Génesis

Tonelli, G. (2019/21). Génesis. El gran relato de la creación del universo. Barcelona: Ariel.

Portada del libro

Hay asuntos muy relevantes para los humanos y otros muchos que no son tan importantes. El analizado por el profesor universitario y físico del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), Tonelli, pertenece sin duda a la primera categoría. Además, si la materia es tratada con pleno dominio científico y lo que se conoce se describe con suma sencillez a la par que con profundidad, estamos ante una obra que es prescriptivo recomendar para cualquier persona interesada en saber de dónde venimos hijos de las estrellas y bisnietos de las fluctuaciones cuánticas-, en dónde nos encontramos infantil deseo de estabilidad– y hacia dónde nos dirigimos – el sol que ahora nos ilumina y es fuente de vida dejará de serlo algún día, dentro de muchos millones de años-.

A esto se puede añadir que, aparte de la exposición de los útiles contenidos científicos, se nos proporciona también la oportunidad de aprender el camino que se ha de seguir cuando se pretende realizar buena ciencia (también, por desgracia, hay mala ciencia). La ciencia avanza sin cesar y cambia, en consecuencia, la forma de ver y entender el mundo.

El objetivo del autor es claro desde un comienzo: presentarnos el relato de nuestro universo. Para ello une arte –principalmente italiano- con una elegante forma de escribir y una buena fundamentación científica,en un lenguaje comprensible para los no especialistas, es decir, netamente divulgativo.

Uno de los cambios más radicales en la concepción científica de nuestro universo tiene lugar a comienzos del siglo XX, cuando el Caos sustituye al Cosmos, debido a la fuerza de los hechos y en clara contraposición a las creencias infundadas mantenidas a lo largo de los siglos, pues la ciencia supone una búsqueda creativa de verdades provisionales, mediante sensatas experiencias y necesarias demostraciones (búsqueda incesante de la falsación de las predicciones). Las personas tenemos grandes dificultades (que van más allá de las derivadas de los sesgos cognoscitivos, puestos de manifiesto por Kahneman) para entender los mundos de las distancias siderales y de lo infinitesimal, ambos objetivo diana de la mecánica cuántica.

Incluso el propio Einstein tiene sus manifiestos problemas para asumir ese paso trascendental (en su favor diremos que quandoque bonus dormitat Homerus). Al desarrollar la teoría de la relatividad general sigue creyendo en un universo homogéneo y estático. Estaríamos ante el prejuicio milenario del ordencosmos– que le dificulta el acercamiento al caos, que si se quiere, asumiendo el aparente oxímoron, puede denominarse cósmico.

Se tiene dificultad para ver, desde el prejuicio, que el universo pueda expandirse –naturaleza dinámica del universo según la ley de Hubble-Lemaître o la inflación cósmica de Guth-, a partir del vacío cuántico (espuma cuántica). Éste es el yacimiento inagotable de materia y antimateria y en el que se produce la fluctuación cuántica (caos inicial, que es todo menos desorden). Es pues el verdadero principio de nuestro universo. Hay por consiguiente un comienzo del espacio-tiempo, un nacimiento del universo, pese a las reticencias iniciales del genial Einstein.

Si fue difícil para Einstein pasar del cosmos al caos, lo será más para nosotros, que estamos más a gusto, todavía en nuestros días, con una visión estática y bien ordenada del universo en el que habitamos (cosmos: el caos disfrazado de orden) que con la visión dinámica que se deriva de los nuevos planteamientos científicos (el  mecanismo caótico y dinámico que lo gobierna todo), aunque no siempre estos planteamientos sean concordantes: así es el devenir de la ciencia.

Traigamos a colación un ejemplo ilustrativo. La teoría del Big Bang, aunque ya apoyada empíricamente en general –corroborada-, todavía deja demasiados cabos sueltos: dar cuenta de qué son la materia -27%- y la energía -68%- oscuras, ¿existen el inflatón o el multiverso?, ¿qué pasó en  la era mítica de la gran unificación?, ¿qué sucedió bajo las tinieblas de la edad oscura?, entre otros asuntos.

Pero es la ciencia de nuestros días, más que ninguna otra narración, la que condiciona nuestras vidas, la que modifica profundamente nuestras sociedades, la que abre escenarios de oportunidades y riesgos antes inimaginables y la que, en definitiva, condicionará radicalmente el futuro de las nuevas generaciones. De hecho ya lo está haciendo considerablemente con la nuestra.

Por eso, aunque nos cueste adentrarnos en esas dos partes del universo –las del macro y el micro cuánticos, tan diferentes a la parte en la que vivimos cada día en nuestro planeta –la del meso, más darwiniana-, merece y mucho la pena la lectura sosegada de esta obra divulgativa de quien sabe muy bien de qué está escribiendo (hablando) en cada momento.

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