A veces se oye hablar de orientación, sin más. La pregunta lógica es: ¿de qué tipo de orientación se nos está hablando? Uno tiene la impresión, relativamente bien fundada en hechos, de que entraña muchos peligros esta palabra, cuando no va debidamente adjetivada. Se nos puede dar gato por liebre. A título de ejemplo ilustrativo: a algunas/os videntes les gusta denominarse orientadores/as.
Con sólo añadir educativa, ¿queda salvada la situación? A mi modo de ver, no. Porque, ¿quién está detrás de este vocablo? Y lo que es más importante, ¿cuál es el fundamento científico que subyace a la orientación educativa? En cuanto al quién: obviamente pueden ser los diferentes profesores y profesoras de los distintos niveles educativos (educación infantil, primaria, secundaria y universitaria), por circunscribirnos al ámbito de la educación formal. Pueden ser igualmente las personas licenciadas o graduadas en pedagogía o en psicología (sobre todo los especializados en Psicología de la Educación), por sólo citar dos muestras que solemos asociar rápida y fácilmente con la orientación educativa.
Luego, ya se puede concluir que son muy diversas las personas, en cuanto a su formación, que pueden y de hecho realizan labores de orientación educativa, siendo a su vez conscientes de que en modo alguno se han traído a colación todos los distintos tipos de individuos que llevan a cabo funciones orientadoras.
Lo más relevante, en todo caso, aparece cuando nos enfrentamos a la fundamentación científica que debiera respaldar a cualquier tipo de orientación rigurosa, a fin de evitar el fraude -no tan infrecuente- en el ejercicio -no tan profesional- de los autodenominados orientadores.
Con esto en mente, entiendo que debiéramos tomarnos la molestia de reflexionar sobre algunos aspectos importantes, a fin de sacar las pertinentes conclusiones: a) ¿en qué conocimientos científicos (disciplina científica) fundamenta cada profesional su orientación?; b) ¿sobre qué aspectos, características o dimensiones uno está realmente capacitado para orientar y sobre cuáles no, dejando ese terreno para otros especialistas mejor preparados científica y técnicamente?; c) ¿no debiera ser pertinente una orientación respetuosa (cada cual habla y ejerce de lo que sabe y para lo que está realmente preparado) y colaborativa (tratando de tener en cuenta conjuntamente todas las facetas de la persona a la que se va a orientar?; d) la orientación educativa, ¿no debiera abarcar la educación formal, no formal e informal y, además, realizarse a lo largo de todo el ciclo vital?
Me imagino y asumo que los que vamos a asistir al Congreso Internacional de Orientación Universitaria (algunos miembros de ACIPE, por supuesto) tendremos una magnífica oportunidad para debatir estos asuntos y clarificar algunas de estas cuestiones, que aquí sólo me he permitido insinuar.
Espero y deseo que los futuros orientados puedan beneficiarse de las conclusiones y toma de decisiones de este Congreso, que va a celebrarse en Zaragoza, en los días 5, 6 y 7 de septiembre de 2018.