Ya hemos comentado algunos de los peligros de las visiones de túnel en la noticia anterior. Hemos ido incorporando enfoques más amplios a la hora de entender la condición humana. De hecho, como científicos, no hemos podido dejar de incorporar a las bacterias, a los hongos e incluso a los virus como compañeros de viaje de nuestra existencia, tanto en la salud como en la enfermedad. Ahora toca el turno a las plantas, muy concretamente a la nación de las plantas, a la declaración de sus derechos (ocho), guiados en todo momento por la sabiduría de quien realmente sabe del tema: Mancuso –uno de los buenos especialistas internacionales en neurobiología vegetal-.
¿Cuáles son esos 8 derechos? 1) La tierra (planeta minúsculo y frágil) es la casa común de la vida (bien común). La garantía de la misma –de la vida- no está tanto en la especie humana como en la Nación de las Plantas (NP). Las plantas son sin duda, científicamente hablando, el motor de la vida. 2) La NP reconoce y garantiza los derechos inviolables de las comunidades naturales (relaciones entre seres vivos). La vida evoluciona justamente gracias a las interacciones (buenas y malas) de estas comunidades. 3) La NP favorece las democracias vegetales difusas y descentralizadas (modelos organizativos difusos y descentralizados frente a los jerarquizados, más burocráticos). 4) La NP respeta por igual los derechos de los seres vivos actuales y futuros. Los humanos no vivimos al margen de la naturaleza. De hecho, estamos contribuyendo peligrosamente a destruir nuestra casa común (disminución de la biodiversidad –superdepredadores–) con el actual modelo de desarrollo (Antropoceno). 5) La NP garantiza el derecho al agua, a la tierra y a una atmósfera limpia. Sin las plantas la energía solar no se podría transformar en energía química –fotosíntesis, producción primaria-, esencial para la vida, ni se degradarían muchos de los contaminantes que son el fruto negativo (cambio climático…) de buena parte de las actividades de los seres humanos (utilización desmedida de los combustibles fósiles). Dejemos pues actuar a las plantas, como ya lo hicieron con extraordinario éxito hace aproximadamente unos 450 millones de años (defendamos en consecuencia los bosques y llenemos de plantas nuestras ciudades). 6) El consumo de los recursos no renovables debiera quedar vetado (Día de Sobrecapacidad de la Tierra o Día de la Deuda Ecológica, Informe Meadows, Paradoja de Jevons). Debiéramos aprender del comportamiento de las plantas en su utilización de su plasticidad fenotípica (equilibrios con los entornos cambiantes). 7) La NP no conoce fronteras (migrantes climáticos: estrategia natural de supervivencia de animales y plantas; migraciones asistidas). 8) La NP promueve el mutuo apoyo (simbiosis, factor o motor de la evolución) entre las comunidades naturales (las plantas son grandes maestras de los apoyos y socorros mutuos), frente a la escasamente científica ley de la jungla que frecuentemente se impone en el mundo económico, en la política internacional o incluso, para nuestra desgracia, en la enseñanza.
La colaboración es la fuerza de la vida. La Nación de las Plantas muestra que es uno de los principales mecanismos del progreso de las comunidades. Claro aviso para el resto de seres vivos, incluidos por supuesto los humanos. Podemos y debemos aprender de las plantas.
Teniendo en cuenta estos horizontes, nuestras vidas (y la de nuestro planeta) se ven de otra manera: más integradas, más incluidas, más equilibradas y mucho más satisfactorias. Nos queda mucho camino por recorrer, pero merece la pena hacerlo, bien equipados con los conocimientos que nos proporcionan las distintas disciplinas científicas. ACIPE, como Asociación Científica, nos anima a ello.