Crary, J. (2022). Tierra quemada. Hacia un mundo poscapitalista. Barcelona: Ariel
Este profesor universitario, clarividente y crítico, como ha puesto de manifiesto en libros previos –sirva como ejemplo ilustrativo el anterior: 24/7: El capitalismo al asalto del sueño-, no defraudará en éste, en cuanto a ambas característica: clarividencia y crítica.
Contemplar nuestra actualidad desde otras perspectivas distintas a las de las corrientes predominantes –más científico-técnicas-, nos ayudará muy probablemente a ser más ilustrados y más humanos –en un mundo habitable, construido y compartido en comunidad: proyectos interhumanos-, lo que no es poca cosa, como podrás comprobar de inmediato, al intentar dar respuesta a esta pregunta: ¿dará paso la era digital a otra caracterizada por una cultura material híbrida?
Vamos por pasos. El primero es intentar superar el complejo de internet –indispensabilidad, inevitabilidad y omnipresencia dentro del capitalismo global, un mundo de irrealidades aumentadas-, y que se ha constituido en la nueva modalidad de administración planetaria: del planeta enfermo, del capitalismo en su fase terminal de tierra quemada.
Sus publicitados beneficios –sueños tecnomodernistas- van inexorablemente unidos a manifiestos perjuicios, dada la toxicidad de sus efectos (operaciones digitales: narcotizantes rutinas, ocupaciones 24/7).
¿Cuáles son algunos de estos efectos? Las adicciones, la desintegración social (apatía narcisista), el incumplimiento de las esperanzas prometidas (espejismo de la poshistoria: democracia descentralizada y antijerárquica, falsedades del ciberespacio, ilusión transhumanista), las vidas teledirigidas (docilidad digital, consumidores cautivos), por solo citar algunos de ellos, que se enmarcan dentro de la canibalización capitalista del planeta.
La ciencia y la tecnología actual, creadora en buena medida de estos efectos perniciosos para nosotros y nuestro mundo, no parece encaminada –si es que fuera posible- a solventarlos (muertes por desesperación: pobreza, endeudamiento, soledad, depresión, despersonalización esquizofrénica, autocosificación).
El segundo paso, estrechamente relacionado con el primero, consiste en visibilizar las experiencias y aprehensiones compartidas, en un mundo tan digitalizado, de mucha gente que no goza de los medios necesarios para hacerse oír. No es válida aquí la adaptación o la resignación. Es necesaria la crítica radical frente a una cultura y economía tecnoconsumista que nos está llevando al borde del colapso de nuestro planeta –acelerada desfiguración de la biosfera de la tierra-.
El tercer paso se refiere a las necesarias iniciativas reparadoras/sanadoras del universo (acción común), frente a la sociopatología del capitalismo, como: a) la subordinación de los mercados y el dinero (dominio hegemónico de los mercados y maximización de la codicia) a los valores humanos –condiciones sociales más igualitarias-; b) el cuidado pormenorizado (hoy más bien escaso ante las amenazas a la supervivencia de las diversas formas de vida: extinción global, biocidio) de la biodiversidad –mundo animado, vida en coexistencia-; c) la lucha activa y permanente –académica- contra el engaño y la manipulación de la era digital (todo está permitido siempre y cuando sea monetizable y esté disponible bajo demanda), d) ciertas acciones específicas encaminadas a paliar o acabar con la crueldad racista y sexual, con la devastación ecológica, con las formas mercantilizadas de la comunicación o con el desastre medioambiental; e) la búsqueda de modos de subsistencia autosuficiente, de autogobierno o de apoyo mutuo –asambleas ciudadanas, intersubjetividad sensorial, lo interhumano, un mundo en común-; f) el fomento de políticas igualitarias e inclusivas en el marco ya de un poscapialismo o ecosocialismo, tras el colapso del actual capitalismo –federación democrática mundial, desarme y cooperación internacional-.
Si reflexionamos sobre los tres pasos señalados, tal vez estemos tentados a preguntarnos: ¿qué clase o tipo de obra es esta que aquí se reseña? Su autor ya asumió con antelación esta cuestión. De ahí que desde las primeras páginas ponga de manifiesto que su alineamiento cognitivo es el de la tradición del panfletismo social.
Entonces, ¿cómo casa esto con nuestro enfoque claro y manifiesto de la buena ciencia? Pues porque justamente una de sus características específica –de la buena ciencia- es la de estar abierta a planeamientos críticos –de cualquier ámbito del saber– con el propio hacer de la misma ciencia.
Ahora creo que ya podremos respirar algo más tranquilos: sin el análisis detallado de las críticas –relativamente bien fundamentadas, aunque en ocasiones tal vez algo exageradas o sesgadas-, la ciencia, en general, corre el peligro de seguir un camino bien distinto al de la buena ciencia. Seamos, pues, incluso metacríticos por el bien de la ciencia, de nosotros mismos y de nuestro universo. Nos sentiremos mejor. Los demás lo notarán. Ganaremos, en consecuencia, unos y otros, es decir, la ciudadanía e, igualmente, nuestro planeta.