Walter, B. F. (2022/25). Cómo empieza una guerra civil y cómo evitar que ocurra. Barcelona: Península.

Si partimos de que el número de guerras civiles activas en el mundo está creciendo, tal vez nos interesase contar con los conocimientos fundados (décadas de trabajo y de reflexión) de quien es experta -reconocida internacionalmente- en las primeras señales de advertencia -alerta: factores de riesgo, patrones…- de posibles guerras, pues es un buen asidero para intentar evitarlas, aunque no siempre se pueda conseguir.
Los sistemas -sociedades- más vulnerables no son ni las democracias consolidadas ni siquiera las autocracias, sino los países en transición política entre ambos casos –zona intermedia-, que van en aumento. Además, hemos de pensar en la especificidad de las guerras del siglo XXI, pues se diferencian bastante -como bien cabe imaginar: no hay grandes campos de batalla, ejércitos y tácticas convencionales- de las de los siglos anteriores, dado que existen, en estos momentos, las redes sociales, la Inteligencia Artificial… ¿Comenzamos?
Vamos a ello, pues se trata de un asunto a escala mundial –no existen naciones inmunes a este tipo de conflictos/guerras, ni siquiera Estados Unidos-. Estamos hablando concretamente de la posible predicción –ciencia: modelos predictivos– de posibles conflictos civiles. Un primer indicador global/general importante: la anocracia -inestabilidad política, ineficacia y una mezcla explosiva de prácticas autoritarias y democráticas (democracias iliberales, regímenes híbridos, democracias parciales…)-.
Para su valoración cuantitativa ya contamos con el índice Polity [+ 10 = máxima democracia (Noruega, Canadá…); -10 = máxima autocracia (Corea del Norte, Bahréin…; gran peligro de conflicto civil: entre – 5 y + 5, es decir, las distintas anocracias] que nos posibilita predecir la probabilidad de ocurrencia de una guerra civil. Un par de ejemplos típicos: lo sucedido en Irak -antes, durante y después de la invasión estadounidense, que culminó con su guerra civil-; lo ocurrido, asimismo, en Siria en la segunda década del siglo XXI.
Si nos adentramos más en el conocimiento de los antecedentes predictores modernos/actuales (concretos, específicos) nos encontraremos con el auge de las facciones y superfacciones (faccionalismo -su valoración: 5 poco y 1 mucho; 3 zona de peligro-, polarización política, intransigencia, inflexibilidad, codicia…): importancia máxima dada a las cuestiones de identidades étnicas, religiosas, raciales… (Yugoslavia, Yemen, Sudán, Ruanda, Etiopía, Filipinas…), siempre en su estrecha relación con el poder. La dura realidad: limpieza étnica, potenciada en parte por los emprendedores étnicos. La retórica alarmista se retroalimenta potenciando así una espiral de violencia –la violencia como única salvación, ante una percibida pérdida (degradación) de estatus (declive, sentimiento de injusticia, sensación de agravio, resentimiento … -.
Uno de los momentos más determinantes en el inicio del conflicto/guerra civil: la perdida de la esperanza. Entonces se llega a la conclusión de que, sin violencia, el destino está sellado -las personas afectadas -grupos- se sienten perdidas-. Comienzan a sonar los tambores de guerra. Hay que estar muy atentos entonces a las alertas por autocratización, en tanto propuesta de solución de los desacuerdos y de la indignación, fácilmente generalizables a través de las poderosas y desreguladas redes sociales (canales de radicalización: discursos de odio y desinformación, propaganda polarizada, aceleracionismo, campamentos del odio, resistencia sin liderazgo…). Son espirales que, si no se detienen, pueden desembocar en una guerra.
En el caso conceto de Estados Unidos, al comienzo de la tercera década de este siglo -XXI-, se puede decir que está justo en los límites de la anocracia -un índice/escala Polity de solo un +5-, por primera vez en más de 200 años. En términos de limitaciones ejecutivas se halla en la misma categoría clasificatoria de Ecuador, Burundi o Rusia. En faccionalismo se encuentra en el 3 -en la zona de manifiesto peligro-. Es preciso, pues, estar ojo avizor por lo que pueda suceder y por la trampa del conflicto -que se repita-. El paso siguiente: la pertinente actuación -contener la propagación del odio, de la desinformación, desactivar las amenazas de las facciones destructivas, fortalecer la democracia, una educación infantil de calidad, regular las redes sociales, rehumanizar al otro…
Si queremos aprender a indagar -con fundamento, científicamente- en los graves peligros que nos acechan en nuestros días, si nos interesa más prevenir que curar/remediar, si somos más amantes de la paz y del diálogo que de la violencia -guerra-, entonces nos puede interesar -y mucho- la lectura de este volumen. En general, y por lo dicho, su contenido es bueno para la gran mayoría de personas, para la ciudadanía. Prueba entonces y muy probablemente no te arrepentirás. También aquí los planteamientos científicos resultan de gran utilidad y reforzantes -en positivo-. Ya lo verás.
