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Imperios digitales

Bradford, A. (2023/24). Imperios digitales. La batalla global por la tecnología que marcará la geopolítica del futuro. Barcelona: Shackleton books.

Hay un deseo manifiesto de la autora hacia sus tres hijos -en agradecimientos– que puede convertirse en un magnífico objetivo universalgobernar la tecnología para que nos pueda servir, proteger, capacitar y no nos socave. A buen seguro que con la lectura de esta voluminosa obra -más de 500 páginas- tal vez lo consigamos. Pues empecemos entonces, más cuando Stiglitz (Premio Nobel de Economía -recensiones: 2014, 2020, 2024-) considera su lectura como imprescindible.

Algo relativamente bien sabido -centrados en internet-: muchos aspectos muy positivos (democratización de la información -acceso y difusión-…), junto con otros claramente negativos/nocivos (desinformación, intimidación, polarización…). A la vista de lo cual, parece imprescindible una oportuna regulación -la de todas las tecnologías/herramientas digitales (inteligencia artificial, redes sociales…)-.

Ahora bien, el verdadero problema reside en el cómo de esta regulación, en el marco de las tres principales variedades de capitalismo digital (de EE. UU., de China y de la UE -Unión Europea-), cada una de ellas con sus específicos modelos reguladores y, por ende, con sus feroces batallas -por la supremacía tecnológica, básicamente entre EE. UU y China, los dos grandes imperios con mentalidad de juego de suma cero-, tanto a escala intra e intermodelos como en las luchas horizontales -entre los tres tipos de capitalismo- y verticales -entre los estados y las empresas tecnológicas (en EE. UU. : Apple, Google, Amazon, Microsoft… en China: TikTok, WeChat, Huawei, DiDi… -con respecto a la libertad y el control/autoritarismo digital, incluida aquí también la UE-).

Incluso los entrecruzamientos de las batallas horizontal y vertical están a la orden del día, lo que da lugar a cierta moderación y desescalada -en la era de la no paz: tecnodemocracias frente a tecnoautocracias-. El objetivo final de la autora es desvelar el estado actual y futuro de la economía digital mundial.

Prosigamos entonces, de manera algo más desglosada, con los modelos de regulación. El estadounidense se fundamenta, de forma bien patente, en el mercado: libre mercado y libertad de expresión. Es antiestatista. Las empresas tecnológicas -mejor que los gobiernos: tiranía estatal– debieran ser las encargadas de regular –autorregulación (laissez faire)- la economía digital, fomentando al máximo la innovación/crecimiento sin límites: profundo tecnooptimismo (potencial emancipador: ideología californianainternet sin fronteras, mundo en línea/ágora electrónica, libertad individual/de expresión, democracia…-). Este núcleo esencial tiene sus matizaciones que conllevan ciertos solapamientos con los modelos chino (seguridad nacional: ciberseguridad) y europeo (privacidad de los datos, derechos humanos y libertades).

El chino lo hace estatalmente (regulación soberanocéntrica), sobre la base de un servicio a los objetivos del Estado (autosuficiencia y proteccionismo digital –tecnonacionalismo-), un control político -reconocimiento facial, el Gran Cortafuegos, Sharp Eyes…- y una visión autoritaria digitalcrédito social-. Se trata de afianzar cierto tipo de autocracia más que de mejorar una verdadera democracia –La Ruta de la Seda Digital, liderazgo tecnológico mundial, infraestructuras digitales (ciudades inteligentes, seguras…)-. Todo ello, como es fácilmente inferible, con algunos solapamientos con los otros dos modelos reguladores, previamente señalados.

En el europeo los pilares son los derechos –las personas han de estar en el centro de la transformación digital: su empoderamiento (democracia, equidad…)-. Los Gobiernos -Estados- son los responsables de establecer la regulación de las empresas tecnológicas, en favor de la dignidad humana, la intimidad/privacidad de los datos y la democracia (antimonopolio/competencia, fiscalidad digital…). Han, pues, de intervenir regulando -economía de mercado regulada-, con un objetivo esencial: salvaguardar los derechos fundamentales (control de sesgos y prejuicios en la toma de decisiones algorítmica, moderación de contenidos, transparencia algorítmica, auditorías independientes, equidad ex ante y ex postmercado único digital). Por razones de coherencia lógica -argumental- también se producen aquí los solapamientos ya comentados, con los correspondientes puntos a favor y en contra, como ocurre con los otros dos modelos de regulación.

La búsqueda de compromisos probablemente continúe en el futuro (Efecto Bruselas de facto y de jure -transparencia, rendición de cuentas, defensa de la competencia, derechos de autor, privacidad, moderación de contenidos, fiscalidad digital…-), pese a los desacuerdos actuales (resentimientos, desconfianzas, lucha por la supremacía, tecnodemocracias frente a tecnoautocracias…), entre las tres principales variedades de capitalismo digital –luchas horizontales-. En el ámbito de las luchas verticales, los Gobiernos han de buscar igualmente compromisos con las empresas tecnológicas, teniendo presente que el campo está plagado de potentes conflictos de intereses, incluidos los de los propios Gobiernos – autocráticos frente a democráticos-.

Libro bien escrito y documentado. Resulta muy aconsejable su lectura, pues cumple bien con el objetivo esencial: el de reflejar correctamente cuál es el estado actual de los imperios digitales y cómo pueden evolucionar en un futuro inmediato, en función de nuestras decisiones del presente. Puesto que nos afecta, personal y socialmente, más nos vale estar bien informados. Luego, leamos. Ganaremos mucho. Nos sentiremos más empoderados para combatir el autoritarismo digital presente en nuestros días.