Sadin, E. (2023/24). La vida espectral. Pensar la era del metarverso y las inteligencias artificiales generativas. Buenos Aires: Caja Negra.
Ya hemos recensionado otra obra de este autor, que goza de merecido prestigio internacional. Los asuntos sobre los que reflexiona son de máxima actualidad: nuestro mundo cada vez más digitalizado, siendo conscientes -para bien y para mal- de lo que es consustancial a la condición humana -nuestra vulnerabilidad fundamental-, según testimonia la sólida teoría de la evolución, sin duda una de las más y mejor fundamentadas en la ciencia actual.
Lo que hasta hace muy poco se circunscribía con nitidez al mundo analógico ahora entra con fuerza en el ámbito digital, de forma que se genera una cierta confusión entre flujos de la vida -mundo clásico- y flujos digitales -entornos hechos de píxeles: el metaverso, la cuarta era de la historia de las tecnologías digitales, el acompañamiento algorítmico de la vida, panteísmo, integralitarismo e innovación digitales-. ¿Cómo podríamos desfacer este enredo -confusión de los deseos y la realidad, la vida y la tecnología-, si procediese y fuera posible? Ya tenemos así el objetivo de este libro de no muchas páginas (no llega a las 250): dar una fundada respuesta –filosófica, no lo olvidemos- a esta pregunta.
Que el mundo analógico está vertebrado por problemas existenciales serios quedó fuera de toda duda razonable con los devastadores efectos de la pandemia de coronavirus (2020-23), a escala mundial. Buen momento para que las personas siliconianas ofrecieran la mejor solución posible a la humanidad: la ineluctabilidad de su nuevo mundo -el digitalizado: el marco casi exclusivo de nuestra existencia futura (metaverso, inteligencia artificial… vidas algorítmicamente orientadas, pixelización integral, promptismo generalizado, universo espectral, fijación inmersiva, complejo digital/industrial)-. Y en estas estamos: diagnosticar el presente que viene -desde la filosofía-, para después poder actuar en consecuencia -humanamente-.
La historia moderna de la tecnología -historia de la modernidad mediática- (vapor, electricidad, informática…) nos posibilita entender mejor las cambiantes relaciones de la trinidad fractal –tecnología, cuerpo y sociedad-, con manifiesto predominio de la primera sobre las otras dos. Así se llega al orden de la pantalla –primero televisiva, después monitor e Internet, teléfonos inteligentes…- capaz de movilizar poderosamente nuestra atención (humanidad sentada y privilegio de lo retiniano al principio, para, después, alcanzar la interactividad dentro de un paraíso artificial -ejemplo prototípico: el oxímoron de la inteligencia artificial-).
Pese a estos intentos (una gobernanza algorítmica de la sociedad –refabricación de lo real-, un monitoreo robotizado de los flujos de la vida -surrealismo algorítmico-, la hiperpersonalización de la vida -condición existencial inédita-…), tal vez fuese pertinente constatar la vanidad inherente a la fantasía de una domesticación absoluta de la naturaleza y de nosotros mismos, pues se nos afirma que es imprescindible huir del infierno de la realidad -nuestra realidad mundana- a cualquier precio, gracias precisamente al instruccionismo/promptismo generalizado: omnipresencia del simulacro pixelado, incorpóreo-.
La tarea urgente propuesta por el autor, ante esta ideología dominante tecno/positivista -racionalidad computacional-, es la de luchar -defender y cultivar: el ser humano es un ser rebelde- en favor de nuestra realidad -vulnerabilidad consustancial: falibilidad, deficiencias, pero también sensibilidad, inventiva y genio -, enmarcada esta lucha dentro de un mundo social y material también real -que obviamente no es el equivalente al sustituido por el otro digital, repleto de robots y de los avatares- (estética del avatar, apariencia avataresca)- y que supuestamente pretende -y da la impresión de querer lograrlo- alcanzar una anhelada superioridad – perfeccionamiento: el mejor de los mundos posibles- y que se conseguiría gracias justamente a una normatividad algorítmica -descorporeizada-.
Se nos propone luchar, por tanto, contra esa telesociabilidad generalizada –reduccionismo relacional, alteridad alterada, aislamiento colectivo, vida líquida, vaporización del otro-y contra una subjetividad desvitalizada –devenir vegetal, mercantilización integral de la vida-, una vez desveladas, como se ha pretendido hacer en este volumen (contra el tecnoliberalismo espectral: deber moral, sociedad crítica). Si se ha conseguido o no -plena o parcialmente- te corresponde a ti decidirlo. Anímate, pues, con esta lectura. Te será de ayuda, pues reflexionar con fundamento, en este caso de tipo filosófico, nos enriquece a los humanos.