Escuelas creativas

Robinson, K. (con Aronica, L.). (2015). Escuelas creativas. La revolución que está transformando la educación. Barcelona: Debolsillo.

Portada del libro "Escuelas creativas"
Portada del libro

Su autor, con la colaboración de Aronica, no necesita especial presentación dentro del ámbito educativo, pues cuenta con un merecido reconocimiento, internacional y nacional, incluso tras habernos dejado un poco huérfanos con su fallecimiento en agosto de 2020. Fue profesor, investigador, divulgador, profesional y asesor –la educación es una prioridad para gobiernos de todo el mundo– dedicado siempre al mundo de la educación, como él mismo se encarga de dejarnos claro desde las primeras líneas (más de 40 años de dedicación plena). Su éxito es manifiesto, desde varias perspectivas: sirvan como ejemplos ilustrativos su famosa charla TED (la más visitada); o la octava reimpresión (2020) de esta misma obra sobre uno de sus temas favoritos: el de la creatividad.

Su punto de partida es éste. Pese a las múltiples reformas educativas a lo largo y ancho del mundo, la educación actual (guiada por la cultura de la normalización, del amoldamiento y por su carácter industrial) no acaba de funcionar en nuestros días (las escuelas destruyen la creatividad; la vida no es lineal).

Se parte, pues, de una crítica seria, se continúa con una nueva visión documentada (basada tanto en la teoría como sobre todo en la práctica) y se acaba señalando el camino concreto para pasar de una (la crítica) a otra (la visión) mediante una teoría transformadora (la educación es un sistema adaptativo complejo): nos encontraríamos, por tanto, frente a una educación transformadora que conlleva un cambio radical en nuestra forma de pensar, de vivir y de relacionarnos.

La evaluación crítica pone de manifiesto que el movimiento de normalización (con las clasificaciones PISA a la cabeza) no sólo no está cumpliendo con los objetivos establecidos, sino que está creando más problemas de los que resuelve (falta de motivación, aburrimiento, insatisfacción, problemas de aprendizaje, ansiedad, depresión, marginación o exclusión social –desertores escolares; brechas de rendimiento en función  de niveles socioeconómicos-, favoritismo de los estudios académicos sobre los técnico-profesionales, creciente ola de mediocridad, discriminación de la educación artística, excesivo valor a los exámenes normalizados…).

La nueva visión supone un cambio de metáfora: de la educación industrial (la vigente hasta este momento: fines, estructuras y principios industriales) a una educación alternativa o educación orgánica. Ésta parte: a)  de la diversidadla diversidad de la inteligencia está por doquier-; b) de la curiosidad –venimos así dispuestos de nacimiento-; c) de la creatividad; d) de la interacción social –respeto mutuo, coexistencia cultural-; e) de la complejidad humana (no sólo se ha de cultivar la dimensión cognitiva, aunque a todas luces sea fundamental). Su claro objetivo es el de desarrollarlas, convirtiéndolas así en las competencias del siglo XXI (aunque sus raíces sean previas, muy antiguas incluso): curiosidad, creatividad, crítica, comunicación, colaboración, compasión, calma y civismo.

La educación transformadora (sistema biológico) implica cambiar los centros escolares que posibilitarían de este modo el surgimiento de sus características típicas emergentes, acompañadas ya por las tecnologías digitales (juegos digitales, escuela en la nube…). Estos centros han de gozar de una mayor flexibilidad para adaptarse a la diversidad de docentes y discentes y posibilitar la innovación y la creatividad. En ellos se han de establecer las condiciones apropiadas a fin de que los alumnos –curiosos por naturaleza- puedan aprender (que no es exactamente lo mismo que aprobar exámenes), propiciando tanto la libertad para aprender como la institucionalización de oportunidades, a fin de desarrollar al máximo, en última instancia, la facultad de aprender. A su vez, los profesores deberán facilitar el aprendizaje diverso, la enseñanza creativa (la creatividad es el proceso de tener ideas originales que son de utilidad). Se trata de que cada uno desarrolle sus intereses y cualidades personales a su ritmo (se pueden llevar a cabo los elogios de la rapidez pero también de la lentitud; en ciencia y educación no hay atajos; son determinantes las expectativas de alumnos y profesores). Los buenos profesores motivan, ayudan a crear confianza, gracias a los conocimientos adquiridos, y fomentan la creatividad, mediante métodos de enseñanza personalizados e integrales.

Se propone, en definitiva,  una educación rigurosa (que va más allá de la polaridad educación progresista/clásica), personalizada (atención a la singularidad de  cada individuo),  motivadora (a partir de la curiosidad y el permanente deseo de aprender) y, cómo no, creativa, a fin de maximizar lo que cada uno puede dar de sí en beneficio propio, de sus familias,  de su sociedad e igualmente  del contexto en el que todos nos movemos: nuestro planeta.

Por lo dicho, creo que es correcto inferir que la lectura de este libro nos estimulará a pensar más detenida y seriamente sobre nuestros actuales sistemas de enseñanza y aprendizaje. Gracias, pues, por este valioso regalo. Tu vida ha merecido la pena.

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