Duhigg, C. (2012/2021). El poder de los hábitos. Por qué hacemos lo que hacemos en la vida y en el trabajo. Barcelona: Vergara.
Este periodista de investigación, ganador de un premio Pulitzer –pero no es el único- decidió dar desde un principio crédito a la afirmación de William James: nuestra vida es un amasijo de hábitos. De ahí que iniciase un periplo de indagaciones (estudios académicos, entrevistas a científicos, investigaciones en decenas de empresas) que culminaría con la presente obra, que desde su traducción al castellano en 2019 hasta hoy lleva ya 11 ediciones (reimpresiones).
La justificación de por qué poner el interés en el fundamento científico de los hábitos –por el cómo funcionan (la mecánica) y su modificación- salta a la vista, dado sus considerables impactos –positivos o negativos-en nuestra salud, en el rendimiento y en la propia felicidad, extensible igualmente a nuestras instituciones y sociedades.
Hoy sabemos que estamos asistiendo a una revolución científica de la formación y modificación de los hábitos en universidades y empresas de prestigio (Harvard, Yale, Princeton… Microsoft, Google…), gracias a los considerables avances de la psicología y de las neurociencias –neurología y psicología de los hábitos-, entre otras disciplinas.
¿Cuáles son algunos de los elementos básicos para comprender científicamente los hábitos individuales? Muy concretamente el bucle del hábito de los tres pasos: las señales, las rutinas y las recompensas, controlado y guiado dicho bucle, básicamente aunque en modo alguno exclusivamente, por los ganglios basales. Es necesario encontrar las señales simples y evidentes, a la par que definir claramente las recompensas –son las reglas de Hopkins-.
Obviamente, esto es lo más básico. A partir de aquí, es necesario tener en cuenta bastantes más matices, como el deseo creado –la sensación de ansia, es decir, la espera (anticipación) de la recompensa- y la frustración (ansiedad, ira, depresión…), si el refuerzo no llega.
Conocida la mecánica del surgimiento de un hábito, ¿cómo sería posible su cambio, si nos resulta perjudicial, es decir, si conlleva comportamientos destructivos? Mediante la regla de oro del cambio de hábitos: con las mismas señales y recompensas (claramente identificadas), se altera la rutina –rutina alternativa- y así se cambia o reconfigura el hábito (entrenamientos –terapias- en inversión de hábitos). En este proceso hay que reconocer la importancia de las creencias –que las cosas pueden mejorar, que el cambio es posible-, pues son las responsables en buena medida de la permanencia del comportamiento cambiado: del nuevo hábito.
Ahora bien, no todos los hábitos son iguales. Los que más interesan son los que podemos denominar como claves –pequeño triunfo con efecto bola de nieve (creación de nuevas culturas)-: los que al cambiar provocan una reacción en cadena, desplazando y reconfigurando a otros menos importantes o perjudiciales (los hábitos equivocados engendran desastres).
Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se logra que la fuerza de voluntad –el músculo de la voluntad- se vuelva automática. Se convierte así en un hábito de la vida diaria (desarrollo de una fuerza autorregulada, de una autodisciplina), con implicaciones muy positivas en casi todas las facetas de nuestra existencia personal, social e institucional.
Se pueden también reconstruir los hábitos organizacionales –los destructivos, los disfuncionales volviéndolos adecuados y eficientes-, gracias al oportuno cambio de la cultura existente. Este cambio vendrá condicionado por los conocimientos de los hábitos ocultos, que verán la luz tras el análisis de los patrones existentes en los propios datos. Una de las herramientas más utilizada al respecto es la analítica predictiva. Sólo después de su uso se podrá comenzar la conversión de lo nuevo –hábito nuevo- en familiar, sustituyendo de este modo al antiguo.
Algo parecido ocurre con los hábitos sociales: hábitos de la presión social. Es la fuerza de los vínculos débiles y sólidos la que en buena medida da razón de ser de los cambios sociales generalizados.
Sin duda hoy ya contamos con muchos más datos científicos sobre los hábitos y con mejores bases teóricas, pues ha transcurrido casi un decenio desde que vio la luz la obra original. Sin embargo, todavía en estos momentos merece la pena su lectura, dada la trascendencia del asunto tratado: el de nuestros hábitos personales, institucionales y sociales. Además, hemos de ser conscientes de que en buena medida son modificables gracias a los conocimientos ya acumulados y a la suficiente fuerza de voluntad para adquirir y fomentar los saludables a la par que modificar o cambiar los perjudiciales. Esto es válido tanto para nosotros –las personas- como para los contextos –instituciones y sociedades- en los que necesariamente nos hemos de desenvolver. Ánimo, pues, con la lectura.