Europa encadenada

Naïr, S. (2025). Europa encadenada. El neoliberalismo contra la unión. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Portada del libro

Europa todavía está por hacerse. Comenzamos bien, ¿no? Veamos cómo es posible salir de su actual crisis existencial -déficit democrático, falta de soberanía europea- hacia una Europa democrática, solidaria y social, que es la tesis que se defenderá a lo largo de este volumen: necesidad histórica de Europa, proyecto social demócrata al servicio de la emancipación social, una Europa independiente y soberana en política y en materia de defensa, un renacimiento de una Europa unida y autónoma. Su función histórica: servir a los pueblos europeos y mejorar su condición social y política.

Vamos, entonces, paso a paso. Desde un principio no se ha buscado una identidad europea, sino más bien el modo de resolver de forma pacífica las divergencias de intereses económicos -el acero y el carbón…-, es decir, una identidad (unidad) de intereses, ensamblada por el mercado, frente a una identidad de pertenencia comunidad de destino-, que iría más allá de la identidad racionalista -heredera de la Ilustración-. Se echa, por tanto, en falta una identidad social, esencial para que aparezca la solidaridad de destino. Pero ¿sería posible conseguir esa anhelada identidad en el futuro?

Primero analicemos la dura realidad (avances y retrocesos). Desde los inicios se constata una Europa intergubernamental -bajo la mirada estadounidense: Plan Marshall, espacio transnacional mercantil…-, que va dando paso a una Europa federalista –federalismo intergubernamental, delegado: poder normativo tecnocrático, federalismo administrativo, federación comercial, pero con un demos europeo ausente-.

Europa se ha enmarcado, hasta el presente, dentro del modelo del neoliberalismo internacionalizado –credo neoliberal, capitalismo posnacional europeo, competitividad de todos contra todos, muy especialmente entre los defensores del culto al origen frente a los demás-, más allá de las diferencias –matices críticosentre los países que la constituyen -que suponen la existencia de crisis permanentes (desencuentros en el eje francoalemán, el brexit…)- y de los serios problemas de gobernabilidad interinstitucional (Comisión Europea, Consejo Europeo, Banco Central Europeo, Parlamento Europeo…) que están en la base del déficit democrático -gran regresión social y cultural, proletariado cosmopolita…-, pues los grupos de interés supranacionales, aunque sin poderes directivos, son los que condicionan las orientaciones políticas generales que serán realizadas por las élites tecno-administrativas.

Asistimos aquí y ahora, por tanto, a unas esenciales ausencias -modelo social europeo emancipador, pertenencia común, ciudadanía siempre abierta, solidaridad…- aparentemente cubiertas por las reacciones nacionalpopulistas (defensa de la pureza, contra la migración -actitud mental eurocentrista-…), que son los patentes síntomas de la crisis actual europea -no sus causas: surgidas en buena medida de la globalización neoliberal y sus múltiples implicaciones-.

La identidad europea se resiente de forma manifiesta tanto ante problemas cercanos -el desinterés y la inquietud del mediterráneo (inestabilidad, impotencia… maldesarrollo en el Sur, eurocentrismo dominante…) y las delimitaciones de su frontera más al este (Ucrania, nueva Guerra Fría…)-, como ante los más lejanos (su relación con las grandes potencias: Estados Unidos, China, Rusia…).

La disyuntiva es clara: ¿estancamiento -económico, social y político (mercado ultraliberal)- o renacimiento, es decir, la Europa social y política, autónoma y soberana, que sitúa el bien común en el centro del proyecto europeo, con un Gobierno europeo de la zona euro? Esta es en estos momentos la gran cuestión, sin fácil solución a la vista, por múltiples razones no difícil de entender, asumiendo buena parte de lo hasta aquí señalado.

Estamos ante un libro bien escrito, debidamente documentado y con una perspectiva de pensamiento crítico –muy propicio, por tanto, para los amantes de los enfoques reflexivos (escasamente polarizados)-. Luego, parece aconsejable su lectura, sobre todo para los que formamos parte de Europa y, muy probablemente, nos interese identificarnos como europeos -una de nuestras principales identidades: soy europeo-. Nos puede ir mucho en ello. Seguro que lo intuyes ¿no? Pues entonces, adelante. Leamos y, después, seamos consecuentes con nuestros pensamientos en un marco de cierta viabilidad -ya contamos con ciertos logros que son bien patentes: intercambio comercial excepcional, una moneda europea, fondos estructurales y de cohesión social, programas Erasmus…-. Ahora bien, necesitamos bastante más: una identidad centrada en el porvenir que se preocupe por el bienestar real de las personas frente a las patentes desigualdades (desafío existencial).