El género y nuestro cerebro

Rippon, G. (2019/20). El género y nuestro cerebro. La nueva neurociencia que rompe el mito del cerebro femenino. Barcelona:Galaxia Gutenberg.

Portada del libro género y cerebro
Portada del libro

En el mundo académico nos suele gustar citar a autoras/es cuyas obras podemos calificar con cierto rigor científico de lectura obligatoria. En esta ocasión nos encontramos con un caso prototípico. Además, por el asunto tratado (género y cerebro: nueva neurociencia) sería aconsejable la lectura a toda persona que, con independencia de su sexo o de su género, de su edad, de su clase social, de su sistema de creencias o de su profesión, desee alejarse de mitos (más específicamente neuromitos) y centrarse en lo que la ciencia de hoy (finales de la segunda década del siglo XXI), la nueva neurociencia, puede decirnos con fundamento sobre las diferencias entre los sexos (géneros).

Para comenzar, dos asuntos. El primero, el juego del topo, que nos acerca metafóricamente a la visión de cómo modernamente van desapareciendo ciertos mitos sobre diferencias entre los sexos/géneros y cómo, cuando ya los creíamos completamente extinguidos, vuelven a surgir a la superficie, aunque tal vez algo disfrazados.  El segundo se refiere al de una mínima clarificación de los todavía confusos mundos del sexo y del género. El que se logre ya es otra cuestión, pues es un asunto ciertamente complejo, aunque hay que señalar que en modo alguno es un objetivo esencial de esta obra.

Sí resulta importante poner de manifiesto que los conocimientos científicos actuales no avalan la tesis del esencialismo (diferentes cerebros en función del sexo, siendo fijas –innatas- sus distintas estructuras y funciones), todavía mantenida en ciertos contextos. Se lleva a cabo un repaso histórico de las principales perspectivas dentro de este planteamiento: diferencias en el tamaño de los cerebros, en la capacidad craneal –craneología-, en las localizaciones cerebrales –homo parietalis frente a homo frontalis- en los papeles complementarios, en las guerras sobre el cuerpo calloso, en las relaciones sustancia gris y blanca, entre otras. En todos estos casos, y como denominador común, ya tendríamos al verdadero culpable (valga la ironía académica): el cerebro, el atractivo seductor, del cual es posible derivar los diversosneuromitos, neurodisparates, neuropalabrería, neuroinventos, neurobasura, neurosexismo (cerebro azul y cerebro rosa, el tsunami rosa y azul).

Si salimos convencidos de que estas explicaciones sobre las diferencias entre los sexos, que se extienden a lo largo de  más de un siglo, ya no son válidas, todavía nos quedaría el repaso a la supuesta influencia de las hormonas masculinas y femeninas: el síndrome premenstrual y la organización hormonal, prenatal y posnatal, del cerebro.

Si los datos científicos actuales sobre el cerebro y las hormonas no parecen apoyar  empíricamente las supuestas diferencias, tendremos que continuar aún con las explicaciones provenientes de la  psicología barata: la masculinidad y feminidad, las mujeres empáticas y los varones sistematizadores, la orientación hacia las  personas frente hacia las cosas –ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas-, los sesgos de las diferencias (preguntamos exclusivamente por las diferencias y sólo ven la luz pública las diferencias) o el sesgo de confirmación.

 La psicología seria, que existe, debiera partir del principio de que el sexo (al que ya se ha hecho referencia: cerebral, hormonal y psicológico) no basta como variable explicativa global. Se han de tener en cuanta ante todo nuestros prejuicios –conscientes e inconscientes-, que nos conducen fácilmente a las profecías autocumplidas de las diferencias (apenas si se tienen en cuenta los tamaños de los efectos; diferencias menguantes) y a las influencias negativas de las amenazas de los estereotipos (reacción negativa), por resaltar sólo un par de campos de estudios significativos, dentro de la realidad del género.

Más que de limitaciones impuestas diferencialmente por la biología tendríamos que hacer frente primero a las restricciones impuestas por la sociedad, a la luz de los hallazgos actuales de las distintas disciplinas científicas en su tratamiento de las diferencias entre los sexos (las neurociencias): se han de tener en cuenta los cerebros plásticosávidos sistemas de aprendizaje profundo-,  sociales –aprendizaje de las normas sociales y de la intencionalidad- y predictivos (sistema de orientación proactivo uno de cuyos objetivos fundamentes es minimizar el error de predicción), que nos convierten desde bebés en sagaces detectives del género.

Dado que el asunto tratado tiene, por lo reseñado, considerables implicaciones vitales para los humanos –mujeres y varones-, hemos de dar la bienvenida a esta obra que con todo derecho merece ser, científica y profesionalmente, recomendada.

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