dada por el propio cerebro: lo que importa permanece, lo inútil tiende a desaparecer.
Los factores internos –desconcentración, estrés y falta de motivación (ladrones del tiempo)-, inciden considerablemente en nuestra sensación actual de falta de tiempo (virus de la velocidad: efecto de arrastre, sociedad de los acontecimientos, adicción a la estimulación permanente). No tenemos tiempo porque estamos estresados. La cuestión más importante: ¿nos sentimos dueños de nuestro tiempo?
Y aquí surge la aparente solución (ilusión): la multitarea (maliciosa o viciosa) -que puede ser una de las maneras más efectivas de perder el tiempo (es una trampa)-. Además, con la simultaneidad se producen bastantes más errores. Necesitamos, pues, aprender a concentrarnos (autocontrol) y a tomar conciencia de que tener tiempo es básicamente, aunque a primera vista pueda parecer una paradoja, saber que no hay tiempo para todo.
Así entraríamos en una nueva cultura del tiempo –ser dueños de nuestro tiempo-, a la que quedamos invitados desde esta obra. No pierdas la oportunidad -el tiempo-. Te puede ir mucho en ello.