Solms, M. (2022/24). El manantial oculto. Un viaje a la fuente de la conciencia. Móstoles (Madrid): Capitán Swing.
¿Es posible contar con alguna teoría –teoría de la energía libre de la conciencia– que nos posibilite acercarnos científicamente a una solución para el problema difícil -el de la conciencia/consciencia-? Esto es lo que se pretende en este volumen, cuyo autor, bien conocido internacionalmente, reconoce compartir enfoque con Panksepp, Damasio, Merker y una colaboración con Friston. Pues vamos a ver qué da de sí esta pretensión.
De forma clara, se nos indica que ha pasado tres decenios desarrollando su enfoque neuropsicoanalítico de la enfermedad mental a fin de devolver la subjetividad -el afecto- a la neurociencia. Ese ha sido su verdadero empeño. ¿Hasta qué punto lo ha ido logrando -en el subtítulo, recordemos, se habla de un viaje-?
Lo primero es analizar si lo que es el gran marco teórico dominante -la corteza da lugar a nuestra existencia sintiente, a nuestra conciencia/consciencia (teoría cortical de la conciencia)- presenta algún tipo de fisura –pacientes sin corteza insular, sin la prefrontal dorsolateral o sin la circunvolución del cíngulo anterior siguen siendo sintientes-, por lo que se hace necesario presentar hipótesis alternativas frente a la falacia cortical, descartado ese gran cementerio de teorías de la neurociencia cognitiva que han sido propuestas para entender la conciencia.
Se ha de partir, en consecuencia, de que somos inconscientes de la mayor parte de lo que percibimos y aprendemos (el cerebro realiza funciones mentales que no pasan a la conciencia, es decir, las funciones corticales no son inherentemente conscientes). Ahora bien, el sentimiento –la sintiencia– ha de ser necesariamente consciente, siendo el manantial del ser sintiente. Los sentimientos son, por tanto, en buena medida, la esencia de la conciencia –radar de la conciencia-, siendo la formación (sistema) reticular (activador) del tronco encefálico en donde se genera el afecto -estrecha relación conciencia y afecto: excitación (arousal)-.
Así, se puede afirmar que la corteza adquiere conciencia en la medida en que está excitada por el tronco encefálico superior. Si además tenemos en cuenta la SGP (sustancia gris periacueductal), que es el punto de reunión final de todos los circuitos de afecto del encéfalo, ya vamos entendiendo la dirección del flujo de la información -hacia arriba y hacia abajo: bidireccionalidad- dentro del propio encéfalo -con la ayuda clasificatoria realizada en los tubérculos cuadrigéminos posteriores-. Si hoy ya sabemos que la información es cuantificable, necesitamos dar un paso más para ir comprendiendo cómo nuestra vida mental -nuestra conciencia- también puede ser explicada en términos formales y mecánicos. Seguimos así avanzando en nuestro viaje hasta la consciencia, desde este nuevo planteamiento que establece que la conciencia es afecto.
Veamos ya ahora por qué y cómo surge la conciencia. La base se halla en la autoorganización y la homeostasis, condiciones ambas necesarias, pero no suficientes. Aquí es donde aparecen los sentimientos –afectos contextualizados-, que son estados subjetivos variables, valorados existencialmente -valencia afectiva-, con cualidades diferenciadas y grados de confianza -incertidumbre-: son la materia de la conciencia. Esta debe venir pues de dentro.
Ya, al final del viaje, es lógico que nos preguntemos: ¿ha quedado científicamente resuelto el problema difícil de la conciencia? Es el momento para que cada persona lea el libro y así tenga la última palabra. Lo que sí se puede afirmar ya es que el autor ha intentado, con esmero y fundamento (la conciencia es parte de la naturaleza, luego ha de seguir las leyes básicas -física estadística…-), desvelar las bases sobre las que se asienta (punto de vista formal y mecanicista: leyes de la minimización de la energía libre –principio de energía libre-…), por lo que en modo alguno se perderá el tiempo leyendo el libro –no se habrá desperdiciado la breve asignación de existencia proporcionada a cada cual-.
Además, ha quedado bastante claro que los afectos -los sentimientos- necesariamente han de ser tenidos en cuenta a la hora de lograr una teoría capaz de dar razón de ser de la conciencia –incertidumbre sentida por el sistema-. Quizá se necesite, no obstante, más tiempo hasta que la comunidad científica dé por resuelto este asunto -el del problema difícil, el de la conciencia/consciencia-.
Así funciona la ciencia que conocemos. El propio autor ya nos da alguna pista de su futuro trabajo: diseñar conciencia (capacidad de sintiencia: hasta que no se logre, es difícil estar seguros de haber resuelto el problema de por qué y cómo surge la conciencia). Ahí es nada lo que se pretende -desde múltiples puntos de vista (científico, ético…)-. Suerte y rigor.