Oppenheimer, A. (2019). ¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la digitalización. Barcelona: Debate.
En esta obra, netamente divulgativa, su autor trata de recabar información relevante, a escala internacional, sobre qué es previsible que suceda con los distintos tipos de trabajos (en el inmediato futuro), en pleno tránsito de una era básicamente analógica a otra fundamentalmente digital (era de la automatización). Este tránsito está provocando una disrupción digital, debido a las nuevas tecnologías digitales, con manifiesta incidencia en nuestros trabajos o ausencia de ellos –desempleo tecnológico– y, por ende, en todas y cada una de las distintas facetas de nuestras vidas (laboral, personal, social…). Ya estaríamos viviendo pues, querámoslo o no, en una etapa histórica, caracterizada por las convulsiones, las perplejidades y las inestabilidades, siendo la velocidad de la automatización la que puede ser determinante del tipo de salida social futura: terremoto social, en un extremo, o sociedad más avanzada y satisfecha, en el otro, con los pertinentes grados intermedios entre ambos.
Ante esta situación, nos encontramos con al menos tres tipos de perspectivas: a) la de las personas tecnooptimistas o tecnoutópicas (visión tecnocéntrica; magnates tecnológicos), que asumen, y nos quieren hacer creer, que el futuro será mejor de lo que pensamos, con la inclusión -si fuera necesaria- de una renta (ingreso) básica universal para todo el que la necesitase, b) la de las personas tecnopesimistas, que entienden que la robotización generalizada (vorágine de la automatización) supondrá pérdidas también generalizadas de los actuales puestos de trabajos (podrían llegar a desaparecer hasta casi un 50% de las ocupaciones actuales), con las graves consecuencias de todo tipo que esto implicaría (vulnerabilidades a la automatización), c) la de las personas tecnorrealistas: la revolución robótica supone, por ejemplo, innegables avances (los robots son baratos y eficientes en el mundo industrializado), a la par que obligan a los humanos a rediseñarse y a tener que desarrollar, sobre todo, las así llamadas habilidades blandas: creatividad, capacidad para detectar nuevas oportunidades, trabajo en equipo, entre otras.
En el libro se hace un repaso, bien fundamentado, de algunas de las profesiones que previsiblemente han de hacer frente a la magnitud de los desafíos sociales que conlleva la automatización (robotización): las de periodistas, banqueros, abogados, médicos, trabajadores manufactureros, transportistas, camareros, empleados de tiendas y supermercados, actores, músicos, deportistas, en tanto constituyen casos sumamente prototípicos ya en estos mismos momentos.
En este conjunto de profesiones también aparece la de las personas dedicadas a la docencia, que nos (me) afecta especialmente por razones obvias. ¿Será una realidad que los futuros robots docentes revolucionarán la educación mundial gracias a su capacidad para enseñar de forma más didáctica, más eficaz e incluso más divertida que los seres humanos? Si así fuera, y contando con que el profesorado no desea en principio desaparecer mayoritariamente, ¿cuál debería ser nuestra perspectiva futura? ¿La de los tecnooptimistas, la de los tecnopesimistas o la de los tecnorrealistas?
Entiendo que, por lo reflejado en el libro, lo que más nos conviene es asumir la tercera opción, siendo además conscientes de que en un primer momento nos vamos a encontrar con numerosos problemas y dificultades de adaptación a las exigencias del mundo digitalizado (robotizado), pero que a la larga, y teniendo en cuenta las ventajas –asistentes virtuales, impresoras 3D, internet de las cosas– sobre las desventajas –adicción tecnológica-, docentes y discentes saldremos bien parados y mejorados, en esta colaboración con un mundo muy robotizado y automatizado. Dado lo bien escrito que está el libro, la buena documentación utilizada por su autor en contacto directo con profesionales internacionales solventes y el sumo interés del asunto tratado –el trabajo frente al desempleo-, pues a todos nos afecta de manera esencial en amplios periodos de nuestras vidas, creo que no me equivoco si digo que merece la pena dedicar algo de nuestro tiempo a la lectura reflexiva de esta obra. Además, tendremos la oportunidad de asomarnos a lo que pueden ser las 10 áreas de trabajo más probables (según el autor) para nosotros, los humanos, en un futuro próximo: asistentes de salud, analistas e ingenieros de datos, policías digitales, asesores, cuidadores y programadores de robots, profesores y maestros, especialistas en energías alternativas, artistas, deportistas y creadores de entretenimiento, diseñadores de contenidos comerciales y hasta, finalmente, consejeros espirituales.