Standing, G. (2023/24). La política del tiempo. Tomar el control en la época de la incertidumbre. Barcelona: Paidós.

Es muy probable que en alguna ocasión te hayas preguntado sobre cómo has estado o estás aprovechando el tiempo –no tiene nada de lineal-. ¿Sabiamente? Esta es la cuestión. Parece que se puede aprender a hacerlo. ¿Cómo? Pues tal vez mediante una política explícita del tiempo (dentro de una perspectiva de clase, dada la erosión del procomún actual, en tanto medio de vida y organización social -compartición de la demanda-, en el capitalismo rentista), de la mano de este profesor con una amplia experiencia de asesoramiento internacional. Demos comienzo sin más a este viaje académico para ver a dónde nos conduce (el objetivo deseable: la reducción del control del tiempo por fuerzas externas no deseadas para lo que necesitamos un programa emancipador -política de tiempo que fomente la buena salud…-).
¿No será una realidad que, en el decir de Séneca, más que carecer de tiempo lo estemos malgastando? Reflexionemos, pues. Como parece lógico, un recorrido histórico -con hincapié en el tiempo básicamente agrario (previo al industrial y terciario)- pone de manifiesto que tiempo y trabajo –diversos tipos: actividad laboral frente a independiente- han estado relacionados de muy diversas formas en función de los tipos de sociedades existentes (cazadoras/recolectoras, agrícolas… jubileos periódicos de la deuda, ocio entendido como skholé -tiempo libre, trabajo conjunto independiente y comunal-…).
Dos corrientes contrapuestas -en sus extremos- han tenido lugar a lo largo de la historia: por un lado, el trabajo procomunal que se extiende hasta los gremios (hermandades, integración del trabajo, skholé-…) y, por otro, el trabajo asalariado de nuestros días: la actividad laboral o dependiente -actividad productiva frente al resto (las improductivas)-.
Vamos directamente ya con el tiempo industrial que ha vertebrado básicamente las sociedades desde el siglo XIX -disminución del trabajo independiente y comunal y aumento de la actividad laboral, gracias fundamentalmente a las así llamadas revoluciones tecnológicas-. El capitalismo -aumento de la productividad- ha redefinido el modo predominante de utilizar el tiempo en todos los ámbitos de la vida (laboralismo, mercantilización, precariado: taylorismo, fordismo -modelo familiar-, toyotismo, shenzhenismo -ciudad de Shenzhen-…).
Ahora podemos adentrarnos a continuación en el tiempo terciario –elevada indefinición del tiempo laboral terciario-, característico de nuestros tiempos, acentuado por la revolución informática y puesto de manifiesto por el capitalismo rentista, dando origen al llamado precariado -incluido el académico- sin apenas control sobre su tiempo -eso es lo que se siente: mente precarizada– y obligado a interiorizar un estilo de vida caracterizado por la inseguridad laboral y por la merma progresiva de sus derechos de ciudadanía. A esto hay que añadir el avance del sistema panóptico de vigilancia, asentado en un mundo cada vez más digitalizado (actividad laboral en la nube, nómadas digitales, vida doméstica mercantilizada, la ciberpereza, algoritmo de reclutamiento, el banóptico -complemento del panóptico: mecanismos panópticos y banópticos-…).
Dos características esenciales de este tipo de tiempo son, por un lado, las brechas económicas -de la renta y de la riqueza- y, por otro, distintos tipos de desigualdades (en la formación, en las presiones existenciales -ansiedad, depresión, estrés, desesperación, frustración…-, en los derechos vacacionales, en la inseguridad, en la incertidumbre, en la resiliencia… desigualdad en el acceso a tiempo de calidad). ¿Estamos realmente asistiendo a un cambio de la cultura del trabajo y del control del tiempo –permacultura: cuidado de las personas, de la tierra y reparto equitativo de los excedentes-?
Intuimos por lo dicho -y a buen seguro no nos equivocaremos- que es un libro que con alta probabilidad va a estimular la reflexión -de la buena ciencia– en la persona lectora: el trabajo de cuidados y el procomunal son, por su propia naturaleza, servicios esenciales. Estaríamos a las puertas de políticas transformativas -la emancipación del tiempo, el derecho al tiempo-, en lucha contra la creencia en la ignorancia pluralista y en pro de la reducción de la pobreza y la desigualdad (ecogravámenes, dividendos comunales, justicia compasiva, renaturalización/huertos comunitarios, movimientos procomunales -trabajo procomunal marino-…). Lo esperable y deseable es que de la reflexión surja la puesta en práctica de lo asimilado -bien se esté a favor o en contra de lo aquí defendido, pero eso sí de forma bien argumentada (rigor científico)-. Ánimo, pues.