El capitalismo progresista

Stiglitz, J. E. (2020). El capitalismo progresista. Respuesta a la era del malestar. Madrid: Taurus.

Portada del libro «Capitalismo progresista»

El autor es bien conocido internacionalmente por: a) haber recibido el Premio Nobel de Economía; b) la multitud de buenos libros de divulgación científica (ACIPE ya se hizo eco de La creación de una sociedad del aprendizaje) y cuyas conclusiones están presentes en éste; c)  el compromiso político, es decir, poner al servicio de la sociedad los conocimientos derivados de la investigación científica, en este caso, de la economía. Este profesor e investigador universitario, como él mismo manifiesta en este trabajo, sustituyó en su día su interés apasionado por la física teórica por la economía, a fin de tratar de dar solución a las desigualdades (de todo tipo y condición: de oportunidades, de salarios, educativas, de salud, de género…) y penurias (pobreza) por él vividas en su ciudad natal, Gary (Indiana) y después ratificadas a escala nacional e internacional.

La tesis central que defiende ya se manifiesta en el propio título: es difícil negar los hechos que avalan el malestar de nuestra era (el poderío económico y social desmedido de los buscadores de rentariqueza por rentas-, la explotación, la plusvalía del consumidor o la asimetría del poder del mercado). Ante ello, la solución propuesta (camino alternativo) es el capitalismo progresista, beneficioso para la mayoría de la ciudadanía. Hemos de intentar salvar, pues, al capitalismo de sí mismo (al actual capitalismo distorsionado y contrahecho).

Para comenzar, es necesario referirse a una serie de mitos (dogmas), por desgracia todavía vigentes en nuestros días: 1) los mercados por sí solos son capaces de lograr la prosperidad compartida y duradera (liberalización del mercado desregulación-, reducciones tributarias, subsidio a la oferta, trampas del mercado), dado que los gobiernos son inevitablemente ineficientes; 2) equiparación de  la riqueza de una nación con la de una minoría de sus individuos (la gran brecha: el 1% del país y el resto, la plutocracia hereditaria del siglo XXI); 3) la confianza espontánea en la economía del goteo: todo el mundo se beneficia del crecimiento económico; 4) la política y la economía deben transitar por vías independientes; 5) el pensamiento del tipo suma cero: juegos de suma cero; 6) el gradualismo (pequeños cambios continuados) es el sistema  adecuado para acabar con el malestar contemporáneo; 7) la codicia es legítima. Estamos, en definitiva, ante lo que se puede denominar como cultura antitética a las pruebas y  argumentos científicos.

Superados los mitos, el paso siguiente es saber qué debemos hacer, pero sobre todo cómo lo hemos de llevar a cabo. En esto consiste la esencia del libro: en la explicación del capitalismo progresista –por oposición al capitalismo egoísta- (prosperidad compartida: altos niveles de vida para toda la ciudadanía; políticas más igualitarias; creación de riqueza gracias a los conocimientos científicos frente a extracción de riqueza; la existencia de sistemas de pesos y contrapesos para evitar que una minoría ejerza el poder en detrimento de una mayoría –un no a la política de todo para el ganador o a los impuestos regresivos-). Se requiere, por tanto, una transición de la economía industrializada del siglo XX a la del siglo XXI (más dinámica): una economía verde,  de servicios e innovación.

Así, por ejemplo, con respecto a la globalización: se propone una globalización alternativa, después de verificar empíricamente que no se ha gestionado como es debido, pues ha enriquecido a unas minorías (fundamentalmente grandes corporaciones multinacionales),  empobreciendo a la ciudadanía de los distintos países, incluido por supuesto Estados Unidos: las heridas de la globalización, siendo muy conscientes de que el proteccionismo no es la respuesta. En cuanto a las finanzas: modificar las normas y la cultura subyacente, que en buena medida han sido las responsables de las últimas crisis de nuestro siglo (hay que evitar que el sector financiero perjudique a la sociedad siendo disfuncional –predominio del enfoque cortoplacista-, debido a su comportamiento manifiestamente abusivo y predatorio).

En general, la tesis aquí argumentada se sintetiza en que las reformas económicas, que son necesarias, deben estar guiadas en todo momento por reformas políticas (acciones colectivas encaminadas a reformular –reescribir– las reglas). Uno de los ejemplos ilustrativos es el referido al desafío de las nuevas tecnologías (la economía digital): es un asunto eminentemente político, encaminado a disminuir paulatinamente la polarización y desigualdad creciente y los monopolios atrincherados. ¿Cómo se puede materializar aún más este tipo de políticas? Mediante la regulación específica de los datos y sus usos por parte de los gobiernos democráticos, potenciando la anonimización de los mismos y su empleo plenamente –no sólo en parte- transparente.

Si lo dicho hasta aquí no ha supuesto un estímulo suficiente para la lectura, bastaría con sólo echar una ojeada al apartado de agradecimientos para percatarse de que merece mucho la pana leer esta obra, incluso para los que no se definen de forma manifiesta en su compromiso político (si es que lo tienen) o defienden otro distinto al del autor. Como cabía imaginar, alguna de sus fuentes de inspiración declarada ha sido ya comentada en nuestro amplio apartado de recensiones.

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