Cómo criaturas minúsculas manipulan nuestro comportamiento y transforman sociedades. McAuliffe, K. (2016). Barcelona: Ediciones Urano.
Este libro se enmarca dentro del ámbito del Periodismo de Investigación, al que hicimos alusión en la reseña del Ladrón de cerebros. Está escrito por una periodista que ha cosechado éxitos y reconocimiento por su maestría en la divulgación de temas científicos. La ciencia es la que nos posibilita tener una visión válida y fiable de lo que en realidad somos y de lo que podemos y no podemos llevar a cabo a lo largo de nuestras vidas. En esta ocasión la autora se centra en los parásitos (pasajeros invisibles, capaces de burlar nuestros sistemas inmunológicos; dictadores encubiertos) y otros microorganismos: esas criaturas minúsculas que conviven con nosotros, dentro de nuestro cuerpo, y que, para bien o para mal, condicionan (manipulación parasitaria, zombificación, hipnotización) nuestra existencia más de lo que habíamos podido imaginar hasta ahora. Inciden en cómo nos comportamos, en qué tipo de sentimientos manifestamos y en cuáles pueden ser nuestros pensamientos y, en situaciones extremas, pueden llegar a ser determinantes en el paso de la vida a la muerte: es el caso, a título de ejemplo bien ilustrativo, del Plasmodium, causante de la malaria.
Dado que buena parte de los datos que se comentan en este libro provienen de investigaciones muy recientes, de diversas disciplinas (neuropasitología, inmunología, psicología, psiquiatría o antropología, entre otras) y que todavía no tenemos un corpus científico consolidado, hemos de ser sumamente prudentes a la hora de valorar lo que se nos presenta.
Ahora bien, lo que sí es un hecho bien constatado es que nosotros somos nuestro yo más todos los microorganimos que conviven dentro de nuestro cuerpo. Recuérdese que ya desde los primeros momentos de la vida, las primeras bacterias fueron parasitadas por los primeros virus. Desde entonces hasta nuestros días este fenómeno se ha convertido en una realidad permanente. Cabe suponer, con fundamento, que su conocimiento y asimilación por cada uno de nosotros va a suponer una mejor comprensión científica de quiénes somos y del lugar que ocupamos en la naturaleza, aunque ello nos obligue a dejar atrás una imagen demasiado idílica de nuestro ser. Veamos por qué.
Se ha de hacer mención aquí a nuestra microbiota (simbionte), es decir, al conjunto de virus, bacterias, hongos, protozoos y otros microorganismos que viven en nuestro cuerpo y que interactúan con él (para bien y para mal). Hemos de hablar de muchos billones, lo que a todas luces supera el número de células de nuestros organismos. Igualmente, nos hemos de referir al microbioma: conjunto total de los genes de nuestra microbiota. Este material genético supera al nuestro en bastante más de 100 veces, lo que ha llevado a afirmar a algunos autores que el 90 por ciento de ti no eres tú, genéticamente hablando. Somos, pues, querámoslo o no, más que un organismo, un superorganismo, que además de nuestra huella dactilar única, tenemos también nuestro microbioma único. Albergamos, los humanos, millares de especies de microbios, cuya composición es distinta en cada individuo.
El estudio actual de este inmenso mundo abrirá, muy probablemente, en un futuro próximo vías de intervención, tanto de tipo correctivo, como preventivo o incluso optimizador. No parece bueno que los psicólogos y psicólogas educativos nos mantengamos al margen de estos avances científicos, cuando la psicología sí está ya implicada en trabajos de investigación dentro de estos campos.