Mazzucato, M. y Collington, R. (2024). El gran engaño. Cómo la industria de la consultoría debilita las empresas, infantiliza a los gobiernos y pervierte la economía. Barcelona: Taurus.

De la primera autora ya se realizó una recensión de otro de sus libros. El pensamiento crítico bien fundamentado es esencial para seguir siendo prósperos, democráticos, libres y para poder superar los grandes retos internacionales -pandemias, clima (crisis/colapso climático), desigualdad…- a los que nos enfrentamos en la actualidad. Esta obra lo certifica. Se aportan, además, alternativas -prácticas- de solución a los desafíos actuales. En modo alguno es poca cosa.
El núcleo de análisis se centra en el sector de la consultoría -su visión particular-, que está alcanzando tamaños descomunales –las tres y las cuatro grandes– y que afecta a múltiples facetas de nuestras vidas: infraestructuras digitales, reformas educativas…
El gran problema: han creado disfunciones en empresas y gobiernos de todo el mundo, debido al gran engaño, que no es una actividad considerada delictiva (consultocracia, agentes activos –extracción de valor– en los cambios económicos y de gobernanza, a escala mundial). Con ello, han debilitado a las empresas, han infantilizado a los gobiernos, han pervertido a nuestras economías, por lo que nos pone a todos en peligro -no se nos fortalece, se nos debilita-. Parece, entonces, que nos va a merecer la pena reflexionar -y actuar en consecuencia- sobre los argumentos que se nos presentan en este volumen y sobre las soluciones ofertadas. Empecemos, pues.
Sector de la consultoría -muy diverso-: va más allá de proporcionar conocimiento especializado, pues asume de hecho tareas operativas y de gestión esenciales, externalizadas por los gobiernos, las empresas y otras organizaciones nacionales e internacionales (Francia, Estados Unidos, Reino Unido, India, Kenia, Indonesia, Australia, Canadá, China…). Así las empresas de consultoría se han ido convirtiendo, sobre todo desde las últimas décadas del siglo XX, en actores clave de la política y los negocios.
La mayoría de las críticas a este sector se han centrado en sus gestiones concretas (pérdidas económicas cuantiosas, ineficiencias en las gestiones encomendadas, insatisfacción tras las expectativas creadas…) sin detenerse en los problemas estructurales. Estos se enmarcan dentro del capitalismo vigente -el neoliberalismo reinante (fin de la historia, el capitalismo de gestores de activos)-: a) Programas de Ajuste Estructural (programas de privatización con la asesoría de consultores especializados); b) externalización de servicios cruciales (empresas de externalización: administración digital…) que supone beneficiarse de las recompensas sin asumir riesgos; c) contratos que implican, además de la correspondiente asesoría y auditoría, el poder hacer gobierno (gobiernos dirigidos por las consultorías de gestión)…
A la vista de estas críticas y de los problemas estructurales -el gran embuste-, ¿por qué seguir recurriendo, entonces, a los consultores, que no logran reducir los costes de transacción ni crean un valor añadido a la economía ni a la sociedad? ¿Por su información privilegiada, su dominio de las nuevas tecnologías o sus habilidades especiales para infundir confianza? ¿Por las propias ansiedades de gestión de los asesorados? La clave se halla en la consultología (capacidad para extraer rentas: redes de alumni, conocimiento basado en casos, apariencia casi académica, relación desigual de riesgos -contractual, computacional- y recompensas…).
Ahora ya nos vamos acercando a lo que verdaderamente importa: ¿cuáles son los costes –abusivos– para el desarrollo económico, la democracia y el planeta cuando las promesas -irreales- de lo que da de sí el asesoramiento -consultoría- no se ven cumplidas -fracasos probables-? La dura realidad: las consultorías -externalización- dificultan la capacidad de crear memoria institucional, al igual que un aprendizaje organizativo –vaciamiento total de las competencias-, necesario para mejor afrontar el futuro. También dificultan la innovación (apostar por la gestión, olvidándose de la ciencia), además de legitimar las decisiones sobre el empeoramiento de las condiciones y salarios de los trabajadores. A esto ha de añadirse que, con alta frecuencia, hay un conflicto de intereses sistémico –dos amos-, se da una permanente falta de transparencia -opacidad- y proponen una gobernanza climática gobernada por el mercado -un buen ejemplo de oxímoron donde los haya-.
Ante esta situación, las consultoras intentan aparecer, por irónico que pueda parecer, como esenciales para el buen funcionamiento del sector público: se aprovechan de la vulnerabilidad -creada precisamente por ellas- para la venta del gran engaño –gigantesco placebo social-.
¿Alguna propuesta para hacer frente -eficientemente- a esta situación del engaño? Varias: a) hacia los gobiernos -crear valor (riqueza comunitaria) en la economía (Estado emprendedor, no solo solucionador problemas), asumir riesgos y reconstruir competencias organizativas (remar para poder dirigir el barco hacia unos determinados objetivos)- y b) hacia las organizaciones empresariales y gubernamentales -crear valor, fomento del aprendizaje para un buen desarrollo futuro y más transparencia (divulgación de los conflictos de intereses)-.
Buen libro para reflexionar y actuar consecuentemente. No dejes pasar esta oportunidad. Seguro que no te arrepentirás. Por tu bien, por el de la humanidad y por el de nuestro planeta. Ánimo, pues.