
Asunto de interés actual: sin duda. Personas afectadas (directa o indirectamente) además de las señaladas: familias, profesorado y personal especializado. Herramientas muy básicas: algunas de las mostradas en este libro (con sus QR incluidos), que acaba de ver la luz este mismo año (2025), escrito por un doctor en Psicología -que fue en su día uno de mis doctorandos- y que ejerce de profesor de secundaria (Gustavo Rodríguez). Bien escrito y muy apropiado para quien desee prestar básicamente los primeros auxilios en esta materia. La prevención, a su debido tiempo y en el contexto apropiado -el educativo-, es de un gran valor para todos -se crean espirales virtuosas-.
El hilo conductor es claro: primero, una clarificación del estigma –para cualquier humano es difícil no necesitar ayuda -orientación- de los demás, incluidos los especialistas-. Somos personas que ayudamos y nos dejamos ayudar: eso es, en esencia, ser humanos –bidireccionalidad humanizadora-.
Después, la atención a los datos (detección y evaluación): las personas con problemas de salud van en aumento (nuestros menores) -ansiedad, depresión, autolesiones, ideación suicida…-. De ahí, la imperiosa necesidad de estar atentos a las señales de alarma, a los factores de riesgo (factores personales, familiares y sociales) y a los factores protectores (también personales, familiares y sociales: sentido de pertenencia, promoción del bienestar emocional, entornos seguros…).
Un campo muy específico de nuestros días: la incidencia -muy negativa- de algunas de las nuevas tecnologías (redes sociales, móvil, acceso ilimitado a internet…algoritmos dañinos) en la salud mental –adictivas, FOMO (temor a perderse algo), violencia sexual…-.
Y, al final, la gran pregunta: ¿qué se puede hacer, científicamente hablando, para mejorar la salud mental de nuestros menores –también la de las familias y el profesorado-? El libro, por reconocimiento del propio autor, se centra en los primeros auxilios mentales, dada su experiencia compartida de profesional de la psicología y de profesor de estos menores.
Utiliza el modelo tripe E: evaluar el riesgo, estabilizar a la persona y escuchar sin juzgar, todo ello en el contexto principal de su vida cotidiana -el centro docente-. Eso supone la recuperación de hábitos básicos: higiene corporal (sueño, alimentación sana, actividad física frente al sedentarismo…), contacto con la naturaleza -frente al déficit de naturaleza, campamentos de verano…- y hábitos de estudio (tener un tiempo fijo de estudio diario tutelado familiarmente…).
Algo infrecuente en nuestros días: los beneficios de los derechos de autor irán a parar a la promoción de la salud a través del Teléfono de la Esperanza (su objetivo: abordar de forma urgente, gratuita, anónima y especializada las situaciones de crisis emocionales). Mucha suerte en esta encomiable tarea –círculo virtuoso: se necesitan ante todo miradas de empatía, comprensión y cercanía (bidireccionalidad)-.
Y terminamos, como acaba el libro. Con este deseo: ¡Salud mental, emocional y educativa para todos!