Sedados

Davies, J. (20211/22). Sedados. Cómo el capitalismo moderno creó la crisis de salud mental. Madrid: Capitán Swing.

Portada del libro "Sedados"

Este profesor inglés de Antropología Social y Psicoterapia goza de amplia experiencia de divulgación científica, a escala internacional. Su exposición es clara y bien documentada. La tesis que  defiende: el enfoque predominante farmacológico –médico- para tratar de solventar el actual aumento de enfermedades mentales –patente tsunami de trastornos mentalestal vez no sea el más adecuado. Si esto fuera verdad, es preciso probarlo, siendo justamente eso lo que se pretende en esta obra.

Se parte de la incidencia de los planteamientos económicos –ante todo y sobre todo de los del  capitalismo moderno– en la salud mental de la ciudadanía, frente a las perspectivas centradas casi exclusivamente en las personas –las predominantes en nuestros días-, en tanto fuentes principales de la salud y la enfermedad individual.

Incluso si sólo se tiene en cuenta la relación de fármacos y salud, la conclusión no es precisamente muy halagüeña: con cierta independencia del diagnóstico considerado, los psicofármacos empeoran los resultados a largo plazo, aun cuando se puedan producir beneficios a corto plazo. ¿Por qué entonces se sigue con la receta de los fármacos –epidemia de prescripciones– durante periodos tan prolongados?

En buena medida se lo debemos a un gran mito, apoyado por la industria farmacéutica y su financiación a profesionales de la salud –básicamente psiquiatras- para su mantenimiento. En el fondo, con cierta ayuda psicológica, derivada de la aplicación de test psicológicos,  acabamos asumiendo como plena verdad que nuestro malestar, nuestra insatisfacción –incluso toda nuestra salud mental– se debe básicamente a algún fallo personal (o familiar), bien sea de tipo biológico, psicológico o de ambos. El mal, pues, está dentro de nosotros. De ahí la inculpación de la víctima, el falso empoderamiento, la coerción psicológica, la despolitización del problema -ocultación de las raíces sociales del sufrimiento-, la patologización y la  medicalización.

De aquí se deriva la necesidad ineludible de los psicofármacos, aunque incluso puedan ser perjudiciales sobre todo si tenemos en cuenta una perspectiva de largo alcance en el tiempo, y de las intervenciones psicosanitarias centradas casi exclusivamente en las personas.

Pero, ¿cuál es el contexto que nos ha llevado a esta situación de predominio de esos enfoques psicosanitarios a la hora de afrontar los problemas emocionales –los de la salud mental- de las personas, aun cuando, como se ha podido comprobar, dejan bastante que desear desde un  punto de vista riguroso –científico-: el ofertado desde la buena ciencia?

Son varios los factores manifiestamente condicionantes de la visión centrada casi exclusivamente en las personas: 1) La desregulación económica y farmacológica–pseudorregulación o regulación laxa: agencias reguladoras con intereses específicos en cada sector (puertas giratorias, excesiva proximidad de intereses, listones bajos de autorización, laxitud evaluativa)-. 2) El consumo –irracional- como valor supremo: la mercantilización. No respondemos a nuestro malestar indagando sobre las posibles causas o raíces estructurales, sino consumiendo (insatisfacción funcional). 3) La deshumanización de la productividad:la patologización del bajo rendimiento laboral (vinculación conceptual entre la enfermedad mental y el bajo rendimiento). En esencia, la fetichización de la productividad económica, que es el caldo de cultivo propicio para el pleno apogeo de la industria farmacéutica. 4) El hiperindividualismo, con su correspondiente inculpación de la persona: la culpa es tuya. Se produce una estigmatización –personas etiquetadas con un diagnóstico psiquiátrico- y la pertinente prescripción de los psicofármacos como la supuesta mejor solución, sin la atención debida a la incidencia de factores como la pobreza, la discriminación, los abusos, la marginación, entre otros, en el estado de salud de las personas.

Si se tienen en cuenta estos condicionantes sociales del sufrimiento – la salud mental tiene en buena medida un origen psicosocial- será posible paliar un conjunto de deficiencias del enfoque medicalizado predominante, apoyado por el capitalismo moderno, generador de cierta ansiedad por el estatus.

Aplicando una lógica elemental, la sedación, en el mejor de los casos, se ha de aplicar en muy contadas situaciones, en muy breves periodos de tiempo y, además, siempre que se trate de una verdadera necesidad. Si se nos pretende mantener sedados a lo largo de las distintas etapas de nuestras vidas, a todas luces mejor es despertar. Este libro nos ayudaré en este saludable empeño, más allá del mayor o menor grado de  acuerdo que podamos mantener con los puntos de vista -de partida, intermedios y de llegada- del autor. En todo caso, hemos de reflexionar. Fantástica actividad.

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