Yuste, R. (2024). El cerebro, el teatro del mundo. Descubre cómo funciona y cómo crea nuestra realidad. Barcelona: Paidós.

Pocas dudas existen ya hoy en día sobre la importancia del cerebro humano para la especie –Homo sapiens-, la de nuestro planeta y la del propio universo. Contar con un autor –neurocientífico-, que goza de prestigio internacional, para ponernos al día –de forma sumamente sencilla– en este relevante asunto es de agradecer.
Estamos hablando de una obra breve -no llega a las 220 páginas- y de carácter netamente divulgativo -de utilidad para la ciudadanía-. Analicemos entonces si se ha cumplido su objetivo: saber cómo surge la mente humana a partir de la actividad neuronal –hipótesis (¿teoría?) del teatro del mundo: actividad que genera un modelo de mundo con capacidad predictiva–. Pues comencemos, entonces.
Primero fue la teoría o doctrina neuronal -gran adelanto-. Hoy estamos ya con la teoría de redes neuronales, basada en la actividad de conjuntos de neuronas. Y como marco imprescindible: la teoría de la evolución, sin la cual no podemos captar el sentido de los seres vivos, con o sin cerebro.
De aquí pasamos ya a la tesis central de esta obra: el cerebro es un complejo sistema de predicción del futuro, gracias a sus redes neuronales que generan un modelo del mundo (incluidos nosotros mismos) -como si fuese un modelo de realidad virtual (un teatro mental)-. Mediante la teoría del control (muy utilizada en ingeniería) –biológico-, vamos ajustando el modelo, de forma que se logre la sintonía (concordancia) entre nosotros y las realidades que nos circundan en cada caso. Y aquí surge una curiosidad, muy actual, de capital importancia existencial: ¿hasta qué punto sería posible simular el cerebro en computadoras digitales? Tendrían que ser gigantescas y consumir casi toda la energía del planeta.
Luego, volvamos a lo que ya sabemos, a las redes neuronales –circuitos de neuronas, máquinas booleanas (perceptrón, redes neuronales profundas…)-, a la cooperación entre neuronas (circuitos cerebrales recurrentes, atractores neuronales, compleción de patrón…).
La interacción -concepto/realidad- está por doquier: desde el nacimiento hasta la muerte. Así se construye el teatro del mundo –cascada de interacciones moleculares, inducción molecular, gradientes moleculares, factores de transcripción… que explican tanto el desarrollo de todo el cuerpo como el del propio cerebro (sistema nervioso: neurogénesis, navegación axonal, sinaptogénesis, neurotrofinas, periodos críticos…)–.
A todo ello hemos de añadir los sentidos -precisos, selectivos…-, gracias a los cuales se lleva a cabo el ajuste fino del mundo interno y externo: vamos mejorando el modelo predictivo del mundo, nos vamos acomodando al mundo cambiante (contraste sensorial…). De esta forma, constatamos cómo nos movemos en el presente: cómo el cerebro genera la realidad.
Pero qué pasa con el pasado: ¿cómo guardamos el modelo del mundo? Para eso necesitamos movernos hacia la memoria -a fin de poder formar correctamente nuestra identidad y, además, aunque pueda parecer paradójico a primera vista, para poder predecir con acierto el futuro (proceso creativo, recreativo, no meramente repetitivo)-. Si lo que nos preocupa es el cómo actualizamos ese modelo, entonces nos adentramos en el aprendizaje -probabilidades, relaciones causales, aprendizaje por reforzamiento, células de lugar y de red… activación de conjuntos neuronales).
Con todo ello en mente, ¿cómo pensamos y tomamos decisiones? Nos detenemos en la corteza cerebral: manipulación mental del mundo, detección de probabilidades, surgimiento de la consciencia. Después, nos toca la ejecución de las decisiones (corteza manda > núcleos basales + cerebelo > médula ejecuta y retroalimentación -parcial y completa-). Condicionando estos procesos: las emociones (péptidos: ¿sistema nervioso químico?).
Hemos llegado así al final del viaje. Surge lógicamente una pregunta, desde un punto estrictamente científico: ¿contamos ya con una teoría general del cerebro aprobada empíricamente? Nos queda un largo camino por recorrer -muy probablemente-, aunque los avances son considerables. La otra cuestión complementaria: ¿el libro tiene una relativa utilidad puramente divulgativa? La clave nos la proporciona el propio autor, ya en la Introducción: pido a los lectores que se tomen el libro como una opinión meramente personal (es su primera obra de divulgación). Así lo hemos hecho.