Las diez claves de la realidad

Wilczek, F. (2021/22). Las diez claves de la realidad. Barcelona: crítica.

Portada del libro "Las diez claves de la realidad"

Sabemos que el autor es uno de los físicos actuales más originales, además de Premio Nobel. Ya tuvimos la oportunidad de recensionar otra obra suya hace tiempo.

Como cabía imaginar, asistiremos con esta lectura a las diez lecciones fundamentales –física moderna-, derivadas del estudio del mundo físico –fruto de la colaboración internacional entre científicos-, mundo que sigue cambiando y creciendo, por lo que estamos obligados a ir trascendiendo los dogmas religiosos, antirreligiosos y, por supuesto, científicos, aunque a primera vista pueda parecer un oxímoron. Para ello hemos de contar con una actitud de renacimientocuriosidad sin prejuicios, típica de los buenos exploradores: actitud científica-, a fin de alcanzar una comprensión profunda de la misma realidad constitutiva del yo y del no-yo.  

Comienza este especial viaje intelectual poniendo de manifiesto que hay mucho espacio (inmensidad del espacio), tanto dentro –cuerpo humano: diez mil cuatrillones de átomos- como fuera –universo: abundancia exterior (distancias de miles de millones de años luz: total = 13.800 millones de años luz)-. Además, en todas partes aparece el mismo material y con una manifiesta jerarquía de estructuras.

Si hay mucho espacio, y hemos visto que lo hay –tamañismo cósmico-, también hay mucho tiempola abundancia de tiempo-, tanto exterior como interior. El tiempo es el son al que marcha el cambio –ritmo compartido y universal-. Cada uno de nosotros es un reloj (más de mil millones de oportunidades de experimentar el mundo). Para la medición de tiempos más dilatados usamos la datación radiactiva y la astrofísica estelar, gracias a las cuales sabemos que las estrellas y los planetas comenzaron a formarse hace unos 13.000 millones de años.

Frente al mucho espacio y mucho tiempo nos encontramos con muy pocos ingredientes (de construcción), que combinados, nos ofrecen la explicación científica de la inmensa diversidad existente. Todas las cosas están hechas de partículas elementales. Las propiedades primarias de la materia se reducen a masa, carga y espín. Así es como podemos explicar con rigor nuestro mundo: obtenemos una poderosa y convincente descripción de la materia.

Al igual que contamos con pocos ingredientes de construcción también contamos con muy pocas leyes físicas fundamentales del Núcleo –no derivables de otras-. Las mismas siempre y en todo lugar. Hablamos de las cuatro fuerzas (interacciones): electrodinámica cuántica -espectroscopia-, cronodinámica cuántica –CDC, m = E/c2-, gravedad según la relatividad general y la fuerza débil –poder de transformación, como por ejemplo, cambiar un quark de un tipo a otro: alquimila natural-. Bastan pues unas pocas leyes para gobernar el mundo físico. Las leyes básicas, universales (y locales: condiciones empíricas, de laboratorio –precauciones necesarias-), describen con precisión el cambio.

Pasamos ahora al mucho: hay mucha materia y energía (mucho margen para el crecimiento). La columna vertebral para la comprensión del crecimiento es la complejidad dinámica –la reconocemos cuando la vemos: hacer y deshacer enlaces químicos con la energía del sol-. Nos encontramos ante la explosión combinatoria de explosiones combinatorias y ante la estabilidad provisional, es decir, ante la explicación profunda de la realidad material. A esto hemos de añadir aquella complejidad dinámica que va más allá de la química.

Si hasta aquí sabemos lo que hay, ahora ha llegado el momento de preguntarnos por el cómo ha llegado a ser así: la historia cósmica, es decir, el camino que va desde un principio extrañamente simple a la expansión del universo. Por esta misma vía podemos comprender el surgimiento de la complejidad (complejidad dentro de la profunda simplicidad).

Nos queda todavía mucho por conocer en este terreno: queda mucho por ver. Es sin duda considerable lo ya conseguido pero  más lo que podremos lograr si nos sumergimos, por ejemplo, en el mundo cuántico. Todavía -hemos de reconocerlo- nos quedan misterios: ¿por qué la naturaleza sigue la simetría de inversión temporal de manera casi exacta, pero  no del todo? En cuanto al  lado oscuro: ¿qué pasa con la materia oscura y la energía oscura aceleraciones inexplicadas– que todavía  nos resultan invisibles?

Cercanos ya al final del viaje, nos preguntamos por si la complementariedaddualidades: posición y velocidad (el momento) o las propiedades emergentes (distintos niveles de descripción) ensanchan nuestras mentes. La respuesta es que sí, pues convierte la complementariedad en sabiduría. Las personas que evitan la ciencia empobrecen sin duda su mente.

Estamos ante una magnífica oportunidad de acercarnos a los fundamentos de la realidad física que abrirá nuestra mente en su camino a la sabiduría. No aprovecharla nos hará sin duda menos sabios y probablemente más infelices.

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