La historia universal de nosotros

Coulson, T. (2024/25). La historia universal de nosotros. Un viaje de 13.800 millones de años, desde el Big Bang hasta ti. Barcelona: Crítica.

Portada del libro

Como bien dice su autor –uno de cuyos máximos goces es conocer expertos de todo tipo de materias-, este guion incompleto –buen comienzo de humildad científica– es lo suficiente fascinante -nos describe la historia científica de nuestro mundo y de nosotros mismos- como para que podamos afirmar con rigor que debiera ser bien conocido por cada uno de nosotros -las personas de este planeta-. Detengámonos, pues, en los argumentos esgrimidos para hacer realidad este saludable sueño de conocimiento científico que afecta tan sustancialmente a nuestra existencia.

Si hablamos de conocimientos científicos es por una razón básica: son obtenidos gracias a la aplicación del método científico –exposición muy ilustrativa: observaciones, patrones, procesos y mecanismos-, capaz de desbaratar mitos, fábulas, creencias infundadas y especulaciones sin fundamento -sin relación con los hechos contrastados-.

El progreso de la ciencia, gracias a la aplicación del método científico, es bien patente: así, hasta la primera mitad del siglo pasado, la mayoría de los científicos asumía que el universo era de un tamaño fijo -no cambiaba con el tiempo (así había sido siempre y así continuaría eternamente)-. Hoy, ya conocemos, relativamente bien, su origen: punto minúsculo –singularidad– de inmensa energía (sumamente denso y caliente), en continua expansión -es gigantesco: millones de galaxias-, con previsibles destinos finales en liza –muerte térmica, Gran Colapso…-. Ahora bien, hemos de tener en cuenta que solo en torno al 5% de todo lo existente está formado por materia y energía convencionales, mientras que el 27% y el 68%, aproximadamente, se corresponde con materia y energía oscuras. Además, antes de la singularidad, ¿existió un vacío primordial? No lo sabemos.

Por doquier -en el pasado y en el presente- constatamos la importancia de la interacción (interacciones) condicionada (condicionadas) por las cuatro fuerzas fundamentales: nuclear fuerte (sin ella no habría vida), nuclear débil (sin ella todo el universo estaría a oscuras, tampoco habría posibilidad de vida), electromagnética (no habría ni átomos ni moléculas: no habría pues vida) y gravitatoria (que mantiene la danza cósmica, sin la cual lógicamente no contaríamos con vida, siempre incluida la nuestra). Si nos afectan de forma esencial, sería muy pertinente conocerlas adecuadamente -por nuestro propio bien-. Todavía nos queda por ver si estas cuatro fuerzas encajan en una teoría del todo -cuerdas, teoría M, gravedad cuántica de bucles…-. Ahora bien, gracias precisamente a las interaccionesuniones,  reacciones…-, la química nos explica cómo los elementos de la tabla periódica se convierten en materia viva -la fuerza electromagnética en acción-.

Dentro del planeta Tierra (de unos 4.543 millones de años: más cercana a nosotros si la comparamos con los aproximadamente 13.770 que es la edad del universo) constatamos un hecho que a veces nos pasa desapercibido: es dinámica y siempre cambiante (concentración de gases, temperaturas -glaciaciones-, actividad volcánica…), aunque a un ritmo considerablemente más lento del que se da en la vida humana.

¿Cuándo pudo surgir la vida -que lo conquista todo- aquí en la Tierra? Aproximadamente hace unos 4.000 millones de años. La vida no nace por designio, sino que es fruto de la interacción -siempre la interacción en los reinos físico, químico, geológico, biológico, psicológico…- de unas cuantas moléculas hasta dar lugar a simios inteligentes capaces de pensar, hablar … y de leer libros. El ADN, en consecuencia, es dinámico y está sometido a cambios, a partir de LUCA -una bacteria que usaba el mismo código genético del que dependemos todo el resto de los seres vivos-. Podemos decir que cada especie es la historia de un triunfo. En nuestro caso parece prescriptivo detenerse en la complejidad cerebral, en la conciencia/consciencia, en el libre albedrío -somos el fruto especifico y novedoso de las peculiares interacciones de genes, azar (ruido de desarrollo, aleatoriedad, procesos estocásticos…) y entornos-. Somos un accidente evolutivo.

Obra bien escrita, bien asentada científicamente y muy ilustrativa. El objetivo fundamental: el que materializa perfectamente su título –una historia universal de nosotros-. Si te aprecias mínimamente, a buen seguro que no te permitirás perderte esta lectura. Muy probablemente tu vida cambiará para bien –conocimiento encarnado-. Suerte, entonces.