Carroll, S. (2016). Barcelona: Pasado y Presente.
Si aplicamos el criterio de por sus obras los conoceréis, caben pocas dudas de que el autor de este libro, cosmólogo y físico, profesor e investigador en el Instituto Tecnológico de California, merece el calificativo de excelso. El volumen está estructurado en seis partes, profundamente relacionadas (no así en la apariencia), aunque es infrecuente encontrarlas juntas en una misma publicación (éste es uno de sus grandes logros): cosmos, comprender, esencia, complejidad, pensar y preocuparse.
Lo que se pretende, y creo sinceramente que se consigue de forma brillante, es ofrecernos una síntesis de los conocimientos actuales –procedentes de muy variados campos científicos, incluida la psicología- que manejan las mentes mejor amuebladas de los naturalistas poéticos (no es en modo alguno un oxímoron, aunque a primera vista lo pudiera parecer).
El planteamiento es muy claro. Si los humanos nos queremos conocer con cierto rigor, necesariamente hemos de indagar, como es lógico, en la materia prima de la que estamos formados: partículas, fuerzas, fenómenos cuánticos y la espectacular diversidad de las ensambladuras de todo ello. A este respecto, no se debiera olvidar que, contrariamente a lo que a veces se suele creer, la física es la más simple de las ciencias (Carroll dixit). Hoy contamos ya con planteamientos solventes, dentro de este nivel más básico y fundamental (teoría cuántica de campos –teoría del núcleo-), que nos permiten describir y entender el universo y todos sus componentes de forma adecuada, incluida por supuesto nuestra especie, sin necesidad de recurrir a ninguna otra entidad externa al propio cosmos.
Ahora bien, desde el naturalismo poético se asume que hay muchas maneras de hablar del mundo: unas útiles (coherentes entre sí) y otras incorrectas o falsas (no se ajustan a los conocimientos bien asentados: las leyes naturales sin guía). Un concepto vertebrador de las múltiples formas de hablar del mundo es el del dominio de aplicabilidad, gracias al cual podemos conciliar lo que aparentemente resulta incoherente. Así, si hablamos de los humanos, podemos decir válidamente: a) que somos un inmenso conjunto de átomos y partículas que chocan e interactúan a través de las fuerzas de la naturaleza; b) que somos igualmente una gigantesca colección de células biológicas en permanente comunicación entre sí y que metabolizan energía libre del entorno; y c) que somos seres con sentimientos, que pensamos, que tenemos conciencia y que tomamos decisiones.
Estos dominios no son idénticos ni podemos reducir los más complejos a los más simples. Cada uno tiene su utilidad y su razón de ser en función de su dominio de aplicabilidad, si bien todos ellos pueden ser descritos y entendidos sin tener que recurrir a supuestas realidades ajenas a la propia naturaleza. ¿Cómo es posible esto? Se necesita un nuevo concepto explicativo: el de la emergencia, que es ubicua y que se asienta en la transición de fase. De inmediato nos viene a la cabeza el ejemplo del agua: dependiendo de la temperatura y de la presión, podemos describirla, contemplarla y comprenderla como hielo sólido, como agua líquida y como vapor de agua gaseoso. La descripción microscópica subyacente es la misma (moléculas de H2O), pero las propiedades macroscópicas cambian de una fase a otra, es decir, emergen nuevas propiedades que tienen su diferente utilidad según cada dominio de aplicabilidad. Cada dominio requerirá sus correspondientes descripciones y explicaciones, sabiendo que en ninguno de ellos se puede violar la descripción microscópica subyacente. Si esto sucediese, ya no estaríamos en el ámbito de la ciencia, sino en el de los prejuicios, en el de la ignorancia o en el de las creencias infundadas.
Con estas mínimas pinceladas, uno ya puede inferir, con muchas probabilidades de éxito, que nos encontramos con una obra sumamente útil y fácil de entender para todos aquellos de nosotros que queramos poner al día los conocimientos concatenados y jerarquizados de un conjunto de disciplinas científicas (física, química, biología, psicología y sociología, entre otras), gracias a cuyos hallazgos la visión que podamos forjarnos del mundo y de nosotros mismos cobra un nuevo sentido (más humano y enriquecedor, a la par que más riguroso), dentro de un universo sin fines intencionales o propositivos.