Privacidad es poder

Véliz, C. (2020/21). Privacidad es poder. Datos, vigilancia y liberad en la era digital.  Barcelona: Debate.

Esta profesora universitaria, conocida internacionalmente, deja claro desde el comienzo la tesis que defenderá, científicamente, a lo largo del libro: en nuestros días estamos permanentemente vigilados -vigilancia omnipresente-, debido a los datos que proporcionamos (a los buitres de datos). Comportándonos así, otorgamos mucho poder (económico, psicológico, social…) a otros (gobiernos, empresas…). Nos desempoderamos.

Recuperar la privacidad, que ha de ser una empresa colectiva (tus datos personales no son solo tuyos), implicaría que podríamos asumir el control de nuestras vidas y de nuestras sociedades (empoderarnos, gozar de autonomía, ser libres). No está nada mal para empezar, ¿no? Un mundo sin privacidad resulta peligroso (tóxico, asimétrico, polarizado). Veamos, pues, el rigor de sus argumentos, ya que apreciamos mucho -en ACIPE- la buena ciencia (hay demasiada mala ciencia por doquier en el mundo). 

Nuestras vidas, traducidas casi íntegramente a datos, constituyen la materia prima de la economía -sociedad (capitalismo)- de la vigilancia. Frente a ella, si recuperamos la privacidad, nos vamos a encontrar con una sociedad más democrática y con una ciudadanía más autónoma, más libre. La clave principal es el cómo pasamos de la una   -sociedad de la vigilancia- a la otra -sociedad libre, democrática-. A este cómo es a lo que está dedicado todo el volumen. Comencemos, pues, este viaje académico.

Un día cualquiera de nuestra actual vida: comenzamos con los datos nocturnos recogidos por nuestro reloj inteligente, continuamos proporcionando datos vía nuestro teléfono inteligente, nos sometemos a diversos reconocimientos (televisión inteligente y demás aparatos también inteligentes) -facial, automático de contenidos…-, aceptamos cookies -rastreo ultrasónico…-, podemos ser víctimas de receptores IMSI -mantarrayas- o de rastreadores, se recogen datos en videoconferencias, en las redes sociales (Facebook: plataforma de publicidad personalizada), ¿también a través de zapatillas inteligentes? La pregunta, ya en el siglo XXI, es: ¿en qué momento del día y de la noche no se están recogiendo mis datos mediante tecnologías invasivas? Pero ¿y si fueran anonimizados -en la mayoría de los casos se pueden desanonimizar-, no quedaría entonces a salvo nuestra intimidad -incluida la reputación post mortem-? He aquí una relevante cuestión.

La entrada en acción de empresas y gobiernos: ya apenas tiene sentido distinguir entre la vigilancia de los organismos públicos (Agencia de Seguridad Nacional, CIA…) y de las empresas privadas (Google, Amazon, Facebook …) por lo que respecta a la utilización de los datos derivados de un mundo muy digitalizado –huellas digitales-. Con ello se abre una peligrosa puerta al autoritarismo, a la tiranía -carencia de libertad y privacidad-.

En cuanto a principios reguladores de nuestras vidas: hemos de ser conscientes de que la privacidad es poder -la falta de esta da poder a otros sobre ti-. Somos un nodo en una red -para bien y para mal (mutuamente vulnerables), una fuente de poder para quien cuenta con nuestros datos -y con los de aquellos con los que interactuamos-, que ejerce tanto un poder duro como blando -manipulación, seducción- (grandes compañías tecnológicas, gobiernos…). Tener autonomía significa tener poder sobre tu propia vida frente al efecto inhibitorioespiral del silencio– que tiene la vigilancia, que justamente obstaculiza la autonomía.

La mala gestión de los datos personales -más frecuente de lo que uno se imagina- puede suponer amenazas a la seguridad nacional, a la democracia, a la libertad y a la seguridad individual (Cambridge Analytica, Facebook…). Compartir todo tipo de datos sin límites – sed insaciable de datos– favorece a una minoría cada vez más poderosa, pero no así a sus verdaderos propietarios, que quedan además expuestos a posibles acciones -manipulaciones personales, económicas, sociales- en su contra. Parece, en consecuencia, muy pertinente ser conscientes de los datos que proporcionamos -y de los que recogen sin nuestro consentimiento- a los demás en cada momento -sobre todo por la vía digital-. Nos va mucho en ello. Sería, pues, bueno poner fin al comercio de datos personales salvar nuestra privacidad-.

Ante el panorama hasta aquí dibujado, parece necesario tomar medidas, en las que participemos todos en muy distinto grado: las pertinentes responsabilidades fiduciarias, la mejora de los estándares de ciberseguridad (regulaciones…), los planes para el borrado de datos, el poder rastrear nuestros datos personales (proyecto Solid), entre otras.

 Como ves, nos queda un largo camino por andar hasta lograr el pleno derecho a vivir libres de vigilancia no consentida (para el asunto que nos ocupa mejor AlphaZero que AlphaGo), pero merece la pena. Comienza -ahora- ya a caminar. No te arrepentirás.

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