ADN basura. Un viaje por la materia oscura del genoma humano.

Carey, N. (2015). Barcelona: Biblioteca Buridán.

ADN Basura, Portada

ADN Basura, Portada

A finales de 2008 el neurocientífico Richard J. Haier ponía de manifiesto que en el siglo XXI ya no se debiera hablar de base genética e influencia del entorno, pues son conceptos típicos de la anterior centuria y que lo que realmente preocupaba era el conocimiento de los mecanismos concretos y específicos, capaces de dar una explicación más rigurosa de la conducta humana. En buena medida es lo que podemos encontrar en el presente libro de esta profesora e investigadora de Biología Molecular en el Imperial College London. Desde un principio queda patente que la genética no se puede reducir al estudio de las secuencias de ADN (genes) que codifican los aminoácidos que darán lugar a las proteínas, ya que en torno al 98 por ciento del ADN, en una célula humana, “es una basura que no codifica ninguna proteína”. A lo largo de todo el libro se irán ilustrando los descubrimientos más actuales sobre las funciones ya conocidas o sospechadas (pues estamos en la infancia de este tipo de estudios) de la mal llamada “basura” genómica. En ella, con alta probabilidad, vamos a encontrar (y estamos ya encontrando) los mecanismos que han posibilitado la complejidad distintiva de nuestra especie con respecto a todas las demás, incluidas las más cercanas a nosotros.

En un intento de síntesis de los factores responsables de la complejidad de nuestros organismos la autora hará alusión a más de una decena que, además, están en constante interacción entre ellos: retrogenes, repeticiones, secuencias proteínicas, ARN no codificantes, telómeros, potenciadores, promotores, epigenética, interacciones 3D, splicing, aislantes, centrómeros. Para ser conscientes de este nuevo mundo de la genética (bien distinto al que se ha mantenido hasta casi finales del siglo pasado), se ha de tener en cuenta que un fragmento de ADN puede incluir: un gen codificador de proteínas, ARN largos no codificantes, ARN pequeños, ARN antisentido, señales de empalme, regiones no traducidas, promotores y potenciadores, a lo que habría que añadir las variaciones en la secuencia de ADN entre los humanos, las modificaciones epigenéticas dirigidas y aleatorias, los enlaces a otros ARN y proteínas y los efectos de los diversos y específicos entornos en constante cambio.

Los modelos de variables independientes y dependientes y el de las relaciones lineales no parecen las mejores aproximaciones rigurosas a lo que realmente somos y hacemos. Sí se muestran más prometedores, en cambio, los enfoques que asumen los condicionamientos circulares concretos y específicos, que nos obligan a dejar de lado categorías con cada vez menos significado real como pueden ser las de base genética y entorno o ambiente.

Como psicólogos y psicólogas educativos hemos, pues, de estar al corriente de estas valiosas aportaciones, ya que gracias a ellas podremos asesorar e intervenir, ante determinadas disfunciones o problemas educativos, con un fundamento bien distinto al que se haya podido derivar de lo que en su día no muy lejano se nos proporcionó en las aulas. Conocer los mecanismos concretos, que dan lugar a cada tipo de conducta, es lo que va a diferenciar a los mejores profesionales educativos de aquellos no tan buenos. Así pues, bienvenidos a los impresionantes avances de la ciencia del siglo XXI.

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