Irresistible. ¿Quién nos ha convertido en yonquis tecnológicos?. Alter, A. (2018). Barcelona: Paidós.
Se nota desde un principio que se nos va a hablar de psicología, pues psicólogo y profesor de Psicología es su autor, y lo va a hacer sobre un tema apasionante: la adicción del comportamiento a Internet y las nuevas herramientas tecnológicas –Facebook, Instagram, correo electrónico, smartphones, compras en línea, videojuegos, tecnologías vestibles– (diseñadas ex profeso para ser irresistibles). Son eficientes, cómodas, entretenidas, muy veloces y automatizadas. En bastantes aspectos, las neuroimágenes con las que ya contamos nos muestran que se activan las mismas áreas cerebrales en la adicción a las sustancias que en la adicción al comportamiento.
Se parte de una cuestión inquietante y muy significativa: ¿Por qué los tecnócratas más importantes de la esfera pública son, a su vez, los mayores tecnófobos en su esfera privada? Una y otra vez, como no podía ser de otra forma, nos hallamos ante la doble cara de las diversas herramientas tecnológicas: su atracción, dados los enormes e innegables beneficios que conlleva su uso, y su lado más oscuro (nomofobia o amnesia digital, por ejemplo), debido a la pérdida de control y autorregulación que nos pueden ocasionar (llega un momento en que no se puede evitar el abuso del tipo de actividad que a uno le apasiona). A su vez ello puede incidir en un menor rendimiento –académico o laboral- y en una menor calidad de vida personal y social (privación crónica de sueño, falta de concentración, obsesión por los objetivos, menos tiempo dedicado a disfrutar de los éxitos cosechados, insensibilidad a las reglas de detención; ambliopía emocional).
¿Qué se entiende por adicciones (vínculo difícil de romper; droga digital) del comportamiento? Sus seis componentes básicos son: objetivos atractivos (y obsesivos), retroalimentación positiva –pérdidas disfrazadas de victorias, círculos lúdicos-, mejora gradual, aumento progresivo de la dificultad, tensiones por resolver (efecto Zeigarnik: suspense) y conexiones sociales (feedback contradictorio, pena de muerte social; comunicadores deficientes).
Los signos de nuestro tiempo son que desde jóvenes (entre 8 y 18 años) dedicamos más tiempo a comunicarnos a través de pantallas que de forma clásica o analógica. Desde niños ya se puede jugar con tecnologías interactivas durante horas sin apenas descanso o a videojuegos, hasta la intervención de los adultos. Éstos debieran mostrarse asertivos, cercanos, calmados, informados y realistas.
Hoy ya contamos afortunadamente con instrumentos de evaluación de esta adicción del comportamiento (Cuestionario de Diagnóstico de la Adicción a Internet, Test de Adicción a Internet, a título de casos ilustrativos), con centros para su tratamiento como ReSTART (el primer centro del mundo dedicado a tratar las adiciones a los videojuegos y a internet) o el Centro de Adicciones a Internet, entre otros muchos, con enfoques específicos para su tratamiento, tales como el CBT-IA (terapia cognitivo-conductual para la adicción a Internet) y con técnicas concretas como la entrevista motivacional. En general, desde la denominada arquitectura del comportamiento, lo que se pretende es no sólo mitigar o acabar con los malos hábitos (los adictivos), sino sustituirlos e incrementar los buenos (los provechosos), que resultan incompatibles con los primeros, utilizando las propias ventajas (fuerzas muy poderosas) de la ludificación (convertir una tarea tediosa o no lúdica en un juego, vacuna cognitiva), logrando así que la propia experiencia se constituya en una auténtica recompensa. Los datos obtenidos tras la utilización de estas ayudas terapéuticas son bastante satisfactorios en la actualidad (son efectivas, funcionan) y alentadores para el futuro.
¿Qué ocurriría si, en el asunto que más nos interesa a los psicólogos/as educativos –la aplicación de mecanismos psicológicos a la educación- introdujésemos la ludificación frente a la combinación de memorización e instrucción forzada, dado que el aprendizaje parece el terreno propicio para poner a prueba sus posibles efectos beneficiosos? Que, en los casos recogidos, funciona, pues aumenta la productividad tanto en profesores como en alumnos y en las interacciones mantenidas entre ambos colectivos. Si, no obstante, se le quiere dar el rango de panacea (como ocurre con la publicidad engañosa), tal vez estemos ante una monumental patraña. La línea de separación entre adicciones de comportamiento y hábitos provechosos es extremadamente fina, lo que nos obliga a reflexionar y a ser cautelosos, tanto sobre las ventajas como sobre los efectos perniciosos de las nuevas herramientas tecnológicas. Esta obra sirve justamente para poder hilar un poco más fino en este complejo asunto, tan actual y con tan manifiesta proyección futura.