Malm, A. -y Zetkin Collective- (2022). Piel blanca, combustible negro. Los peligros del combustible fósil. Móstoles (Madrid): Capitán Swing.
A priori parecería que los conocimientos científicos gozan de suficiente credibilidad en nuestros días como para orientar debidamente nuestras vidas (influencia humana tangible en el clima global), en el contexto de un mundo tan convulso como el actual, frente a ciertas políticas -políticos- que tienen a bien hacer gala de un negacionismo científico permanente –desconfianza de la ciencia y de sus científicos-, ofreciendo a cambio explicaciones alternativas sin suficiente -necesario- respaldo empírico y teórico.
De forma mucho más concreta, por ir al núcleo de la obra que tenemos entre manos: se trata de descubrir las conexiones entre la realidad del cambio climático (con todas sus implicaciones vitales) y su negación (negacionismo, escepticismo climático persistente, bulo o locura climática, religión climática, máquina de la negación, nihilismo climático) por parte de una determinada posición política (cruzada contra la naturaleza por parte de la estrecha alianza entre combustibles fósiles y blanquitud). Parece, ya a primera vista, que nos podemos jugar mucho en ello con este modelo climático político, ¿no? Pues continuemos con el análisis detenido de lo que se nos ofrece.
Aunque pueda parecer inicialmente un oxímoron (dióxido de carbono: unos lo llaman contaminación, otros vida), el negacionismo usa la oposición -negación- como férrea defensa del capital fósil global -como totalidad-, pues cree que le va la vida en ello, usando sin tapujos para este fin la poderosa maquinaria de la desinformación -falsedades, fabricación de mitos-. Ahora bien, este negacionismo frontal -sus responsables- no pudo resistir su propia crisis ante la abundancia de pruebas en su contra (fósiles del Holoceno tardío), por lo que se vio obligado a cambiar de estrategia a fin de que las cosas del capital fósil global pudieran seguir proporcionando rentabilidad para las minorías: la estrategia ideológica del greenwashing (ecoblanqueo).
Ahora bien, el negacionismo, cual ave fénix, vuelve a resurgir en el siglo XXI con fuerza renovada: propagación de falsedades sin límites por parte de ciertos partidos políticos –etnonacionalistas-, encubriéndolas con ideologías atractivas para sus votantes, como la hostilidad: 1) a la inmigración -conversión del Homo sapiens (blanco) en Homo islamicus, el gran reemplazo, invierno islámico, remigración, inmigración negativa, islamofobia, islamización sigilosa– y 2) a la energía eólica –muy especialmente-, beneficiando así al capital fósil en general que es de lo que se trata –mezcla sintética de negacionismo y gobernanza climática capitalista– o, en el otro extremo, el aprecio desmedido por el carbón -oro negro, carbón limpio, nacionalismo del carbón-, el petróleo –populismo petrolero, petronacionalismo-, el gas y el automóvil -idolatría e hiperfetichización de la máquina/nación, tecnorracismo- frente al romanticismo climático o histeria climática (sadismo social o ecológico).
Se trata de unir indisolublemente políticas anticlima y antiislam (cierre de fronteras, aprendiendo a desaprender el pensamiento racional) y añadiendo un toque -guiño- a cierto tipo de afines –ecología patriótica (épocas más blancas, genocidio blanco actual), proteccionismo inteligente, nacionalismo verde (la ecología es la frontera, miedo a la superpoblación)-.
Si descendemos a personas y países concretos que pongan de manifiesto esta estrecha unión, nos encontramos con Trump y su extenso equipo (Bannon, Hamm, Murray…) en Estados Unidos: capital fósil primitivo -dominio energético, gas de la libertad, vitalismo del carbono…- y la extrema derecha -negacionismo en estado puro, sustentado por los pertinentes laboratorios de ideas negacionistas dentro y fuera de EE.UU.-. Se imponía, en consecuencia, acabar con los acuerdos climáticos negratas, a los que se había adherido Obama. Así Trump podía convertirse en el primer presidente en llenar la piel blanca –fetichización blanca– de combustible negro, en el marco de un ultranacionalismo palingenésico -regenerador: nacer de nuevo-.
Con estos antecedentes ya podemos vislumbrar la meta de llegada: el análisis del fascismo fósil de nuestro siglo XXI -hiperfósil-, ante las previsibles crisis de adaptación o de mitigación con respecto al cambio climático. El fenómeno de la fascistización fósil emerge de este modo como reacción al hecho de la crisis climática (se extienden los mitos de la palingenesia, de la palindefensa, de Eurabia, del gran reemplazo… La teoría hecha meme: replicabilidad máxima).
La buena ciencia nos ha de desvelar la realidad, descartando -dentro de lo humanamente posible- fobias, filias, ruido, sesgos… Esto es lo que se intenta hacer en este volumen con respecto al clima (combustibles fósiles), a la inmigración, al racismo (blancos frente a los demás). Nuestra visión de estas complejas realidades cambiará para bien, con alta probabilidad, tras una detenida y reflexiva -crítica- lectura de esta obra. Merece, pues, la pena dedicar algo de nuestro tiempo a este valioso aprendizaje.