Ruido

Kahneman, D., Sibony, O. y Sunstein, C.  R. (2021). Ruido. Un fallo en el juicio humano. Barcelona: Debate.

Portada del libro

Teníamos una deuda pendiente con este Premio Nobel de Economía, psicólogo, pues su principal obra –Pensar rápido, pensar despacio– fue publicada (2011) mucho antes de que comenzáramos nosotros, en ACIPE, con las recensiones. Este último libro (2021), escrito en colaboración, recoge y amplía su específico enfoque –el que le valió el premio-, gracias al cual podemos ir aprendiendo a prevenir fallos en los juicios humanos, cometidos por expertos y por legos en diversas materias, según queda patentemente recogido en múltiples estudios –experimentos-  originales. Los juicios –predictivos y evaluativos– son mediciones en las que los instrumentos son nuestras mentes –expectativa de desacuerdo limitado-.

El objetivo principal es pues el estudio riguroso del error humano, que puede provenir tanto de los sesgos (desviaciones sistemáticas, ya muy analizadas, pero que se vuelven a tener en cuenta en el libro), como del ruido, poco estudiado, que hace referencia a la dispersión aleatoria o variabilidad no deseada, constituyendo ambos –sesgos y ruido- los componentes esenciales, aunque bien diferentes, del error.

En concreto, el ruido nos invade por doquier en nuestra vida cotidiana –dondequiera que haya juicios, hay ruido y más de lo que se piensa– e incluso está muy presente en varias de nuestras disciplinas científicas: la medicina es ruidosa, como lo es la psicología, la psiquiatría  o la ciencia forense.

En nuestras decisiones mundanas el ruido está muy presente: en la selección de personal, en la custodia infantil, en el asilo político, en la libertad bajo fianza, en las sentencias penales, en los seguros… Muy probablemente algo de ruido sea inevitable, pero ciertamente es posible y deseable su disminución.

Es necesario tener en cuenta que cada uno de nosotros somos ruidosos, al igual que lo son los grupos a los que pertenecemos y con los que compartimos decisiones, constatando no obstante que hay ciertamente multitudes sabias, aunque otras más bien toman sus decisiones bajo el paraguas de una ilusión compartida (presión social, cascadas de información, efecto de arrastre o polarización de grupo).

Si queremos obtener calidad (rigor, objetividad, equidad…) en nuestros juicios hemos de practicar la higiene de las decisiones, tanto en las decisiones recurrentes como en las singulares. Se hace imprescindible, pues, el dominio de los sesgos ex ante,  ex post y en tiempo real – y del ruido, mediante auditorías del ruido (experimentos: averiguar la frecuencia del ruido), teniendo en cuenta incluso el ruido de ocasión –variabilidad de los efectos transitorios-, junto con por supuesto las causas del ruido y el ruido del sistemaruido de nivel y de patrón-. Hemos de saber que en los sistemas ruidosos, los errores no se cancelan, sino que se suman.

Tanto los sesgos como los ruidos –arbitrariedades– pueden ser causa de grandes injusticias y grandes pérdidas económicas –los denominados costes del ruido-. Necesitamos, en definitiva, un mundo menos ruidoso. De esta forma nos ahorraremos inmensas cantidades de dinero por decisiones ruinosas, disminuiremos considerablemente errores evitables –ilusión de acuerdo-, a la par que  aumentaremos la equidad, la seguridad y la salud pública.

En un mundo perfecto, los acusados se enfrentarían a la justicia, en nuestro mundo lo hacen a un sistema ruidoso. Cambiando lo que proceda cambiar, este ejemplo es válido para cualquier otra área: medicina, educación, derecho… En definitiva, el ruido afecta a los juicios profesionales de todo tipo: efecto del ruido en la validez de las predicciones.

En nuestra ayuda en la disminución del ruido (lucha contra el ruido) hoy ya contamos con herramientas muy potentes, como es el caso de la inteligencia artificial, para realizar juicios mecánicos, algo mejores que los de los humanos, pues los algoritmos pueden además detectar patrones nuevos y valiosos al analizar mucha más información.

Ahora bien, nuestra confianza no puede ser ilimitada, ni en nosotros ni en los algoritmos –limitada validez de las predicciones mecánicas-, dada la ignorancia objetiva en nuestras predicciones (ésta aumenta a medida que nos vamos alejando desde el presente hacia futuros cada vez más lejanos). No es posible la predicción perfecta (realidad de la incertidumbre). Todo ello es el núcleo de la Psicología del ruido. De ella forma parte específicamente la preponderancia del pensamiento rápido frente al lento. El que tras la teoría sobre el ruido se nos ofrezca un elenco de estrategias de higiene de las decisiones en diversos campos (secuenciar información -desenmascaramiento secuencial lineal-, directrices de juicio -falsos positivos y negativos, fiabilidad intra e interevaluadores-, suma de múltiples juicios independientes, uso de una escala compartida basada en una visión externa, protocolo de evaluaciones mediadoras…)  es sin duda una razón poderosa más para animarnos a la lectura de este excelente libro.  Las personas cualificadas son menos ruidosas y les suele sonreír con más frecuencia el futuro. Aprovechemos la magnífica oportunidad que nos brinda esta obra para hacernos personas menos ruidosas (y menos sesgadas). Nos sentiremos mucho mejor.

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Un comentario

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