Desmond, M. (2023/24). Pobreza, made in USA. Madrid: Capitán Swing.

Este renombrado sociólogo y educador estadounidense, que recibió el Premio Pulitzer en 2017, practica el pensamiento crítico y es consecuente con sus derivaciones prácticas. De ahí que se nos invite a llevar a cabo un tipo de prosperidad compartida, una vez convertidos en abolicionistas de la pobreza (solucionistas, movimientos sociales, sindicatos, auditoría de nuestra propia vida, rendir cuentas…), camino que ciertamente no es fácil, pero en modo alguno imposible.
Así, la pregunta básica que vertebra toda la obra es: ¿por qué hay tanta pobreza/penuria (dolor, inestabilidad, miedo, pérdida de libertad, humillación, merma vital…) en una tierra tan abundante –Estados Unidos-? La realidad pone de manifiesto que incluso hay pobreza por encima del umbral fijado oficialmente. Parece entonces que merece la pena adentrarnos en el conocimiento sopesado –teórico/práctico– de sus análisis y propuestas, a fin de descubrir su fundamento científico. De hecho, lo que se busca es precisamente una teoría básica sobre este problema: las causas de la pobreza, que nos exigen mirar más allá de los pobres -frente al enfoque de inculpar a las víctimas o criminalizar la pobreza-. Avancemos, pues.
Hemos de ser conscientes de que, si bien el nivel de vida es superior en estos momentos con respecto a periodos pasados, la pobreza no ha retrocedido en las últimas décadas pese al aumento de las ayudas –prolongado inmovilismo, desigualdad persistente: deprimente historial de la lucha contra la pobreza-. Además, sabemos -los datos son elocuentes- que esto no es debido al aumento de la inmigración. En estos asuntos es bastante frecuente confundir causas y consecuencias, con los problemas que esta confusión conlleva para los intentos de paliarla o erradicarla.
Parece haber llegado la hora entonces de ir formulando hipótesis e intentar ver qué nos dicen los datos. Así, ¿el aumento del salario -mínimo- influye en el empleo -desempleo-? Más bien, no -según gran parte de los estudios empíricos, frente a cierta falsa creencia generalizada en contra-. Y siguen las creencias infundadas: se nos prometió dinamismo a cambio de la desigualdad. Esta ha llegado pero el dinamismo ha retrocedido. También ha retrocedido el sindicalismo, mientras que ha aumentado el fenómeno de la uberización. Nos hallamos ante la mentira de la escasez en medio de la abundancia.
¿Cómo resistirnos entonces a participar en la lucha por el empoderamiento (coaliciones de fusión…) de las personas con riesgo de pobreza o exclusión social -contra la explotación-, frente a la debilitación tan frecuente y actual de la clase trabajadora –economía de servidumbre-? Las personas pobres quedan atrapadas -los datos cantan- en un ciclo permanente de deuda. En cambio, la seguridad económica permite elegir mejor. Este es el gran dilema estructural, que va más allá de la situación concreta de cada individuo. Es un problema claramente social e institucional –explotación, desregulación, exclusión… pobres que pagan por su pobreza (resulta caro ser pobre), gente permanentemente endeudada (no tener donde elegir)…-.
La supuesta teoría, mantenida de generación en generación, de que nuestra medicina -prestaciones sociales…- es en realidad un veneno, que hace a la gente vaga, no es avalada -apoyada- por los hechos. Un aspecto muy significativo dentro de este contexto es que no se aplica la misma lógica en el caso del estado de bienestar invisible -cuantiosos beneficios (exenciones) fiscales- que afecta sobre todo a personas muy alejadas de la pobreza. Esto explica, al menos en parte, esa opulencia privada -patrimonios al alza- concatenada a la miseria pública -servicios públicos desarticulados- reinante en nuestros días en Estados Unidos. El estado del bienestar favorece así, en gran medida, a las clases altas (las trampas de riqueza generan trampas de pobreza, círculos viciosos antidemocráticos e injustos), dejando de lado enfoques universales selectivos encaminados a invertir más en el bienestar de la ciudadanía (nuevo contrato social, empoderamiento de las personas pobres -el poder de decidir-, derribar muros -segregación-…). Se trata, en definitiva, de acabar con la explotación social de los individuos pobres -la integración funciona-.
Este volumen cuenta con un manifiesto apoyo teórico y una gran experiencia práctica sobre un asunto de capital importancia para la humanidad: la pobreza. Conocer sus auténticas causas -no es en modo alguno válido el enfoque de la inculpación de la víctima– constituye el primer paso apropiado para poder ir erradicándola. Aunque centrado el análisis en Estados Unidos, las conclusiones pueden resultar muy útiles para otros países, incluido el nuestro -España-, con los matices oportunos. De ahí que sea recomendable su lectura. Bienvenida, pues, esta ayuda tan pertinente. Merece la pena luchar por el fin de la pobreza, pues esta dificulta enormemente el sano desarrollo de nuestras capacidades, imposibilitando realizar los justos sueños de cada persona.