Bajo un cielo blanco.

Kolbert, E. (2021). Bajo un cielo blanco. Cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro.  Barcelona: Crítica.

Portada del libro

Su autora ya ha sido galardonada con varios premios, entre los que destaca sin duda el logrado con su libro La sexta extinción: premio Pulitzer. Con ello, uno puede inferir que se va a encontrar con una obra bien escrita y debidamente documentada, y acertará de pleno. Igualmente, sospechará que su núcleo de interés va a ser la incidencia (impacto) de las actuaciones de los humanos en la naturaleza (Antropoceno –temprano o de finales del siglo XVIII-: control del control de la naturaleza) y volverá a ser reforzado positivamente.

Se parte de unos ejemplos ilustrativos de los comportamientos de los humanos en la naturaleza: actuaciones con las carpas saltarinas –carpa asiática- en Chicago, con las tierras hundidas de Nueva Orleans –parroquia de Plaquemines-, con los cachorritos –especie de Estocolmo- en el Hoyo del Diablo y la gruta simulada. Con ello se pretende poner de manifiesto lo que son las soluciones troyanas o los círculos viciosos, es decir, controles sobre la naturaleza convertidos en posibles efectos  bumerán.

De ahí que tengamos que hacer algo más y distinto, como puede ser la evolución asistida (corales más resistentes, por ejemplo), gracias a los avances de las nuevas ciencias de la vida (secuenciación genética, ingeniería genética, robots subacuáticos para ayudar a mejorar arrecifes dañados…) si queremos prevenir y evitar efectos todavía más perniciosos para los humanos y para el planeta. Nuestras conductas guiadas por la soberbia y la arrogancia no nos posibilitan ver que es imposible sobrevivir sin tener en cuenta todo lo que nos rodea (otros seres humanos, otras especies y la propia naturaleza a la que pretendemos controlar sesgadamente, debido a nuestra visión de túnel y antropocéntrica).

Esto nos llevaría a la consecución de un objetivo: promover la biodiversidad (técnicas de rescate genético). Ahora bien, esto no es tan fácil de conseguir, ni siquiera con los espectaculares avances de la ingeniería genética (CRISPR, por ejemplo). La dura realidad es que nos enfrentamos a un complicado dilema, pues en ocasiones es mejor intervenir que no hacerlo y en otras lo contrario puede parecer lo más adecuado.

Donde a todas luces sí es necesaria la intervención climática, además urgente, es en el arreglo del desastre causado por la quema de combustibles fósiles. Ahora bien, hoy hemos de tener en cuenta que aunque las responsabilidades deben ser mundiales, necesariamente tienen que ser diferenciadas, si queremos llegar a acuerdos y, sobre todo, a sus correspondientes cumplimientos.

En cuanto a las vías, contamos con varias alternativas que no son incompatibles, sino más bien complementarias (reducción de emisiones y remoción de dióxido de carbono), siendo conscientes de  que buena parte de ellas, sobre todo en el caso de las emisiones negativas (capturar y retirar los gases de efecto invernadero de la atmósfera –captura directa del CO2  del aire e inyectarlo en las rocas a gran profundidad-, meteorización reforzada, bosques nuevos…) se hallan todavía en fase de experimentación. El objetivo principal debiera ser en estos momentos la evaluación rigurosa de los costes,  de las ventajas y de los inconvenientes.

Igualmente, en fase de experimentación se encuentra todo lo relacionado con la geoingeniería solar –gestión de la radiación solar: barata y rápida-. ¿Qué sucedería si se dispersara carbonato de calcio por la estratosfera? Hoy por hoy la mayoría de la gente muestra considerables reticencias al respecto. La visión de muchos científicos es claramente opuesta, aunque algunos son partidarios de intentarlo pese a todo, dada la extrema gravedad de la situación presente.

El centro vertebrador del volumen es claramente el Antropoceno. En estos momentos es difícil negar cómo los ingenios y las hazañas humanas a lo largo de la historia nos han ido haciendo creer que podíamos dominar (controlar) sin problema la naturaleza. Hoy comprobamos que estamos poniendo en peligro el modus operandi principal de la propia naturaleza y con ello también nos estamos poniendo en peligro a nosotros mismos. ¿Hay alguna salida operativa y digna?   Algunas respuestas, ciertamente parciales, se encuentran expuestas en el libro, pues sólo mediante el reconocimiento de las amenazas existenciales vigentes podemos comenzar a hacerles frente. Invertir en el conocimiento de la naturaleza es invertir en nuestro propio conocimiento: el del presente y el del inmediato futuro. Nuestro tipo de existencia futura y el de la naturaleza depende justamente de lo que hagamos a partir de ahora. Merece, pues, la pena ponernos de inmediato manos a la obra.

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