Attenborough, D. y Butfield, C. (2025). Océano. El último refugio salvaje de la tierra. Barcelona: Crítica.
Uno de sus autores -el primero- en modo alguno es para nosotros desconocido. De hecho, ha obtenido merecida fama a escala internacional. Por ello, lo extraño sería que este libro no satisfaga las expectativas justamente creadas a raíz de sus obras anteriores. Pero al ser amantes de la buena ciencia, también esto ha de ser puesto a prueba. Comencemos, pues.
Hasta hace muy poco -en torno a 100 años- los océanos/mares -mejor un único océano (sistema dinámico e interrelacionado), con su conjunto global de corrientes (circulación termohalina)- eran más bien un universo oculto. En cambio, gracias a los diversos avances tecnológicos (sumergibles, sónar, satélites, muestreo de ADN…) vamos pudiendo contar en la actualidad con una buena cartografía del mundo marino (ecosistema oceánico).
Además, estamos pudiendo comprobar que, en función de nuestras actividades (pesca industrial excesiva -sobrepesca-, aumento del tráfico marino, contaminación…) podemos infligir grandes daños -en los hábitats y a sus seres vivos: su fauna y flora, océano enemigo– o, por el contrario, ayudar a su recuperación –protección marina– (enorme capacidad de regenerarse: ejemplos de Cabo Pulmo, Tallurutiup Imanga, Papahänaumokuäkea -antes Islas de Sotavento de Hawái-, islas San Pedro y Sandwich del Sur…), a su buen estado de salud (mejorar la salud del océano: espirales positivas frente a las negativas), a su prosperidad -biodiversidad (los arrecifes de coral: la mayor diversidad de todo el océano; biodiversidad engendra más biodiversidad)-. Se trata, en consecuencia, de intentar preservar o aumentar los bienes comunales del planeta que son vitales para la especie humana y para el propio planeta(océano amigo).
Merece entonces la pena que nos pongamos al día, dada la enorme incidencia -positiva (círculos virtuosos: áreas marinas protegidas…) o negativa (círculos viciosos)- de nuestros comportamientos (Antropoceno: considerables implicaciones para nuestra propia supervivencia, dado el papel vital del océano en la moderación del clima global). Un ejemplo claro es la nieve marina que captura inmensas cantidades de carbono, contribuyendo así a la estabilidad del planeta –el carbono queda secuestrado en las profundidades del océano-. Los manglares, a su vez, también contribuyen al almacenamiento del carbono. De ahí que el mundo necesite tener y proteger los manglares, pues es uno de los aliados ideal para reducir nuestra huella de carbono.
Hasta el presente, apenas hemos logrado desentrañar -del único océano- los portentos evolutivos ocultos a nuestros ojos, aunque igualmente es cierto que es bastante lo ya descubierto -ecosistemas que han evolucionado sin tener que recurrir a la energía solar (quimiosíntesis), el ritmo diferente de la vida en los abismos, migraciones verticales, tierras raras, corredores migratorios …-. Así vamos siendo capaces de conseguir una nueva imagen de las inmensidades oceánicas.
Los peligros -impactos- de nuestras actuaciones en el océano hoy ya nos son relativamente bien conocidos: la ingestión primaria -directa- y segundaria -indirecta- de plásticos, pesca industrial en alta mar -que no es vital para la economía global ni para una nación determinada y cuya disminución implicaría una notable recuperación para el océano-, el aumento desproporcionado de los gases de efecto invernadero, que incide en el calentamiento global y que afecta al cambio climático con patentes consecuencias para el océano: alteración de los sistemas marinos, acidificación de las aguas y desaparición de especies… De ahí que se requiera una eficaz protección de este –Tratado de Alta Mar, Tratado Antártico…-, si apreciamos, al menos, nuestra propia existencia y, por supuesto, más si también somos amantes de la biodiversidad y el respeto a la vida de todo el resto de las especies.
En este libro, bien escrito y documentado, se trata de satisfacer un objetivo fundamental: animarnos a comprender, amar y valorar –en sus justos términos- nuestro océano (su patrimonio silvestre frente a una naturaleza empobrecida). Tras una atenta lectura, ¿podemos decir que se ha conseguido? Creo sinceramente que sí. Prueba y entonces podrás comprobar que no quedas defraudado/a. Suerte. Tal vez seas ya ahora capaz de intuir qué tipo de océano quieres para el futuro y te comprometas para conseguirlo. Ojalá sea así. Tú ganarás, también el océano y la humanidad.

